/ domingo 9 de febrero de 2020

Los empresarios quieren todo a la medida de sus intereses

Es muy fácil recargarse en el lenguaje de la crítica y la descalificación, cuando se tiene el poder económico y la influencia de los medios a su favor. De ahí que a los empresarios no les cueste nada culpar al gobierno y a todo aquello que no favorezca la bonanza de sus negocios.

Pero cuando ésta rebasa sus expectativas a través del truco y la rapacidad, nos envuelven el éxito en paquetes de esfuerzo y creatividad exclusiva de ellos.

Y así opera la cultura de los dueños del dinero, atribuyéndole a su voracidad virtudes secretas de éxito, que surge de una carga ficticia de especulación, hecha más de papel que de verdad. Porque si realmente su esfuerzo se impusiera a la incomodidad, por qué sufrir y llorar tanto, cuando el gobierno intenta tomar una decisión tan simple, como el hecho de regular la fechas históricas que le dieron sentido de identidad y justicia a nuestra patria y que en aras de intereses mezquinos se haya tergiversado y anulado en la mayoría de los casos el día de su celebración.

No tienen ningún empacho en manifestar e inconformarse, esgrimiendo la bandera hipócrita del empleo, que en la realidad es lo que menos les interesa, dado que sus intereses los guían siempre a que busquen el camino que les facilite e incremente el monto de sus capitales; el camino que los guíe hacia un gobierno que les garantice ganar-ganar, a cambio de la miseria, ignorancia y perdición de la juventud.

De ahí el gran cálculo de oponerse a todo lo que no sea negocio y les baste poner el grito en el cielo, para salirse con la suya, sin importarles los valores nacionales ni morales de una sociedad a la que dicen servir, pero que en los hechos se sirven a sus anchas de ella.

Pero a nivel local veamos otro caso más patético, que apareciera en estas páginas el día 4 de febrero, donde sin ambages ni rodeos, el expresidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) exige de manera urgente los cambios en el gabinete del gobierno estatal, el cual no ha satisfecho sus deseos , ni cumplido el monto de los bienes prometidos.

Ladina y falazmente se escudan en el bien común, pero la realidad es que todo lo que los empresarios expresan tiene una tendencia, la de salvaguardar sus intereses, y en el caso que se refiere al cambio de funcionarios, sin duda obedece a que los actuales, no han estado a la altura de sus negocios ni de sus privilegios.

En ese sentido cabría hacer la observación, que los empresarios siempre han sido el poder tras el trono, pero ahora que son gobierno en la capital del Estado, no habría necesidad de expresarse de esa manera, porque exhiben en su haber, lo malo que a los electores nos vendieron por bueno y que ahora los delatan porque no dan el ancho al tamaño de su voracidad.

Las críticas ocurren cuando el poder está en jaque, cuando el poder está mermado, cuando el Estado mismo se encuentra arrinconado. No hay vacío que los empresarios no llenen con el oportunismo mediático, del cual se valen para exigir ordinaria y soezmente, lo que no han logrado. De ahí que extremen su posición para que el ejecutivo se debilite y hacerlo perder fuerza y ellos ganar terreno a la mala.

La soberbia y el dinero los hace sentir como los únicos expertos en todas las cosas, pero nunca decir cómo a quien debe hacerlas. Saben que los miembros del gabinete se la pasan riñendo o grillándose entre sí, pero no son capaces de llamar al orden, si los elegidos no son ellos para restablecerlo.

Saben que la probabilidad de moverlos es mucha, pero poca la garantía de mejorar las cosas, si su gente es la escogida para sustituirlos. En fin, perciben que éste es un momento propicio para lograr lo deseado. La ventana de oportunidad está abierta y con sus declaraciones dolosas ya entraron por ella.

Al poder que se piensa precario se opone el contrapoder del empresariado. Individuos que alguna vez tuvieron su anuencia y que ahora la han perdido. Ciudadanos que fueron propuestos por su capacidad y ahora se exige su renuncia por ineptitud y conformismo con lo que hacen.

Así, en voz alta los detractores del gabinete gubernamental exhiben sus intenciones. Llevan ya un tiempo al acecho, mirando cómo el gobernador se vuelve un líder maltrecho. Llevan un buen lapso de tiempo pensando como desacreditarlo públicamente y ahora lo han concretado.

