/ miércoles 12 de septiembre de 2018

Nicanor Parra, poeta de la incertidumbre

El también físico sabía que la antimateria es tan importante como la materia misma. Heredero del antiarte dadaísta, el antipoeta alzó la voz y afiló las espadas contra la poesía clásica: enredada, endecasílaba, elitista y empolvada en los libreros.

Nicanor Parra fue un escritor que rompió con el pasado lírico que no terminaba de irse a mediados del siglo XX, y abrió un boquete en la muralla de la poesía para que entraran las expresiones populares, los chistes, el humor, los albures, los refranes, la ironía, la publicidad y hasta los objetos de consumo cotidiano.

Nicanor Parra Sandoval nació el 5 de septiembre de 1914 y murió el 23 de enero de 2018 a la edad de 103 años, fue poeta, matemático y físico chileno, hermano de la cantautora y folklorista chilena Violeta Parra.

En 1937 se gradúa en Santiago como profesor de Matemáticas y Física por el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile donde más tarde trabajaría como docente. De esta época es su primer libro de poemas “Cancionero sin nombre”.

Su libro “Poemas y antipoemas” marca un antes y un después en la literatura iberoamericana. La idea de la antipoesía es el gran aporte de Parra a la literatura universal. El también físico sabía que la antimateria es tan importante como la materia misma. Heredero del antiarte dadaísta, el antipoeta alzó la voz y afiló las espadas contra la poesía clásica: enredada, endecasílaba, elitista y empolvada en los libreros.

Nicanor Parra quiso asentar la dualidad y la contradicción como puntos centrales de la creación literaria, estableciendo una solución alternativa al problema de la incertidumbre impuesto por la realidad de entreguerras, que la mayoría de las vanguardias europeas y americanas había enfrentado mediante brillantes manifiestos revolucionarios acerca de alguna nueva certidumbre más o menos plausible.

Pasada la Segunda Guerra Mundial la solución parriana resultó, desde luego, provocadora, de oponer a la incertidumbre no un nuevo dogma, sino más incertidumbre.

Mientras la convención literaria le otorgaría un significado estable, plano, paradójicamente concreto, en el sentido de la inseguridad y la incerteza, la convención parriana desprende de ella un hecho científico alarmante, el principio de Heisenberg, según el cual no es posible determinar simultáneamente algunos pares de variables físicas; por ejemplo, la posición y el momento de un cuerpo. A partir de eso Parra, por su formación científica, nada es cierto salvo en sí mismo, nada, ni siquiera “el color del cristal con que se mira”.

La propia noción de “poemas y antipoemas” incluye esa conciencia de la dualidad. Por ahí hay un famoso verso en que el autor se define a sí mismo como “un embutido de ángel y bestia”. No un cruce, no una cohabitación, sino un embutido brutal, manual y doméstico. Es, en fin, el choque de opuestos -su fusión o su rebote- lo que da vida al artefacto literario. Y aquí volvemos a la física cuántica, en particular a la asociación de materia y antimateria: electrón y positrón que, con su encuentro, permiten el surgimiento del fotón, la luz.

Esa manera de ver el acto poético como una tensión física permanente, que admite y hasta necesita la oposición de pares entre una realidad y algo que pueda llamarse “antirrealidad” -certeza y azar, amor y odio, risa y llanto-, irrumpió con fuerza liberadora en la poesía chilena.

Así, hace confluir al menos tres vertientes del conocimiento: la física cuántica, la tradición literaria y la cultura popular, donde se produce el encuentro entre sus preocupaciones inmediatas de profesor de física, su vocación de hombre de letras enfrentando a las vanguardias de su tiempo y, especialmente, su biografía de chileno provinciano arraigado en la cultura campesina y en el habla popular del sur de Chile, por lo que la antipoesía es así una respuesta basada en principios científicos “de punta”, aplicados a una sociedad letrada occidental mediante argumentos de una cultura popular.

Parra nos invita a redescubrirlo, conocer la física a través de sus palabras y la cultura popular, y sobre todo, caer en la antipoesía para comprender el mundo de una manera literaria.

