A pesar de haber sido el protagonista de muchos éxitos de taquilla durante más de dos
décadas, no fue sino hasta este año que se le otorgó la tan deseada estatuilla al famoso
estadounidense Brad Pitt, compitiendo con actores de la talla de Anthony Hopkins, Tom
Hanks y Al Pacino, entre otros.
Paradójicamente no fue por un rol protagónico sino por un rol secundario, lo que en la
academia se conoce como “actor de reparto”.
En todo relato existe un actor principal y varios actores secundarios. Quién es uno y
quiénes los otros, depende del lado que se cuente la historia. En las crónicas del antiguo
imperio egipcio, por ejemplo, se identifica al pueblo hebreo solamente en unos jeroglíficos
de las pirámides.
En la historia bíblica, en cambio, apenas se menciona al faraón en turno, y sin embargo, se
citan por nombre de pila a las parteras que salvaron a Moisés.
Así que podemos decir que en la vida real no existe el rol de “actor de reparto”. Todos
somos protagonistas. Cada quien está llamado a asumir un rol protagónico en su propia
historia que se escribe día a día, de la cual Dios quiere ser guionista, productor y director.
Quienes toman en serio ese rol son los que dejan el anonimato para escribir una historia
digna de ser contada, no porque anhelan la fama, sino porque aceptan la responsabilidad de
su papel.
Puede que hayas vivido como un actor secundario, conformándote con sólo ser parte de la
vida de otros. Puede incluso que hayas hecho “de extra” como los que se contratan en
nuestra entidad, para ser parte del “paisaje” de alguna escena del lejano oeste.
La propuesta el día de hoy es que aceptes tu lugar en el mundo y desarrolles tu rol con
convicción y entusiasmo, aceptando el riesgo, incluso, de que una toma no salga como
pensabas.
¿Qué fue lo que convenció al jurado de la Academia de la actuación de Pitt? A pesar de
tener un rol secundario lo hizo con “mentalidad de protagonista”.