/ domingo 18 de noviembre de 2018

Modernidad o retroceso, el reto de universitarios en la elección de rector

Afortunadamente el voto corporativo quedó atrás, o al menos eso se percibe. Los hechos violentos como el que involucró al dirigente de la FEUD no deben impactar el proceso electoral.

En medio de un escenario de incertidumbre generado por especulaciones y señalamientos sobre la presunta injerencia de actores de la política en el proceso, la efervescencia política en la UJED llegará a su clímax esta semana, cuando alrededor de dos mil 300 universitarios, entre docentes, administrativos, directivos y la representación del alumnado, voten para elegir al próximo rector, de entre los tres candidatos finalistas: Rubén Solís, Jorge Cisneros y Manuel Murillo.

Al no vislumbrarse un ganador seguro, en los últimos días se intensificó la rumorología, con versiones en ocasiones hasta descabelladas para tratar de descalificar a uno u otro de los contendientes y que en nada le abonan al clima (aunque sea fachada) de tranquilidad que ha permeado hasta ahora en las campañas de proselitismo.

La habilidad del jefe político en la entidad de propiciar en los hechos libertad democrática de los universitarios para decidir sobre sus autoridades, al mantenerse al margen del proceso electoral, debiera ser un acicate para que la “comunidad juarista”, determine en armonía y tranquilidad, sin menoscabo de la universalidad de ideas y afinidades, el rumbo de la Máxima Casa de Estudios.

Otro factor, que en lugar de motivar desalentó e inconformó a la comunidad universitaria, fue el anquilosado y antidemocrático, según calificativo que le endilgaron varios universitarios, esquema que se utilizó en la organización del foro en que los participantes expusieron sus respectivas propuestas, en un ambiente excluyente y desangelado.

Fue la oportunidad desperdiciada para que el Comité Electoral se quitara los señalamientos por mala organización de la competencia, con críticas por supuestos sesgos para beneficiar a uno de los candidatos. El autoritarismo que mostró durante el foro, que no tuvo nada del debate anunciado, al cortar de tajo las réplicas, causó molestia y más “observaciones” de que la actuación de sus miembros era opaca y parcial.

Los universitarios ya deberían estar preparados a la incursión de factores externos en este tipo de elecciones. Pero parece que no es así, o quienes se rasgan las vestiduras en aras supuestamente de violación a la autonomía, es porque así les conviene para mantener vivos los privilegios de que han gozado. Y que eso si daña más a la institución.

Los rumores inducidos con fines aviesos no deben vencer la madurez política de los universitarios para identificar engaños o verdades a medias, y al final dejarse persuadir y o cautivar, por la propuesta que realmente represente el auténtico afán por llevar a la UJED a mejores derroteros educativos.

Afortunadamente el voto corporativo quedó atrás, o al menos eso se percibe.

Los hechos violentos como el que involucró al dirigente de la FEUD no deben impactar el proceso electoral. Los candidatos deben buscar el sufragio entre los 200 delegados que representarán a la base de los alumnos, entre los que priva la indignación por la actuación deshonesta de sus dirigentes.

Ese sectarismo nocivo que prevalece hasta ahora en la Universidad, deberá erradicarse después de la elección, so pena de no hacerlo, de restarle legitimidad a quien llegue a ocupar la silla principal del Edificio Central, y por ende debilitar a la institución que retrocedería en la intención de alcanzar la excelencia educativa.

La polarización de los “juaristas”, es un escenario no deseado que genera inestabilidad, y que se yergue como barrera al cumplimiento de los objetivos académicos que hasta ahora se le han negado a la Universidad Juárez del Estado de Durango.

Están en puerta los compromisos económicos de fin de año que necesitan de la participación gubernamental para solventarlos. Los candidatos deberán planear desde ahora, la forma en que gestionarán los apoyos extraordinarios para completar la nómina de la UJED. Y si prevalece la división, será difícil.

El escenario de incertidumbre que impera entre la fragmentada comunidad universitaria, podría generar un triunfador con mínimo de legitimidad, que ha la postre reflejaría una Universidad débil, que a nadie serviría.

Los universitarios están ante la oportunidad histórica de erradicar vicios y paradigmas que en el pasado colocaron a la UJED entre las universidades con mayor atraso en el país.

Demostrar en los hechos, que están preparados para dar el salto hacia la verdadera autonomía e independencia y convertir a la UJED en una universidad de excelencia, es un reto que deben salvar para bien de las presentes y futuras generaciones.


