/ domingo 13 de octubre de 2019

¿Morena, partido o mazacote?

En la búsqueda del poder de la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador optó por romper con el PRD y crear un movimiento a imagen y semejanza de sus aspiraciones, incoloro, sin ideologías ni programa, sino sólo recoger la irritación social sobre los saldos que años de una política económica y social, y un tramo ya largo de violencia e inseguridad azotaban a la nación, además de un hartazgo con la corrupción e impunidad de parte de la sociedad con la élite política gobernante.

Los años de militante político partidista le enseñaron que los partidos políticos son necesarios para acceder al poder, para organizar campañas, tener representación electoral en las casillas y obvio recursos económicos para hacer política, pero también fue testigo y actor del vaciamiento ideológico y programático de ellos y del pragmatismo con el que actuaban los dirigentes; sus intensos recorridos por todo el país le enseñaron el lenguaje y las formas de comportamiento, y hasta vestimenta del pueblo sencillo es decir del ciudadano de a pie no sólo de los barrios y colonias sino sobre todo de los pueblos rurales, para identificarse con ellos.

Sus antecedentes de trabajo en pequeñas comunidades cuando era un fervoroso militante del PRI, en un tiempo de intenso discurso nacionalista y de búsqueda autárquica con programas sociales, sin duda que lo marcó para sus luchas políticas posteriores, pero desde entonces lo alejó del proceso modernizador que venía sucediéndose en el país, y creo que nunca la ha interesado el contexto internacional y sus dinámicas, mismo que hoy mantiene con lo que acontece en el mundo. Pero todo ello le hizo encarnar un liderazgo para el momento del hartazgo y la irritación social en nuestro país.


Sin duda que a la ruptura con el PRD, López Obrador, no imaginaba el mayúsculo fracaso que tendría el gobierno de Peña Nieto y los señalamientos de corrupción que lo acompañarían ; y menos que derivado de la crisis financiera del 2008 las secuelas dejarían a la clase política tradicional y sus partidos políticos en un gran desprestigio y aunado a los resultados con las llamadas reformas estructurales que todo ello dio pie a movimientos sociales y al igual que en el mundo al resurgimiento de populistas buscando asaltar el poder aprovechando justo las condiciones de hartazgo con la corrupción, la impunidad y los saldos de crecimiento económico mediocre y desempleo de la gente y obvio México no era la excepción a este proceso histórico.

La formación de un movimiento político que desde un inicio llamó de regeneración nacional tuvo la concepción del “partido atrapa todo” o “catch-all party”, también llamado “partido escoba”, que definitivamente logró aglutinar a actores de todos los sectores y de diversas ideologías, o sin ellas, pero también múltiples intereses grupales o personales que hicieron un verdadero mazacote político que se pudo mantener gracias al liderazgo unipersonal de López Obrador pero que en su estructura no logró tener la capacidad de cimentarse ni de mantener una organicidad ni mucho menos una cultura de ser una institución política.

Una razón es que a muchos de los que se sumaron al movimiento no los atraía la militancia partidista y sólo buscaban sus espacios en el Congreso o la administración federal, y otros venían justo de crisis de sus anteriores partidos que prefirieron desde un principio no entrar a las luchas internas, pero muchos al contrario, trajeron de sus anteriores organizaciones partidarias lo peor del sectarismo y la tribalización se hizo presente, es más, no pocos pensaron que el primero de junio era el inicio de una revolución política y se asumieron como sus paladines, pues todo esto es lo que es Morena.

Este fin de semana en la elección de los delegados en los distritos federales electorales, todo lo anterior se ha manifestado con chanchullos en las asambleas distritales, padrones alterados, fake news, golpes, balazos y heridos entre algunas de las cosas sobresalientes del partido político gobernante, quizá por ello conociendo muy bien sus entrañas López Obrador proponía una encuesta para la elección de la dirigencia y hasta amenazó de separarse de su Frankestein, pues sólo él sabe lo que realmente es.

Ese movimiento logró el objetivo de quien lo formó, pero no se inscribe de ninguna manera como una alternativa fundacional de un nuevo sistema político democrático del siglo XXI, sirve, ahora sí, para dar mayoría a las votaciones en las iniciativas legislativas del ejecutivo pero nada más, es más no acompaña al presidente ni en su gobernanza y a éste sólo le queda entonces hacer un gobierno eficiente que de resultados que por cierto también se ve muy lejos de hacerlo por la incapacidad, inexperiencia estilo unipersonal de gobernar del ejecutivo y su discurso polarizante, en torno internacional difícil y ausencia real y objetivo de un proyecto de nación.

El reto no es menor, a diez meses se ve una gran capacidad destructiva pero nada de construcción, la pregunta es hasta cuándo el respaldo popular se mantendrá para el presidente y cuánto más se tardará en deslindarse de Morena si éste en vez de Partido en el poder se sigue manifestando sólo como mazacote de intereses políticos.

