/ sábado 29 de junio de 2019

México carece de un auténtico Plan Nacional de Desarrollo

El pasado viernes la Cámara de Diputados aprobó el “Plan Nacional de Desarrollo” enviado por el Presidente de la República para el periodo 2019-2024, documento que debería contener un proyecto nacional para planificar los programas de desarrollo para los próximos años, tal y como lo establece la Constitución, la Ley de Planeación y las necesidades del país.

El documento enviado por titular del Ejecutivo federal no contempla los principios establecidos en la Constitución, no es un Plan, es una proclama de carácter político, es un discurso en el que el Presidente externa sus propósitos, pero no es el Plan Nacional de Desarrollo que la Constitución le mandata elaborar y enviar a la Cámara de Diputados.

El escrito presidencial carece de estrategias, objetivos, indicadores y criterios de evaluación que permitan saber cuál es el rumbo que tomará el país; de su lectura se desprende que fue “hecho sobre las rodillas”, elaborado al vapor, por tanto está incompleto, es agitador, faccioso y desvinculado de la realidad.

El texto del Ejecutivo no cumple con lo que dispone la Ley de Planeación, no marca un rumbo cierto, carece de estrategias responsables, en ningún lado establece tiempos para cumplir responsabilidades y no tiene indicadores de desempeño, para poder ser evaluados aquellos quienes van a aplicar programas y recursos públicos federales en los próximos cinco años. Es notorio que esta misiva no fue consensada con actores sociales, intelectuales, políticos y económicos. Se trata de un discurso político que le dedica más espacio a criticar el pasado y no plantea estrategias para el futuro, lo mismo carece de proyecciones respecto de la política de fomento económico, no incluye el compromiso concreto de erradicar la pobreza que tanto se pregona en la plaza pública. Ni que decir de los compromisos que México adoptó en la agenda 2030 de la ONU, los ignora por completo.

Tampoco la nota llamada “Plan Nacional de Desarrollo” contempla acciones en materia de protección al medio ambiente y combate al cambio climático. Es una lista de buenos deseos que no pueden cumplirse en nuestra realidad, las supuestas estrategias que plantea son tan ambiguas que pueden conducir a causar más daño del que buscan corregir.

La realidad económica y social de México requieren de un verdadero Plan Nacional de Desarrollo, que sea la hoja de ruta que nos indique el camino para solucionar los agobiantes problemas de inseguridad, desempleo, migración y pobreza; que señale las estrategias económicas para atraer inversiones, fortalecer el comercio, fomentar la productividad e impulsar la micro y mediana industria.

También es necesario subrayar que la planificación dentro de un sistema democrático requiere de involucrar y propiciar la participación activa de los sectores sociales interesados, de todos los que interactúan en una sociedad tan multifacética y plural como la mexicana. Al parecer fue dictado por una persona o un grupo reducido de funcionarios como un ideario, no tiene la formalidad de un Plan, olvida la política de industrialización y los proyectos de infraestructura. Este apunte está plasmado de ocurrencias aisladas sin un sentido integral. De este bosquejo no se pueden desprender políticas públicas serias, viables, eficaces que generen resultados a la población, porque además, las buenas intenciones enunciadas no contemplan un sustento financiero.

Se debe elaborar un nuevo proyecto, sólido, congruente, objetivo, con visión de Estado a corto, mediano y largo plazo, tal y como lo señaló la diputada Josefina Salazar Báez durante el debate de antier. México merece y requiere un propósito de desarrollo competitivo, con perspectiva de género, que garantice el ejercicio pleno de los derechos humanos y sea incluyente, especialmente con los segmentos de la sociedad más vulnerables.

Ante esta situación estamos perdiendo una oportunidad de proyectar un camino cierto, con estrategias propias a seguir para salir del atraso tecnológico y nuestra débil competitividad internacional, para evadir la dependencia económica de Estados Unidos que ha propiciado lacerantes e inaceptables desigualdades sociales.

Como lo señaló de manera clara el diputado Fernando Galindo Favela hay al menos 100 razones concretas para que el Plan hubiera sido rechazado y se vuelva a elaborar uno que sí cumpla con el contenido de la Constitución y la Ley de Planeación, sin embargo la mayoría parlamentaria en la Cámara de Diputados lo aprobó por mayoría de votos automáticos, desestimando los argumentos en contra del documento.

Esperemos que en el futuro cercano no se arrepientan de tirar a la basura esta oportunidad de haberle dado a México una hoja de ruta adecuada para enfrentar las turbulencias que se avecinan.

