/ jueves 9 de septiembre de 2021

Los comechingones

Calma, calma, no se me arrebate. La cosa no va por donde se imaginó. Sé que fue lo primero que vino a su bulliciosa y traviesa cabecita: “Este, ya va a echar bronca, trifulca”; pero no, como dijera el tablajero: “Vayamos por partes, paso a paso, poco a poco, no se me hagan bolas”.

Vamos pues: Recordarán que el hermano Andrés Manuel López Obrador, en víspera de su última elección dijo a sus seguidores y correligionarios, que si el voto de los mexicanos no le favorecía en la contienda que se aproximaba se iba a “La Chingada”, que no es otra cosa que la pequeña heredad de varias hectáreas por allá en Palenque, Chiapas, propiedad originariamente de doña Manuela Obrador González, su señora madre, que dispuso se repartiera entre todos sus hijos cuando la haya llamado el creador.

Haga memoria y encontrará títulos de algunos libros con la aparente malsonante voz: El Chingonario, La magia de mandar todo a la chingada, Ser chingón sin ir a Harvard, Lo sensible no quita lo chingón, Soy chingona ¿y qué? En fin, la inspiradora palabra ha dado vida a obras de teatro, películas, que decir de chistes y anécdotas que quizá no las titulen con ese vocablo, pero sus argumentos, guiones o libretos están preñados de la palabra que distingue a los mexicanos, no en un sentido peyorativo, sino como el tipo alegre, dicharachero y cuando mucho tequilero.

Y, ¡claro! El azteca se lleva las palmas en el manejo del vocablo con todas sus inflexiones, desinencias, declinaciones en el uso del vocablo. El mexicano es un perfecto gramático.

Maneja todas las partes de la oración y sus variantes que según nos dijeron en el aula en nuestros lejanos días de escolapios, esas partes son: Sustantivo, adjetivo, artículo, pronombre, verbo, que son invariables y adverbio, preposición, conjunción, interjección que resultan invariables.

Es tan, “aquello”, que de los accidentes gramaticales género, número, caso (nominativo, genitivo, dativo, acusativo, vocativo y ablativo), hace malabares lingüísticos y qué decir de los tiempos y modos verbales, (indicativo, subjuntivo, potencial e imperativo) con sus tiempos (presente, pasado y futuro); al lado de los números, (singular y plural); en todos ellos sin caer en cacofonías, el mexicano hace muchas chingaderas.

Pero… me fui muy lejos del rubro original y yo voy por otro lado. Todo comienza con la “Sierra de Comechingones” de la que según dicen las cartas orográficas es un subsistema del centro-oeste de argentina y pertenece a las Sierras Pampeanas. Se localiza rumbo al noroeste de la provincia de San Luis y el oeste de la Provincia de Córdoba.

Fue denominada con ese singular gentilicio, que devino del apelativo de los habitantes de esa hermosa tierra sudamericana. Quienes vivían en la zona eran unos hombrones barbudos, aunque pronto la población se tornó mixta surgiendo un tipo llamado criollo y de éste a su vez ya en el siglo XVII emergieron los gauchos serranos. A los primitivos vivientes se les conocía precisamente como comechingones que significa “gente de las cuevas”; es decir en los dialectos originarios se denominaba a las cuevas “come” y chingones significa habitante, por eso la yuxtaposición.

Nuestros personajes eran un mosaico de virtudes: Sedentarios, agricultores, pastores, artesanos, tejedores y también fueron tocados por las inquietudes artísticas. Desarrollaron en el territorio argentino una de las culturas indígenas con mayor evolución, aventajadas sólo por los pueblos del noroeste. Por la variedad que ofrecían la sierra y el llano resultaron economías diferenciadas y de estas las nominaciones genéricas.

Los pobladores de la sierra que utilizaban la fertilidad de los valles y la posibilidad del riego se inclinaron por la vida sedentaria, alimentados por las cosechas de los ciclos agrícolas y a estos se les llamaba serranos; en tanto que los del llano, que equilibraban su dieta con las cosechas de su labor recolectora recibieron el mote de “algarroberos”.

Pero se les conocía también con otras denominaciones resultantes de crónicas, tradiciones y memorias étnicas. “Muturos” eran los indios que se asentaron en los ríos tercero y quinto derivando en nombre de un cacique así llamado. Algunas referencias históricas señalan que: “Los comechingones alternaban la tarea agraria con la actividad recolectora, debiendo aceptarse que esta fue anterior en la evolución de su economía, y acaso la más segura fuente de mantención, dada la resistencia de estas especies botánicas a las adversidades climáticas.

Tanto debió ser la importancia de ese sustento en la vida de aquellos aborígenes que el apodo de “algarroberos”, sirvió para nominar a las parcialidades que acentuaron por necesidad o ubicación la economía cimentada en la recolección de tales frutos.

Las crónicas, las excavaciones arqueológicas y los ideogramas de su arte rupestre, demuestran el ejercicio de sus costumbres pastoriles y en las pictográficas de las cuevas abundan las figuras de llamas, guanacos y algunos camélidos menores mezcladas con las de otros animales de la zona, lo que probaría que poseían llamas y tal vez alpacas, dos especies domesticadas”. Así pues, aclaradas las cosas, estos fueron, son y serán: Los comechingones. Servido… ¡mi chingón!