En la búsqueda del poder de la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador optó por romper con el PRD y crear un movimiento a imagen y semejanza de sus aspiraciones, incoloro, sin ideologías ni programa, sino sólo recoger la irritación social sobre los saldos que años de una política económica y social, y un tramo ya largo de violencia e inseguridad azotaban a la nación, además de un hartazgo con la corrupción e impunidad de parte de la sociedad con la élite política gobernante.

Los años de militante político partidista le enseñaron que los partidos políticos son necesarios para acceder al poder, para organizar campañas, tener representación electoral en las casillas y obvio recursos económicos para hacer política, pero también fue testigo y actor del vaciamiento ideológico y programático de ellos y del pragmatismo con el que actuaban los dirigentes; sus intensos recorridos por todo el país le enseñaron el lenguaje y las formas de comportamiento, y hasta vestimenta del pueblo sencillo es decir del ciudadano de a pie no sólo de los barrios y colonias sino sobre todo de los pueblos rurales, para identificarse con ellos.

Sus antecedentes de trabajo en pequeñas comunidades cuando era un fervoroso militante del PRI, en un tiempo de intenso discurso nacionalista y de búsqueda autárquica con programas sociales, sin duda que lo marcó para sus luchas políticas posteriores, pero desde entonces lo alejó del proceso modernizador que venía sucediéndose en el país, y creo que nunca la ha interesado el contexto internacional y sus dinámicas, mismo que hoy mantiene con lo que acontece en el mundo. Pero todo ello le hizo encarnar un liderazgo para el momento del hartazgo y la irritación social en nuestro país.


Sin duda que a la ruptura con el PRD, López Obrador, no imaginaba el mayúsculo fracaso que tendría el gobierno de Peña Nieto y los señalamientos de corrupción que lo acompañarían ; y menos que derivado de la crisis financiera del 2008 las secuelas dejarían a la clase política tradicional y sus partidos políticos en un gran desprestigio y aunado a los resultados con las llamadas reformas estructurales que todo ello dio pie a movimientos sociales y al igual que en el mundo al resurgimiento de populistas buscando asaltar el poder aprovechando justo las condiciones de hartazgo con la corrupción, la impunidad y los saldos de crecimiento económico mediocre y desempleo de la gente y obvio México no era la excepción a este proceso histórico.

La formación de un movimiento político que desde un inicio llamó de regeneración nacional tuvo la concepción del “partido atrapa todo” o “catch-all party”, también llamado “partido escoba”, que definitivamente logró aglutinar a actores de todos los sectores y de diversas ideologías, o sin ellas, pero también múltiples intereses grupales o personales que hicieron un verdadero mazacote político que se pudo mantener gracias al liderazgo unipersonal de López Obrador pero que en su estructura no logró tener la capacidad de cimentarse ni de mantener una organicidad ni mucho menos una cultura de ser una institución política.

Una razón es que a muchos de los que se sumaron al movimiento no los atraía la militancia partidista y sólo buscaban sus espacios en el Congreso o la administración federal, y otros venían justo de crisis de sus anteriores partidos que prefirieron desde un principio no entrar a las luchas internas, pero muchos al contrario, trajeron de sus anteriores organizaciones partidarias lo peor del sectarismo y la tribalización se hizo presente, es más, no pocos pensaron que el primero de junio era el inicio de una revolución política y se asumieron como sus paladines, pues todo esto es lo que es Morena.

Este fin de semana en la elección de los delegados en los distritos federales electorales, todo lo anterior se ha manifestado con chanchullos en las asambleas distritales, padrones alterados, fake news, golpes, balazos y heridos entre algunas de las cosas sobresalientes del partido político gobernante, quizá por ello conociendo muy bien sus entrañas López Obrador proponía una encuesta para la elección de la dirigencia y hasta amenazó de separarse de su Frankestein, pues sólo él sabe lo que realmente es.

Ese movimiento logró el objetivo de quien lo formó, pero no se inscribe de ninguna manera como una alternativa fundacional de un nuevo sistema político democrático del siglo XXI, sirve, ahora sí, para dar mayoría a las votaciones en las iniciativas legislativas del ejecutivo pero nada más, es más no acompaña al presidente ni en su gobernanza y a éste sólo le queda entonces hacer un gobierno eficiente que de resultados que por cierto también se ve muy lejos de hacerlo por la incapacidad, inexperiencia estilo unipersonal de gobernar del ejecutivo y su discurso polarizante, en torno internacional difícil y ausencia real y objetivo de un proyecto de nación.

El reto no es menor, a diez meses se ve una gran capacidad destructiva pero nada de construcción, la pregunta es hasta cuándo el respaldo popular se mantendrá para el presidente y cuánto más se tardará en deslindarse de Morena si éste en vez de Partido en el poder se sigue manifestando sólo como mazacote de intereses políticos.