/ domingo 1 de marzo de 2020

No se han concretado los cambios que se especulan en el gobierno


Resulta muy tedioso leer y escuchar, los juicios que se especulan en torno a los personajes que van a dejar de ser parte del gabinete del Gobierno del Estado, según la opinión de los analistas y periodistas, que presumen darnos la primicia, sin concretar las razones de su salida ni la fecha de su despedida.

Hasta ahorita han sido mencionados dos funcionarios que los analistas toman de las fuentes del rumor y que de acuerdo con la jactancia de quienes lo sueltan, se ventilan los nombres de Lic. Esteban Calderón Rosas y del C.P. Rubén Calderón, de quienes hasta este momento el ejecutivo del Estado no ha manifestado al respecto su opinión.

Si el gobernador no quiere lastimar la consideración que les guarda para pedirles directamente la renuncia, milagrosamente los astros se han alineado a su favor y para evitarle esa pena, han aparecido los profesionales del trabajo sucio, como la Barra de Abogados encabezada por su presidente, que no ha reparado en hacer escarnio del magistrado Esteban Calderón, a quien mediáticamente ha denostado, y donde el peso de su inconformidad se centra en el bajo perfil que del funcionario ha exhibido, lo que considera grave y suficiente para echarle toda la caballada encima.

Lo mismo sucede con Rubén Calderón Luján, actual secretario de Educación, quien ha realizado un muy buen trabajo, pese al muladar que le heredaron y que la siguen convirtiendo en eso los usuarios de marras que a sus anchas la extorsionan. Pero eso no basta a los intereses políticos a los que les urge que el funcionario sea removido, sin duda para acomodar sus piezas que operen el proceso electoral que se avecina, dando por hecho que la dependencia educativa es punto estratégico para hacer amarres de esa índole. De ahí que se deduzca que la cuna en ese escenario sea mecida por el diputado José Antonio Ochoa.

La institución educativa por el hecho de ser la responsable de la formación de los niños, debiera ser el espacio más respetado, pero desafortunadamente es el más agraviado, con la regla del cálculo político que imponen sus agraviantes, a quienes hasta hoy no les importa convertirla en un botín para respaldar los enjuagues electorales y no los propósitos para los que fue creada.

Pero esa no es la única afrenta que padece la Secretaría, existe también la regla del desorden que imponen aquellos que la convierten en un manicomio, cada vez que el síndrome de la estafa los enloquece y desafortunadamente ninguna camisa de fuerza es suficiente, para controlar el asalto y los desfiguros de que la hacen víctima.

Es lamentable observar cuando los aventureros del oportunismo la secuestran violentando y encadenando las entradas, o cuando las turbas se aglutinan en su interior generando el peor de los escándalos, que lo hacen acompañar de músicas estrepitosas o consignas groseras, que podrían avergonzar a cualquier guarro o carretonero de oficio.

Existe un desequilibrio terrible, ya que los estereotipos y roles de presión colocan a las autoridades en una situación de subordinación y cuando ésta se propone aplicar la ley, llegan al extremo de utilizar a los niños como rehenes, pensando que son de su propiedad y que dejan de serlo, cuando los funcionarios se doblegan y entregan las plazas y claves, que son el motivo del secuestro de los educandos.

Estos simples botones de muestra son suficientes para considerar atípica a esa dependencia, que ni de broma pudiera compararse con ninguna otra, ya que el uso de propios y extraños, han acrisolado la cultura del abuso. De ahí que ningún perfil le embone, dado el cúmulo de intereses que los mueve y que por esas mismas razones sea secuestrada y doblegada, cada vez que a los sicarios de la voracidad se les hincha el capricho de obtener ilegalmente lo que se les antoja. Eso es lo que dificulta las soluciones a la institución y que al mismo tiempo, curiosamente sea lo que los de más arriba sin problemas autorizan.

Así que la maldición es inminente para cualquier perfil que se tuviera a bien designar a la Secretaría de Educación, por muy amigo que soliera ser del gobernador, pese a eso no dejaría de ser víctima de los cárteles del chantaje y la presión, para llevarse a sus negocios lo que esa institución produce.

Por eso, si alguien está a la expectativa de un relevo en la dependencia son estos pescadores de mala nota, que se anticipan a revolver el agua y darle muerte súbita al pescado antes de atraparlo en sus redes perversas.

Ante esta apología del crimen, no es descabellado pensar que el hombre que pudiera estar en la mente del gobernador para dirigir la polémica institución, puede darse ya por estafado, ante la cantidad de estafadores que lo acechan y de no cumplirles cabalmente con el derecho de piso, no vacilarán en convertirse en vulgares cancerberos para abrirle las puertas del infierno, porque no están dispuestos a perdonar ni respetar el valor de ningún personaje por íntegro que sea.

