/ sábado 26 de enero de 2019

Los ciudadanos organizados, verdadero contrapeso al autoritarismo

La semana pasada comentamos la importancia de la división de poderes como principio fundamental de un orden constitucional democrático. Ciertamente en las democracias liberales actuales el poder político se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, en un sistema que muchos estudiosos de la teoría política constitucional denominan de “pesos y contrapesos”.

Desde la Revolución Francesa se instituye la importancia de la división de poderes para evitar la concentración del poder público en un solo individuo o en un grupo de elite. La división de poderes se establece desde la Constitución (en el caso de México está plasmado desde las constituciones de 1824, 1857 y la vigente de 1917). Pero eso no basta, los contrapesos más que en la ley se deben dar en los hechos.

En los últimos años el ejercicio del poder público va más lejos que la fórmula de división tradicional de los tres poderes, al surgir nuevos actores cuyo papel protagónico en el espacio público hacen que funcione el sistema democrático.

El actor más relevante es la ciudadanía, los mercados financieros, los medios de comunicación y los órganos autónomos. La historia nos muestra que en la operación de la política real los poderes buscan opacarse entre sí, buscando uno de ellos imponer sus condiciones por a vía de los hechos a los otros, situación que siempre conduce a debilitar la democracia.

Por fortuna la tendencia creciente es que en el espacio público existan otros actores relevantes, que inciden en la vida política con el fin de evitar la prevalencia de uno de los poderes y evitar el abuso del poder. La participación de la ciudadanía en los últimos años es un factor central para destituir a titulares del Poder Ejecutivo. Recordemos el caso de Brasil con Dilma Rousseff y ahora las manifestaciones contra Nicolás Maduro en Venezuela; aquí la ciudadanía funge como contrapeso del Ejecutivo. Lo mismo en otras latitudes la fuerza de la organización ciudadana ha frenado abusos de líderes que se apartan de los principios democráticos, como sucedió en la primavera árabe.

Lo ideal es que los ciudadanos conscientes y organizados sean el verdadero contrapeso real y operativo cuando se rompen los equilibrios, sin embargo hemos visto que en ocasiones no es suficiente, por ello cobran relevancia algunas instituciones que en el acontecer cotidiano son los contrapesos a los intentos de abuso, así tenemos a los bancos centrales que influyen en la toma de decisiones económicas, en varias ocasiones con visiones diferentes a las de los poderes Ejecutivo y Legislativo. En el caso de los Bancos centrales –como el Banco de México- es importante cuidar su autonomía de gestión, la que debe estar al margen de presiones políticas. Aquí en nuestro país, el Banco de México se ha convertido en una institución poderosa, respetable, que participa de manera directa en el crecimiento económico del país, situación que permite que se tomen medidas con la información más actualizada, de manera responsable para dar certeza y estabilidad a la política económica.

Los órganos electorales autónomos, al igual que el Banco central cuentan con la legalidad y legitimidad para participar de manera determinante en la vida democrática, ahora el Instituto Electoral de México puede tomar decisiones autónomas que no provienen de una orden de cualquiera de los tres poderes, convirtiéndose en un contrapeso.

Los tres poderes de la Unión establecidos en la Constitución, los ciudadanos organizados, informados y participativos; los órganos electorales y los bancos centrales cuentan con la legalidad para operar sistema de pesos y contrapesos, buscando el bienestar económico del país, manteniendo la estabilidad de precios y evitando sobresaltos en materia financiera.

La ciudadanía manifestándose públicamente es la expresión más legítima de una sociedad democrática, jugando un papel de la mayor trascendencia en oponerse a las decisiones autoritarias y en apoyar las políticas eficaces para mantener la armonía social gracias a una distribución equitativa de la riqueza social.

Qué bueno que no estamos en tiempos en que un solo poder podía imponer su voluntad a los otros dos, a las instituciones y a la propia sociedad. Hoy para mantener los equilibrios se tiene que actuar dentro del margen de la ley y hacerlo de frente a los ciudadanos. Esto debe ahuyentar las intenciones autoritarias de imponer una sola voluntad.