El gobernador no es culpable de todos los lastres del pasado, pero sí es responsable de aliarse con los que ahora descalifican su equipo. No inventó los vicios, pero tampoco contradice a aquellos que ahora tunden a los funcionarios que lo acompañan en el intento de corregirlos. No ha creado los límites entre lo oficial y lo privado y ahora los demonios cruzan lo público como Pedro por su casa. En vez de pintar su raya borró cualquier indicio que lo motivara a marcarla. Por eso el exceso de confianza no tiene tope al saberse cortejado pese a lo ácido de sus recomendaciones.

Hace más de un año que el gobernador hizo algunos cambios y eso no ha sido garantía de que las cosas mejoren. Ahora que las circunstancias apremian dichos cambios no sabe en quien pudiera confiar, para contrarrestar el protagonismo mediático del expresidente del Consejo Coordinador Empresarial.

Lo ocurrido puede tomarse como una exigencia ordinaria, pero desafortunadamente no ha quedado clara una reacción frente a ella. Los instrumentos del Estado son pobres, los recursos son insuficientes, la voluntad contestaría es nula y las cabezas de algunos funcionarios penden de un hilo, si el jefe del Ejecutivo complace a quien se las está pidiendo.

Es muy lamentable que este empresario mediáticamente y a tabla rasa, ponga la espada de Damocles, sobre la cabeza de funcionarios muy respetables y como botón de muestras bastaría mencionar al secretario de Educación, quien no tiene por qué ser víctima de la mentalidad golpista, que no tiene otro objetivo más que provocar la inestabilidad, para que la ciudadanía comience a reclamar la estabilidad.

Desean generar la añoranza por un pasado en el cual el PRI ayudaba a mejorar sus negocios. Sin duda que buscan crear una corriente de opinión que argumente: Los priistas se mochaban mejor. Lástima porque aquel símbolo de gobierno que nos vendieron tan caro, ahora ellos mismos se encargan de abaratarlo.

Para concluir, sólo diré que son tiempos de apoyar no de golpear; tiempos de fortalecer lo que hay en vez de condenar lo que falta. Ojalá y los funcionarios en quienes el gobernador ha depositado su confianza actúen a la altura, porque es el momento de defender lo logrado, apuntalar lo construido, pelear por lo conseguido. La batalla que viene es entre las cuentas que los funcionarios deben rendir y que el pueblo debe exigir. La democracia que Durango intenta construir y la que los dueños del dinero intentan destruir.

Es muy fácil recargarse en el lenguaje de la crítica y la descalificación, cuando se tiene el poder económico y la influencia de los medios a su favor. De ahí que a los empresarios no les cueste nada culpar al gobierno y a todo aquello que no favorezca la bonanza de sus negocios.

Pero cuando ésta rebasa sus expectativas a través del truco y la rapacidad, nos envuelven el éxito en paquetes de esfuerzo y creatividad exclusiva de ellos.

Y así opera la cultura de los dueños del dinero, atribuyéndole a su voracidad virtudes secretas de éxito, que surge de una carga ficticia de especulación, hecha más de papel que de verdad. Porque si realmente su esfuerzo se impusiera a la incomodidad, por qué sufrir y llorar tanto, cuando el gobierno intenta tomar una decisión tan simple, como el hecho de regular la fechas históricas que le dieron sentido de identidad y justicia a nuestra patria y que en aras de intereses mezquinos se haya tergiversado y anulado en la mayoría de los casos el día de su celebración.

No tienen ningún empacho en manifestar e inconformarse, esgrimiendo la bandera hipócrita del empleo, que en la realidad es lo que menos les interesa, dado que sus intereses los guían siempre a que busquen el camino que les facilite e incremente el monto de sus capitales; el camino que los guíe hacia un gobierno que les garantice ganar-ganar, a cambio de la miseria, ignorancia y perdición de la juventud.

De ahí el gran cálculo de oponerse a todo lo que no sea negocio y les baste poner el grito en el cielo, para salirse con la suya, sin importarles los valores nacionales ni morales de una sociedad a la que dicen servir, pero que en los hechos se sirven a sus anchas de ella.

Pero a nivel local veamos otro caso más patético, que apareciera en estas páginas el día 4 de febrero, donde sin ambages ni rodeos, el expresidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) exige de manera urgente los cambios en el gabinete del gobierno estatal, el cual no ha satisfecho sus deseos , ni cumplido el monto de los bienes prometidos.

Ladina y falazmente se escudan en el bien común, pero la realidad es que todo lo que los empresarios expresan tiene una tendencia, la de salvaguardar sus intereses, y en el caso que se refiere al cambio de funcionarios, sin duda obedece a que los actuales, no han estado a la altura de sus negocios ni de sus privilegios.