En ese sentido cabe mencionar, que desde hace algún tiempo he observado detenidamente al CP Rubén Calderón, y nunca he tenido razones para dudar de su honestidad. Tiene credenciales académicas y habilidades prácticas de ejecutivo para ejercer esa responsabilidad con eficacia, siendo además sensible en la aplicación de la justicia cuando toma decisiones.

Desde la campaña del gobernador fue muy visible la figura del actual secretario y no es de dudarse que ambos hayan empeñado su palabra, en tratar de corregir la problemática que enfrenta la Secretaría de Educación, la que al ser constantemente allanada, sin duda desgasta la imagen institucional. De ahí que sobrarían motivos para que el titular del Ejecutivo agradeciera la resistencia del secretario y no guardar silencio ante los rumores insidiosos, que dan cabida a la posibilidad de un cambio ingrato, sustentado en la intriga de los intereses cretinos.

Si el gobernador acata las presiones y decide relevar al secretario, en nada beneficiaría su hazaña, ya que el sustituto no detendrá la corrupción externa que atosiga a la institución y sí puede incrementar el pillaje que el actual secretario trata de frenar, tocando los puntos vulnerables que conoce, pero que dejarían de funcionar si éste es suplido por quien los desconoce.

Admito que puedo estar incurriendo en banalidades o juicios subjetivos, pero percibo con toda claridad el imperativo de no frenar el rumor. Pese a eso no veo la necesidad de cambiar a un funcionario que se ha preocupado por reforzar la imagen de la responsabilidad, por otro que sólo venga a ocuparse por la de quien lo designa.

Para concluir sólo agregaré, que haber externado mi modesta opinión sobre dicha temática, no obedece a la consigna de pedir clemencia porque no es culpable a quien pondero; ni tampoco para hacer la imposible odisea del ingenuo ángel salvador. Lo hago porque esos movimientos tienen un alto costo y dicho monto no lo absorbe quien los ejecuta, sino los ciudadanos que tenemos la obligación de contribuir y en mi caso el valor de expresarlo, bajo la sentencia de la conseja popular que “a veces sale más caro el remedio que la enfermedad”.

La gran deuda que tiene el Ejecutivo, tal vez le sea más fácil abonarla cambiando a sus hombres de confianza, que perseguir a aquellos que la deben y que prometió cobrárselas.


Resulta muy tedioso leer y escuchar, los juicios que se especulan en torno a los personajes que van a dejar de ser parte del gabinete del Gobierno del Estado, según la opinión de los analistas y periodistas, que presumen darnos la primicia, sin concretar las razones de su salida ni la fecha de su despedida.

Hasta ahorita han sido mencionados dos funcionarios que los analistas toman de las fuentes del rumor y que de acuerdo con la jactancia de quienes lo sueltan, se ventilan los nombres de Lic. Esteban Calderón Rosas y del C.P. Rubén Calderón, de quienes hasta este momento el ejecutivo del Estado no ha manifestado al respecto su opinión.

Si el gobernador no quiere lastimar la consideración que les guarda para pedirles directamente la renuncia, milagrosamente los astros se han alineado a su favor y para evitarle esa pena, han aparecido los profesionales del trabajo sucio, como la Barra de Abogados encabezada por su presidente, que no ha reparado en hacer escarnio del magistrado Esteban Calderón, a quien mediáticamente ha denostado, y donde el peso de su inconformidad se centra en el bajo perfil que del funcionario ha exhibido, lo que considera grave y suficiente para echarle toda la caballada encima.

Lo mismo sucede con Rubén Calderón Luján, actual secretario de Educación, quien ha realizado un muy buen trabajo, pese al muladar que le heredaron y que la siguen convirtiendo en eso los usuarios de marras que a sus anchas la extorsionan. Pero eso no basta a los intereses políticos a los que les urge que el funcionario sea removido, sin duda para acomodar sus piezas que operen el proceso electoral que se avecina, dando por hecho que la dependencia educativa es punto estratégico para hacer amarres de esa índole. De ahí que se deduzca que la cuna en ese escenario sea mecida por el diputado José Antonio Ochoa.

La institución educativa por el hecho de ser la responsable de la formación de los niños, debiera ser el espacio más respetado, pero desafortunadamente es el más agraviado, con la regla del cálculo político que imponen sus agraviantes, a quienes hasta hoy no les importa convertirla en un botín para respaldar los enjuagues electorales y no los propósitos para los que fue creada.

Pero esa no es la única afrenta que padece la Secretaría, existe también la regla del desorden que imponen aquellos que la convierten en un manicomio, cada vez que el síndrome de la estafa los enloquece y desafortunadamente ninguna camisa de fuerza es suficiente, para controlar el asalto y los desfiguros de que la hacen víctima.

