Es una frase coloquial que utilizamos como sinónimo de “dejemos las cosas como están”, “llevemos las cosas con calma y normalidad”, “llevemos las cosas de una manera en la que todos nos sintamos cómodos”.
Esta expresión la empleamos para resolver altercados familiares, para discusiones fuertes con los amigos, con debates ante los opositores, entre otras situaciones más. La idea es evitar un posible enfrentamiento.
Pues bien estimado lector, unos amigos me sugirieron la lectura de un artículo que se llama Historia de la Paz publicado por Francisco A. Muñoz y Mario López Martínez,
investigadores del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada, España. He aquí algunas reflexiones sobre sus interesantes ideas, que espero siembren una granito de arena por la paz en este momento tan conflictivo que vive la humanidad.
Paz, del latín pax, tiene muchos significados: Es la ausencia de guerra, acuerdos de cese de guerra, cese de guerras políticas a favor de los ciudadanos, estado de un espíritu sereno, paz interior. La paz es uno de los tesoros más preciados del ser humano, desgraciadamente con una presencia mucho más corta que la guerra o situaciones de conflicto. Tal pareciera que el ser humano tiene como destino vivir más en un estado de conflicto que en ausencia de él.
Esto hace más significativa a la paz dentro de la historia. Siempre hay y habrá obstáculos para alcanzar ese estado tan anhelado de paz merced a los intereses económicos, políticos, religiosos y sociales que existen en todos los países del orbe.
Pareciera que transitamos por una historia de paz inconclusa y en ese tramo la presencia de filósofos, escritores, personas y grupos que se convierten en líderes y actores que abogan y contradictoriamente… “luchan” por la paz son los menos.
Diríase que la salud, el amor, la sensibilidad, el intercambio, la negociación, la solidaridad, la compasión, la cooperación, la concordia y la diplomacia, son la zanahoria delante del caballo para alcanzar la paz… y nunca la alcanza. Sin embargo la construcción de futuros pacíficos procurando o estableciendo las bases para tener acceso al acuerdo, la solidaridad y la paz humana es y seguirá siendo la esperanza perene de la humanidad.
¿La paz es la complementariedad del conflicto? O ¿El conflicto es la complementariedad de la paz? No lo sé. La respuesta la tienen los filósofos, sociólogos, antropólogos, psicólogos y los historiadores. Pero lejos quizá hasta de comprender la respuesta que se me diera, mi sentido común me lleva a reflexionar y concluir de manera muy modesta, que ojalá y se hicieran más solidas las herramientas del humano para esgrimir el diálogo, los acuerdos, los tratados, las negociaciones etc. para regular los conflictos… o al menos neutralizarlos y en última instancia con el menor roce posible para alcanzar un estado de paz, ¿cuál? ¡el que sea!, ¡en el espacio o ámbito que sea!
Ojalá que las instituciones que se crearon para ello consoliden este preciado e invalorable objetivo para el cual fueron creadas como la Organización de la Naciones Unidas (ONU). Que emerjan más actores individuales o grupales en pro de la paz para que se consiga “el máximo de paz posible de acuerdo con las condiciones sociales y personales de partida”.
Que la paz conviva con los conflictos, pero que en la gestión de las controversias y formas de violencia impere con justicia y equidad la paz. Que a pesar de que “al ser humano se le reconoce como conflictivo y a veces violento, también se le reconoce como un ser cooperativo, altruista y solidario”, deseable que impere lo último. ¡Hasta la próxima!