Calma, calma, no se me arrebate. La cosa no va por donde se imaginó. Sé que fue lo primero que vino a su bulliciosa y traviesa cabecita: “Este, ya va a echar bronca, trifulca”; pero no, como dijera el tablajero: “Vayamos por partes, paso a paso, poco a poco, no se me hagan bolas”.

Vamos pues: Recordarán que el hermano Andrés Manuel López Obrador, en víspera de su última elección dijo a sus seguidores y correligionarios, que si el voto de los mexicanos no le favorecía en la contienda que se aproximaba se iba a “La Chingada”, que no es otra cosa que la pequeña heredad de varias hectáreas por allá en Palenque, Chiapas, propiedad originariamente de doña Manuela Obrador González, su señora madre, que dispuso se repartiera entre todos sus hijos cuando la haya llamado el creador.

Haga memoria y encontrará títulos de algunos libros con la aparente malsonante voz: El Chingonario, La magia de mandar todo a la chingada, Ser chingón sin ir a Harvard, Lo sensible no quita lo chingón, Soy chingona ¿y qué? En fin, la inspiradora palabra ha dado vida a obras de teatro, películas, que decir de chistes y anécdotas que quizá no las titulen con ese vocablo, pero sus argumentos, guiones o libretos están preñados de la palabra que distingue a los mexicanos, no en un sentido peyorativo, sino como el tipo alegre, dicharachero y cuando mucho tequilero.

Y, ¡claro! El azteca se lleva las palmas en el manejo del vocablo con todas sus inflexiones, desinencias, declinaciones en el uso del vocablo. El mexicano es un perfecto gramático.

Maneja todas las partes de la oración y sus variantes que según nos dijeron en el aula en nuestros lejanos días de escolapios, esas partes son: Sustantivo, adjetivo, artículo, pronombre, verbo, que son invariables y adverbio, preposición, conjunción, interjección que resultan invariables.

Es tan, “aquello”, que de los accidentes gramaticales género, número, caso (nominativo, genitivo, dativo, acusativo, vocativo y ablativo), hace malabares lingüísticos y qué decir de los tiempos y modos verbales, (indicativo, subjuntivo, potencial e imperativo) con sus tiempos (presente, pasado y futuro); al lado de los números, (singular y plural); en todos ellos sin caer en cacofonías, el mexicano hace muchas chingaderas.

Pero… me fui muy lejos del rubro original y yo voy por otro lado. Todo comienza con la “Sierra de Comechingones” de la que según dicen las cartas orográficas es un subsistema del centro-oeste de argentina y pertenece a las Sierras Pampeanas. Se localiza rumbo al noroeste de la provincia de San Luis y el oeste de la Provincia de Córdoba.

Fue denominada con ese singular gentilicio, que devino del apelativo de los habitantes de esa hermosa tierra sudamericana. Quienes vivían en la zona eran unos hombrones barbudos, aunque pronto la población se tornó mixta surgiendo un tipo llamado criollo y de éste a su vez ya en el siglo XVII emergieron los gauchos serranos. A los primitivos vivientes se les conocía precisamente como comechingones que significa “gente de las cuevas”; es decir en los dialectos originarios se denominaba a las cuevas “come” y chingones significa habitante, por eso la yuxtaposición.

Nuestros personajes eran un mosaico de virtudes: Sedentarios, agricultores, pastores, artesanos, tejedores y también fueron tocados por las inquietudes artísticas. Desarrollaron en el territorio argentino una de las culturas indígenas con mayor evolución, aventajadas sólo por los pueblos del noroeste. Por la variedad que ofrecían la sierra y el llano resultaron economías diferenciadas y de estas las nominaciones genéricas.

Los pobladores de la sierra que utilizaban la fertilidad de los valles y la posibilidad del riego se inclinaron por la vida sedentaria, alimentados por las cosechas de los ciclos agrícolas y a estos se les llamaba serranos; en tanto que los del llano, que equilibraban su dieta con las cosechas de su labor recolectora recibieron el mote de “algarroberos”.

Pero se les conocía también con otras denominaciones resultantes de crónicas, tradiciones y memorias étnicas. “Muturos” eran los indios que se asentaron en los ríos tercero y quinto derivando en nombre de un cacique así llamado. Algunas referencias históricas señalan que: “Los comechingones alternaban la tarea agraria con la actividad recolectora, debiendo aceptarse que esta fue anterior en la evolución de su economía, y acaso la más segura fuente de mantención, dada la resistencia de estas especies botánicas a las adversidades climáticas.

Tanto debió ser la importancia de ese sustento en la vida de aquellos aborígenes que el apodo de “algarroberos”, sirvió para nominar a las parcialidades que acentuaron por necesidad o ubicación la economía cimentada en la recolección de tales frutos.

Las crónicas, las excavaciones arqueológicas y los ideogramas de su arte rupestre, demuestran el ejercicio de sus costumbres pastoriles y en las pictográficas de las cuevas abundan las figuras de llamas, guanacos y algunos camélidos menores mezcladas con las de otros animales de la zona, lo que probaría que poseían llamas y tal vez alpacas, dos especies domesticadas”. Así pues, aclaradas las cosas, estos fueron, son y serán: Los comechingones. Servido… ¡mi chingón!