Afortunadamente el voto corporativo quedó atrás, o al menos eso se percibe. Los hechos violentos como el que involucró al dirigente de la FEUD no deben impactar el proceso electoral.

En medio de un escenario de incertidumbre generado por especulaciones y señalamientos sobre la presunta injerencia de actores de la política en el proceso, la efervescencia política en la UJED llegará a su clímax esta semana, cuando alrededor de dos mil 300 universitarios, entre docentes, administrativos, directivos y la representación del alumnado, voten para elegir al próximo rector, de entre los tres candidatos finalistas: Rubén Solís, Jorge Cisneros y Manuel Murillo.

Al no vislumbrarse un ganador seguro, en los últimos días se intensificó la rumorología, con versiones en ocasiones hasta descabelladas para tratar de descalificar a uno u otro de los contendientes y que en nada le abonan al clima (aunque sea fachada) de tranquilidad que ha permeado hasta ahora en las campañas de proselitismo.

La habilidad del jefe político en la entidad de propiciar en los hechos libertad democrática de los universitarios para decidir sobre sus autoridades, al mantenerse al margen del proceso electoral, debiera ser un acicate para que la “comunidad juarista”, determine en armonía y tranquilidad, sin menoscabo de la universalidad de ideas y afinidades, el rumbo de la Máxima Casa de Estudios.

Otro factor, que en lugar de motivar desalentó e inconformó a la comunidad universitaria, fue el anquilosado y antidemocrático, según calificativo que le endilgaron varios universitarios, esquema que se utilizó en la organización del foro en que los participantes expusieron sus respectivas propuestas, en un ambiente excluyente y desangelado.

Fue la oportunidad desperdiciada para que el Comité Electoral se quitara los señalamientos por mala organización de la competencia, con críticas por supuestos sesgos para beneficiar a uno de los candidatos. El autoritarismo que mostró durante el foro, que no tuvo nada del debate anunciado, al cortar de tajo las réplicas, causó molestia y más “observaciones” de que la actuación de sus miembros era opaca y parcial.

Los universitarios ya deberían estar preparados a la incursión de factores externos en este tipo de elecciones. Pero parece que no es así, o quienes se rasgan las vestiduras en aras supuestamente de violación a la autonomía, es porque así les conviene para mantener vivos los privilegios de que han gozado. Y que eso si daña más a la institución.

Los rumores inducidos con fines aviesos no deben vencer la madurez política de los universitarios para identificar engaños o verdades a medias, y al final dejarse persuadir y o cautivar, por la propuesta que realmente represente el auténtico afán por llevar a la UJED a mejores derroteros educativos.

Afortunadamente el voto corporativo quedó atrás, o al menos eso se percibe.

Los hechos violentos como el que involucró al dirigente de la FEUD no deben impactar el proceso electoral. Los candidatos deben buscar el sufragio entre los 200 delegados que representarán a la base de los alumnos, entre los que priva la indignación por la actuación deshonesta de sus dirigentes.

Ese sectarismo nocivo que prevalece hasta ahora en la Universidad, deberá erradicarse después de la elección, so pena de no hacerlo, de restarle legitimidad a quien llegue a ocupar la silla principal del Edificio Central, y por ende debilitar a la institución que retrocedería en la intención de alcanzar la excelencia educativa.

La polarización de los “juaristas”, es un escenario no deseado que genera inestabilidad, y que se yergue como barrera al cumplimiento de los objetivos académicos que hasta ahora se le han negado a la Universidad Juárez del Estado de Durango.

Están en puerta los compromisos económicos de fin de año que necesitan de la participación gubernamental para solventarlos. Los candidatos deberán planear desde ahora, la forma en que gestionarán los apoyos extraordinarios para completar la nómina de la UJED. Y si prevalece la división, será difícil.

El escenario de incertidumbre que impera entre la fragmentada comunidad universitaria, podría generar un triunfador con mínimo de legitimidad, que ha la postre reflejaría una Universidad débil, que a nadie serviría.

Los universitarios están ante la oportunidad histórica de erradicar vicios y paradigmas que en el pasado colocaron a la UJED entre las universidades con mayor atraso en el país.

Demostrar en los hechos, que están preparados para dar el salto hacia la verdadera autonomía e independencia y convertir a la UJED en una universidad de excelencia, es un reto que deben salvar para bien de las presentes y futuras generaciones.