El pasado viernes la Cámara de Diputados aprobó el “Plan Nacional de Desarrollo” enviado por el Presidente de la República para el periodo 2019-2024, documento que debería contener un proyecto nacional para planificar los programas de desarrollo para los próximos años, tal y como lo establece la Constitución, la Ley de Planeación y las necesidades del país.

El documento enviado por titular del Ejecutivo federal no contempla los principios establecidos en la Constitución, no es un Plan, es una proclama de carácter político, es un discurso en el que el Presidente externa sus propósitos, pero no es el Plan Nacional de Desarrollo que la Constitución le mandata elaborar y enviar a la Cámara de Diputados.

El escrito presidencial carece de estrategias, objetivos, indicadores y criterios de evaluación que permitan saber cuál es el rumbo que tomará el país; de su lectura se desprende que fue “hecho sobre las rodillas”, elaborado al vapor, por tanto está incompleto, es agitador, faccioso y desvinculado de la realidad.

El texto del Ejecutivo no cumple con lo que dispone la Ley de Planeación, no marca un rumbo cierto, carece de estrategias responsables, en ningún lado establece tiempos para cumplir responsabilidades y no tiene indicadores de desempeño, para poder ser evaluados aquellos quienes van a aplicar programas y recursos públicos federales en los próximos cinco años. Es notorio que esta misiva no fue consensada con actores sociales, intelectuales, políticos y económicos. Se trata de un discurso político que le dedica más espacio a criticar el pasado y no plantea estrategias para el futuro, lo mismo carece de proyecciones respecto de la política de fomento económico, no incluye el compromiso concreto de erradicar la pobreza que tanto se pregona en la plaza pública. Ni que decir de los compromisos que México adoptó en la agenda 2030 de la ONU, los ignora por completo.

Tampoco la nota llamada “Plan Nacional de Desarrollo” contempla acciones en materia de protección al medio ambiente y combate al cambio climático. Es una lista de buenos deseos que no pueden cumplirse en nuestra realidad, las supuestas estrategias que plantea son tan ambiguas que pueden conducir a causar más daño del que buscan corregir.

La realidad económica y social de México requieren de un verdadero Plan Nacional de Desarrollo, que sea la hoja de ruta que nos indique el camino para solucionar los agobiantes problemas de inseguridad, desempleo, migración y pobreza; que señale las estrategias económicas para atraer inversiones, fortalecer el comercio, fomentar la productividad e impulsar la micro y mediana industria.

También es necesario subrayar que la planificación dentro de un sistema democrático requiere de involucrar y propiciar la participación activa de los sectores sociales interesados, de todos los que interactúan en una sociedad tan multifacética y plural como la mexicana. Al parecer fue dictado por una persona o un grupo reducido de funcionarios como un ideario, no tiene la formalidad de un Plan, olvida la política de industrialización y los proyectos de infraestructura. Este apunte está plasmado de ocurrencias aisladas sin un sentido integral. De este bosquejo no se pueden desprender políticas públicas serias, viables, eficaces que generen resultados a la población, porque además, las buenas intenciones enunciadas no contemplan un sustento financiero.

Se debe elaborar un nuevo proyecto, sólido, congruente, objetivo, con visión de Estado a corto, mediano y largo plazo, tal y como lo señaló la diputada Josefina Salazar Báez durante el debate de antier. México merece y requiere un propósito de desarrollo competitivo, con perspectiva de género, que garantice el ejercicio pleno de los derechos humanos y sea incluyente, especialmente con los segmentos de la sociedad más vulnerables.

Ante esta situación estamos perdiendo una oportunidad de proyectar un camino cierto, con estrategias propias a seguir para salir del atraso tecnológico y nuestra débil competitividad internacional, para evadir la dependencia económica de Estados Unidos que ha propiciado lacerantes e inaceptables desigualdades sociales.

Como lo señaló de manera clara el diputado Fernando Galindo Favela hay al menos 100 razones concretas para que el Plan hubiera sido rechazado y se vuelva a elaborar uno que sí cumpla con el contenido de la Constitución y la Ley de Planeación, sin embargo la mayoría parlamentaria en la Cámara de Diputados lo aprobó por mayoría de votos automáticos, desestimando los argumentos en contra del documento.

Esperemos que en el futuro cercano no se arrepientan de tirar a la basura esta oportunidad de haberle dado a México una hoja de ruta adecuada para enfrentar las turbulencias que se avecinan.