El también físico sabía que la antimateria es tan importante como la materia misma. Heredero del antiarte dadaísta, el antipoeta alzó la voz y afiló las espadas contra la poesía clásica: enredada, endecasílaba, elitista y empolvada en los libreros.

Nicanor Parra fue un escritor que rompió con el pasado lírico que no terminaba de irse a mediados del siglo XX, y abrió un boquete en la muralla de la poesía para que entraran las expresiones populares, los chistes, el humor, los albures, los refranes, la ironía, la publicidad y hasta los objetos de consumo cotidiano.

Nicanor Parra Sandoval nació el 5 de septiembre de 1914 y murió el 23 de enero de 2018 a la edad de 103 años, fue poeta, matemático y físico chileno, hermano de la cantautora y folklorista chilena Violeta Parra.

En 1937 se gradúa en Santiago como profesor de Matemáticas y Física por el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile donde más tarde trabajaría como docente. De esta época es su primer libro de poemas “Cancionero sin nombre”.

Su libro “Poemas y antipoemas” marca un antes y un después en la literatura iberoamericana. La idea de la antipoesía es el gran aporte de Parra a la literatura universal. El también físico sabía que la antimateria es tan importante como la materia misma. Heredero del antiarte dadaísta, el antipoeta alzó la voz y afiló las espadas contra la poesía clásica: enredada, endecasílaba, elitista y empolvada en los libreros.

Nicanor Parra quiso asentar la dualidad y la contradicción como puntos centrales de la creación literaria, estableciendo una solución alternativa al problema de la incertidumbre impuesto por la realidad de entreguerras, que la mayoría de las vanguardias europeas y americanas había enfrentado mediante brillantes manifiestos revolucionarios acerca de alguna nueva certidumbre más o menos plausible.

Pasada la Segunda Guerra Mundial la solución parriana resultó, desde luego, provocadora, de oponer a la incertidumbre no un nuevo dogma, sino más incertidumbre.

Mientras la convención literaria le otorgaría un significado estable, plano, paradójicamente concreto, en el sentido de la inseguridad y la incerteza, la convención parriana desprende de ella un hecho científico alarmante, el principio de Heisenberg, según el cual no es posible determinar simultáneamente algunos pares de variables físicas; por ejemplo, la posición y el momento de un cuerpo. A partir de eso Parra, por su formación científica, nada es cierto salvo en sí mismo, nada, ni siquiera “el color del cristal con que se mira”.

La propia noción de “poemas y antipoemas” incluye esa conciencia de la dualidad. Por ahí hay un famoso verso en que el autor se define a sí mismo como “un embutido de ángel y bestia”. No un cruce, no una cohabitación, sino un embutido brutal, manual y doméstico. Es, en fin, el choque de opuestos -su fusión o su rebote- lo que da vida al artefacto literario. Y aquí volvemos a la física cuántica, en particular a la asociación de materia y antimateria: electrón y positrón que, con su encuentro, permiten el surgimiento del fotón, la luz.

Esa manera de ver el acto poético como una tensión física permanente, que admite y hasta necesita la oposición de pares entre una realidad y algo que pueda llamarse “antirrealidad” -certeza y azar, amor y odio, risa y llanto-, irrumpió con fuerza liberadora en la poesía chilena.

Así, hace confluir al menos tres vertientes del conocimiento: la física cuántica, la tradición literaria y la cultura popular, donde se produce el encuentro entre sus preocupaciones inmediatas de profesor de física, su vocación de hombre de letras enfrentando a las vanguardias de su tiempo y, especialmente, su biografía de chileno provinciano arraigado en la cultura campesina y en el habla popular del sur de Chile, por lo que la antipoesía es así una respuesta basada en principios científicos “de punta”, aplicados a una sociedad letrada occidental mediante argumentos de una cultura popular.

Parra nos invita a redescubrirlo, conocer la física a través de sus palabras y la cultura popular, y sobre todo, caer en la antipoesía para comprender el mundo de una manera literaria.