/ sábado 31 de agosto de 2019

Los retos de la Guardia Nacional: Desconfianza y recelos entre corporaciones

La primer y más importante función de todo gobierno es garantizar condiciones para una convivencia armoniosa entre los individuos. La naturaleza humana se desarrolla en constante conflicto con nuestros semejantes; nos confrontan por los encontrados intereses personales y de grupo, nos divide la ambición de poseer recursos materiales, el deseo de dominio de unos sobre otros y la búsqueda de imponer nuestra voluntad, nuestras condiciones a los demás.

De ahí que todos los gobiernos de cualquier latitud y nivel, se comprometen al inicio de su mandato a garantizar la paz y la tranquilidad, bajo el entendido que el conflicto es parte de la cohabitación entre los seres humanos. El Estado es el único ente capaz de aquietar la ira que surge cuando brotan los pugnas; haciendo uso de su facultad exclusiva del uso de la fuerza, a través de la creación y aplicación de la ley.

En México cada sexenio, el nuevo gobierno busca la manera de garantizar la tranquilidad probando diversas estrategias de seguridad pública; casi siempre con nuevas instituciones, modificando las normas jurídicas de la materia, con la intención de mostrar a la sociedad que es una de sus preocupaciones centrales.

En este tenor Felipe Calderón en el 2006 sustituyó la Policía Federal Preventiva y creó la Secretaría de Seguridad Pública; Enrique Peña Nieto en el 2012 disolvió la Secretaría de Seguridad Pública y creó la Comisión Nacional de Seguridad, propiciando con ello que la Policía Federal dependiera de la Secretaría de Gobernación, creando además la Gendarmería Nacional, enviando también la iniciativa de Ley de Seguridad Interior al Congreso de la Unión donde se aprobó, pero luego la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la rechazó; ahora Andrés Manuel López Obrador crea nuevamente la Secretaría de Seguridad Pública e instaura la Guardia Nacional.

Con esta nueva corporación se pretende agrupar capacidades del Ejercito, la Marina, la Policía Federal, las policías ministeriales, estatales y municipales; para integrar entre todas, la Guardia Nacional. Organismo que enfrenta enormes dificultades para fusionar atribuciones, hoy distribuidas entre las diversas instituciones de seguridad nacional y de seguridad pública. Las resistencias a la integración es de grandes proporciones, siendo las más conocidas, las de los integrantes de la Policía Federal, quienes se han manifestado públicamente contra de la licuefacción de jurisdicciones y operación logística, realizando protestas públicas, paros laborales y bloqueo de calles y avenidas como el periférico -arteria vial emblemática de la CDMX-, para oponerse a lo que ellos consideran una anexión de su corporación a la nueva institución.

Ésta es una manifestación más de la dificultad que hemos padecido durante los últimos años cuando el gobierno ha combatido al crimen organizado. Las diferentes instituciones tienen serias pugnas para coordinarse, en todos los ámbitos y niveles. Tal y como lo señala Athanasios Hristoulas (revista “Este País”, número 333, Enero 2019, Pág. 52) existen recelos entre el Ejército y la Marina, entre la Policía Federal y las policías estatales, entre éstas y las municipales, convirtiéndose es un problema complejo.

Situación que no es exclusiva de México, ahí este como ejemplo Estados Unidos, donde según los expertos, la rivalidad y falta de coordinación entre la CIA y el FBI propició que el gobierno no se enterara a tiempo de los fatales ataques del 11 de septiembre.

La enorme dificultad que enfrenta esta nueva institución de Seguridad es coordinar a los elementos provenientes de tan disímbolas corporaciones, cuando es bien sabido que las relaciones históricas entre ellas se basan destacadamente en el recelo y la desconfianza, aunado al natural choque de intereses.

En los diferentes cuerpos de seguridad existen burocracias arraigadas que cuando trabajan juntas, la que está al mando toma decisiones con el fin de proteger los intereses de su propia institución sobre las otras.

Es complicado que alguna renuncie a sus prebendas y se someta a los mandatos, instrucciones e intereses de las otras. El desafío de la coordinación está en la realidad cotidiana, en la operación diaria, no en lo que establecen las normas jurídicas, aunque éstas contengan una adecuada distribución de atribuciones.