La semana pasada comentamos la importancia de la división de poderes como principio fundamental de un orden constitucional democrático. Ciertamente en las democracias liberales actuales el poder político se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, en un sistema que muchos estudiosos de la teoría política constitucional denominan de “pesos y contrapesos”.

Desde la Revolución Francesa se instituye la importancia de la división de poderes para evitar la concentración del poder público en un solo individuo o en un grupo de elite. La división de poderes se establece desde la Constitución (en el caso de México está plasmado desde las constituciones de 1824, 1857 y la vigente de 1917). Pero eso no basta, los contrapesos más que en la ley se deben dar en los hechos.

En los últimos años el ejercicio del poder público va más lejos que la fórmula de división tradicional de los tres poderes, al surgir nuevos actores cuyo papel protagónico en el espacio público hacen que funcione el sistema democrático.

El actor más relevante es la ciudadanía, los mercados financieros, los medios de comunicación y los órganos autónomos. La historia nos muestra que en la operación de la política real los poderes buscan opacarse entre sí, buscando uno de ellos imponer sus condiciones por a vía de los hechos a los otros, situación que siempre conduce a debilitar la democracia.

Por fortuna la tendencia creciente es que en el espacio público existan otros actores relevantes, que inciden en la vida política con el fin de evitar la prevalencia de uno de los poderes y evitar el abuso del poder. La participación de la ciudadanía en los últimos años es un factor central para destituir a titulares del Poder Ejecutivo. Recordemos el caso de Brasil con Dilma Rousseff y ahora las manifestaciones contra Nicolás Maduro en Venezuela; aquí la ciudadanía funge como contrapeso del Ejecutivo. Lo mismo en otras latitudes la fuerza de la organización ciudadana ha frenado abusos de líderes que se apartan de los principios democráticos, como sucedió en la primavera árabe.

Lo ideal es que los ciudadanos conscientes y organizados sean el verdadero contrapeso real y operativo cuando se rompen los equilibrios, sin embargo hemos visto que en ocasiones no es suficiente, por ello cobran relevancia algunas instituciones que en el acontecer cotidiano son los contrapesos a los intentos de abuso, así tenemos a los bancos centrales que influyen en la toma de decisiones económicas, en varias ocasiones con visiones diferentes a las de los poderes Ejecutivo y Legislativo. En el caso de los Bancos centrales –como el Banco de México- es importante cuidar su autonomía de gestión, la que debe estar al margen de presiones políticas. Aquí en nuestro país, el Banco de México se ha convertido en una institución poderosa, respetable, que participa de manera directa en el crecimiento económico del país, situación que permite que se tomen medidas con la información más actualizada, de manera responsable para dar certeza y estabilidad a la política económica.

Los órganos electorales autónomos, al igual que el Banco central cuentan con la legalidad y legitimidad para participar de manera determinante en la vida democrática, ahora el Instituto Electoral de México puede tomar decisiones autónomas que no provienen de una orden de cualquiera de los tres poderes, convirtiéndose en un contrapeso.

Los tres poderes de la Unión establecidos en la Constitución, los ciudadanos organizados, informados y participativos; los órganos electorales y los bancos centrales cuentan con la legalidad para operar sistema de pesos y contrapesos, buscando el bienestar económico del país, manteniendo la estabilidad de precios y evitando sobresaltos en materia financiera.

La ciudadanía manifestándose públicamente es la expresión más legítima de una sociedad democrática, jugando un papel de la mayor trascendencia en oponerse a las decisiones autoritarias y en apoyar las políticas eficaces para mantener la armonía social gracias a una distribución equitativa de la riqueza social.

Qué bueno que no estamos en tiempos en que un solo poder podía imponer su voluntad a los otros dos, a las instituciones y a la propia sociedad. Hoy para mantener los equilibrios se tiene que actuar dentro del margen de la ley y hacerlo de frente a los ciudadanos. Esto debe ahuyentar las intenciones autoritarias de imponer una sola voluntad.