En ese sentido cabría hacer la observación, que los empresarios siempre han sido el poder tras el trono, pero ahora que son gobierno en la capital del Estado, no habría necesidad de expresarse de esa manera, porque exhiben en su haber, lo malo que a los electores nos vendieron por bueno y que ahora los delatan porque no dan el ancho al tamaño de su voracidad.

Las críticas ocurren cuando el poder está en jaque, cuando el poder está mermado, cuando el Estado mismo se encuentra arrinconado. No hay vacío que los empresarios no llenen con el oportunismo mediático, del cual se valen para exigir ordinaria y soezmente, lo que no han logrado. De ahí que extremen su posición para que el ejecutivo se debilite y hacerlo perder fuerza y ellos ganar terreno a la mala.

La soberbia y el dinero los hace sentir como los únicos expertos en todas las cosas, pero nunca decir cómo a quien debe hacerlas. Saben que los miembros del gabinete se la pasan riñendo o grillándose entre sí, pero no son capaces de llamar al orden, si los elegidos no son ellos para restablecerlo.

Saben que la probabilidad de moverlos es mucha, pero poca la garantía de mejorar las cosas, si su gente es la escogida para sustituirlos. En fin, perciben que éste es un momento propicio para lograr lo deseado. La ventana de oportunidad está abierta y con sus declaraciones dolosas ya entraron por ella.

Al poder que se piensa precario se opone el contrapoder del empresariado. Individuos que alguna vez tuvieron su anuencia y que ahora la han perdido. Ciudadanos que fueron propuestos por su capacidad y ahora se exige su renuncia por ineptitud y conformismo con lo que hacen.

Así, en voz alta los detractores del gabinete gubernamental exhiben sus intenciones. Llevan ya un tiempo al acecho, mirando cómo el gobernador se vuelve un líder maltrecho. Llevan un buen lapso de tiempo pensando como desacreditarlo públicamente y ahora lo han concretado.

El gobernador no es culpable de todos los lastres del pasado, pero sí es responsable de aliarse con los que ahora descalifican su equipo. No inventó los vicios, pero tampoco contradice a aquellos que ahora tunden a los funcionarios que lo acompañan en el intento de corregirlos. No ha creado los límites entre lo oficial y lo privado y ahora los demonios cruzan lo público como Pedro por su casa. En vez de pintar su raya borró cualquier indicio que lo motivara a marcarla. Por eso el exceso de confianza no tiene tope al saberse cortejado pese a lo ácido de sus recomendaciones.

Hace más de un año que el gobernador hizo algunos cambios y eso no ha sido garantía de que las cosas mejoren. Ahora que las circunstancias apremian dichos cambios no sabe en quien pudiera confiar, para contrarrestar el protagonismo mediático del expresidente del Consejo Coordinador Empresarial.

Lo ocurrido puede tomarse como una exigencia ordinaria, pero desafortunadamente no ha quedado clara una reacción frente a ella. Los instrumentos del Estado son pobres, los recursos son insuficientes, la voluntad contestaría es nula y las cabezas de algunos funcionarios penden de un hilo, si el jefe del Ejecutivo complace a quien se las está pidiendo.

Es muy lamentable que este empresario mediáticamente y a tabla rasa, ponga la espada de Damocles, sobre la cabeza de funcionarios muy respetables y como botón de muestras bastaría mencionar al secretario de Educación, quien no tiene por qué ser víctima de la mentalidad golpista, que no tiene otro objetivo más que provocar la inestabilidad, para que la ciudadanía comience a reclamar la estabilidad.

Desean generar la añoranza por un pasado en el cual el PRI ayudaba a mejorar sus negocios. Sin duda que buscan crear una corriente de opinión que argumente: Los priistas se mochaban mejor. Lástima porque aquel símbolo de gobierno que nos vendieron tan caro, ahora ellos mismos se encargan de abaratarlo.

Para concluir, sólo diré que son tiempos de apoyar no de golpear; tiempos de fortalecer lo que hay en vez de condenar lo que falta. Ojalá y los funcionarios en quienes el gobernador ha depositado su confianza actúen a la altura, porque es el momento de defender lo logrado, apuntalar lo construido, pelear por lo conseguido. La batalla que viene es entre las cuentas que los funcionarios deben rendir y que el pueblo debe exigir. La democracia que Durango intenta construir y la que los dueños del dinero intentan destruir.