Los mandos de la Guardia Nacional afrontarán varias circunstancias que contribuyen a hacer más complejo el funcionamiento de la corporación, como la constante rotación personal; práctica común que cataliza la desconfianza entre las distintas instituciones, porque es menos probable que elementos y mandos se comprometan con el organismo cuando existe la alta probabilidad de que los cambien a ciudades lejanas de donde están sus familias, disminuyendo considerablemente su rendimiento.

No son pocas ni sencillas las amenazas que la Guardia Nacional tiene para ser eficaz en su objetivo de garantizar la seguridad de los mexicanos, basta recordar que la Secretaría de la Defensa Nacional cuenta con grandes recursos y tiene capacidad con para imponer sus condiciones operativas y de control de mando, lo que implica que el Ejercito se podría adueñar del control de todas las funciones de seguridad -federales, estatales y locales, tanto de delitos federales, como del orden común- ante la falacia y el camuflaje de una Guardia Nacional incluyente, organizada y plural.

La amenaza al pleno y legítimo derecho que tenemos todos los mexicanos por mandato constitucional, de que el Estado respete los derechos humanos, está en riesgo si la nueva Institución de Seguridad Nacional no resuelve eficazmente las amenazas que enfrenta en su nacimiento. No es una combinación sencilla, militarizar la seguridad pública y al mismo tiempo garantizar los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. El tiempo nos mostrará si la estrategia elegida en esta ocasión es la adecuada y sus resultados resultan en pacificar al país en poco tiempo, tal como fue el compromiso de campaña del actual Presidente.

El verdadero reto de Guardia Nacional es combatir la corrupción en las corporaciones de seguridad, tal como lo ha comprometido el Presidente.

Lo cierto es que desde hace varios años, al igual que en la actualidad, la inseguridad está rebasando al gobierno. No podemos permitir que esta situación empeore, que las autoridades no tengan capacidad de respuesta ante los grupos delictivos y la delincuencia; hoy se impone la necesidad de atacar con eficacia la impunidad, porque ésta es la que provoca que los criminales no paguen por sus delitos y sigan violando la ley, lo que ocasiona el temor de los ciudadanos para realizar sus actividades cotidianas en paz y convivir en armonía.

La primer y más importante función de todo gobierno es garantizar condiciones para una convivencia armoniosa entre los individuos. La naturaleza humana se desarrolla en constante conflicto con nuestros semejantes; nos confrontan por los encontrados intereses personales y de grupo, nos divide la ambición de poseer recursos materiales, el deseo de dominio de unos sobre otros y la búsqueda de imponer nuestra voluntad, nuestras condiciones a los demás.

De ahí que todos los gobiernos de cualquier latitud y nivel, se comprometen al inicio de su mandato a garantizar la paz y la tranquilidad, bajo el entendido que el conflicto es parte de la cohabitación entre los seres humanos. El Estado es el único ente capaz de aquietar la ira que surge cuando brotan los pugnas; haciendo uso de su facultad exclusiva del uso de la fuerza, a través de la creación y aplicación de la ley.

En México cada sexenio, el nuevo gobierno busca la manera de garantizar la tranquilidad probando diversas estrategias de seguridad pública; casi siempre con nuevas instituciones, modificando las normas jurídicas de la materia, con la intención de mostrar a la sociedad que es una de sus preocupaciones centrales.

En este tenor Felipe Calderón en el 2006 sustituyó la Policía Federal Preventiva y creó la Secretaría de Seguridad Pública; Enrique Peña Nieto en el 2012 disolvió la Secretaría de Seguridad Pública y creó la Comisión Nacional de Seguridad, propiciando con ello que la Policía Federal dependiera de la Secretaría de Gobernación, creando además la Gendarmería Nacional, enviando también la iniciativa de Ley de Seguridad Interior al Congreso de la Unión donde se aprobó, pero luego la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la rechazó; ahora Andrés Manuel López Obrador crea nuevamente la Secretaría de Seguridad Pública e instaura la Guardia Nacional.