Es lamentable observar cuando los aventureros del oportunismo la secuestran violentando y encadenando las entradas, o cuando las turbas se aglutinan en su interior generando el peor de los escándalos, que lo hacen acompañar de músicas estrepitosas o consignas groseras, que podrían avergonzar a cualquier guarro o carretonero de oficio.

Existe un desequilibrio terrible, ya que los estereotipos y roles de presión colocan a las autoridades en una situación de subordinación y cuando ésta se propone aplicar la ley, llegan al extremo de utilizar a los niños como rehenes, pensando que son de su propiedad y que dejan de serlo, cuando los funcionarios se doblegan y entregan las plazas y claves, que son el motivo del secuestro de los educandos.

Estos simples botones de muestra son suficientes para considerar atípica a esa dependencia, que ni de broma pudiera compararse con ninguna otra, ya que el uso de propios y extraños, han acrisolado la cultura del abuso. De ahí que ningún perfil le embone, dado el cúmulo de intereses que los mueve y que por esas mismas razones sea secuestrada y doblegada, cada vez que a los sicarios de la voracidad se les hincha el capricho de obtener ilegalmente lo que se les antoja. Eso es lo que dificulta las soluciones a la institución y que al mismo tiempo, curiosamente sea lo que los de más arriba sin problemas autorizan.

Así que la maldición es inminente para cualquier perfil que se tuviera a bien designar a la Secretaría de Educación, por muy amigo que soliera ser del gobernador, pese a eso no dejaría de ser víctima de los cárteles del chantaje y la presión, para llevarse a sus negocios lo que esa institución produce.

Por eso, si alguien está a la expectativa de un relevo en la dependencia son estos pescadores de mala nota, que se anticipan a revolver el agua y darle muerte súbita al pescado antes de atraparlo en sus redes perversas.

Ante esta apología del crimen, no es descabellado pensar que el hombre que pudiera estar en la mente del gobernador para dirigir la polémica institución, puede darse ya por estafado, ante la cantidad de estafadores que lo acechan y de no cumplirles cabalmente con el derecho de piso, no vacilarán en convertirse en vulgares cancerberos para abrirle las puertas del infierno, porque no están dispuestos a perdonar ni respetar el valor de ningún personaje por íntegro que sea.

En ese sentido cabe mencionar, que desde hace algún tiempo he observado detenidamente al CP Rubén Calderón, y nunca he tenido razones para dudar de su honestidad. Tiene credenciales académicas y habilidades prácticas de ejecutivo para ejercer esa responsabilidad con eficacia, siendo además sensible en la aplicación de la justicia cuando toma decisiones.

Desde la campaña del gobernador fue muy visible la figura del actual secretario y no es de dudarse que ambos hayan empeñado su palabra, en tratar de corregir la problemática que enfrenta la Secretaría de Educación, la que al ser constantemente allanada, sin duda desgasta la imagen institucional. De ahí que sobrarían motivos para que el titular del Ejecutivo agradeciera la resistencia del secretario y no guardar silencio ante los rumores insidiosos, que dan cabida a la posibilidad de un cambio ingrato, sustentado en la intriga de los intereses cretinos.

Si el gobernador acata las presiones y decide relevar al secretario, en nada beneficiaría su hazaña, ya que el sustituto no detendrá la corrupción externa que atosiga a la institución y sí puede incrementar el pillaje que el actual secretario trata de frenar, tocando los puntos vulnerables que conoce, pero que dejarían de funcionar si éste es suplido por quien los desconoce.

Admito que puedo estar incurriendo en banalidades o juicios subjetivos, pero percibo con toda claridad el imperativo de no frenar el rumor. Pese a eso no veo la necesidad de cambiar a un funcionario que se ha preocupado por reforzar la imagen de la responsabilidad, por otro que sólo venga a ocuparse por la de quien lo designa.

Para concluir sólo agregaré, que haber externado mi modesta opinión sobre dicha temática, no obedece a la consigna de pedir clemencia porque no es culpable a quien pondero; ni tampoco para hacer la imposible odisea del ingenuo ángel salvador. Lo hago porque esos movimientos tienen un alto costo y dicho monto no lo absorbe quien los ejecuta, sino los ciudadanos que tenemos la obligación de contribuir y en mi caso el valor de expresarlo, bajo la sentencia de la conseja popular que “a veces sale más caro el remedio que la enfermedad”.

La gran deuda que tiene el Ejecutivo, tal vez le sea más fácil abonarla cambiando a sus hombres de confianza, que perseguir a aquellos que la deben y que prometió cobrárselas.