Con esta nueva corporación se pretende agrupar capacidades del Ejercito, la Marina, la Policía Federal, las policías ministeriales, estatales y municipales; para integrar entre todas, la Guardia Nacional. Organismo que enfrenta enormes dificultades para fusionar atribuciones, hoy distribuidas entre las diversas instituciones de seguridad nacional y de seguridad pública. Las resistencias a la integración es de grandes proporciones, siendo las más conocidas, las de los integrantes de la Policía Federal, quienes se han manifestado públicamente contra de la licuefacción de jurisdicciones y operación logística, realizando protestas públicas, paros laborales y bloqueo de calles y avenidas como el periférico -arteria vial emblemática de la CDMX-, para oponerse a lo que ellos consideran una anexión de su corporación a la nueva institución.

Ésta es una manifestación más de la dificultad que hemos padecido durante los últimos años cuando el gobierno ha combatido al crimen organizado. Las diferentes instituciones tienen serias pugnas para coordinarse, en todos los ámbitos y niveles. Tal y como lo señala Athanasios Hristoulas (revista “Este País”, número 333, Enero 2019, Pág. 52) existen recelos entre el Ejército y la Marina, entre la Policía Federal y las policías estatales, entre éstas y las municipales, convirtiéndose es un problema complejo.

Situación que no es exclusiva de México, ahí este como ejemplo Estados Unidos, donde según los expertos, la rivalidad y falta de coordinación entre la CIA y el FBI propició que el gobierno no se enterara a tiempo de los fatales ataques del 11 de septiembre.

La enorme dificultad que enfrenta esta nueva institución de Seguridad es coordinar a los elementos provenientes de tan disímbolas corporaciones, cuando es bien sabido que las relaciones históricas entre ellas se basan destacadamente en el recelo y la desconfianza, aunado al natural choque de intereses.

En los diferentes cuerpos de seguridad existen burocracias arraigadas que cuando trabajan juntas, la que está al mando toma decisiones con el fin de proteger los intereses de su propia institución sobre las otras.

Es complicado que alguna renuncie a sus prebendas y se someta a los mandatos, instrucciones e intereses de las otras. El desafío de la coordinación está en la realidad cotidiana, en la operación diaria, no en lo que establecen las normas jurídicas, aunque éstas contengan una adecuada distribución de atribuciones.

Los mandos de la Guardia Nacional afrontarán varias circunstancias que contribuyen a hacer más complejo el funcionamiento de la corporación, como la constante rotación personal; práctica común que cataliza la desconfianza entre las distintas instituciones, porque es menos probable que elementos y mandos se comprometan con el organismo cuando existe la alta probabilidad de que los cambien a ciudades lejanas de donde están sus familias, disminuyendo considerablemente su rendimiento.

No son pocas ni sencillas las amenazas que la Guardia Nacional tiene para ser eficaz en su objetivo de garantizar la seguridad de los mexicanos, basta recordar que la Secretaría de la Defensa Nacional cuenta con grandes recursos y tiene capacidad con para imponer sus condiciones operativas y de control de mando, lo que implica que el Ejercito se podría adueñar del control de todas las funciones de seguridad -federales, estatales y locales, tanto de delitos federales, como del orden común- ante la falacia y el camuflaje de una Guardia Nacional incluyente, organizada y plural.

La amenaza al pleno y legítimo derecho que tenemos todos los mexicanos por mandato constitucional, de que el Estado respete los derechos humanos, está en riesgo si la nueva Institución de Seguridad Nacional no resuelve eficazmente las amenazas que enfrenta en su nacimiento. No es una combinación sencilla, militarizar la seguridad pública y al mismo tiempo garantizar los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. El tiempo nos mostrará si la estrategia elegida en esta ocasión es la adecuada y sus resultados resultan en pacificar al país en poco tiempo, tal como fue el compromiso de campaña del actual Presidente.

El verdadero reto de Guardia Nacional es combatir la corrupción en las corporaciones de seguridad, tal como lo ha comprometido el Presidente.

Lo cierto es que desde hace varios años, al igual que en la actualidad, la inseguridad está rebasando al gobierno. No podemos permitir que esta situación empeore, que las autoridades no tengan capacidad de respuesta ante los grupos delictivos y la delincuencia; hoy se impone la necesidad de atacar con eficacia la impunidad, porque ésta es la que provoca que los criminales no paguen por sus delitos y sigan violando la ley, lo que ocasiona el temor de los ciudadanos para realizar sus actividades cotidianas en paz y convivir en armonía.