/ domingo 7 de abril de 2019

Nuestro bien y nuestro mal existen en nuestra propia voluntad

Es el triunfo el que hace grandes a los seres humanos; está hecho de preparación, espera y oportunidades. El trabajo es la ley de la felicidad; para el hombre ocupado no hay día largo. Sólo el trabajo honrado, hecho a conciencia y con buena intención, logra dar provecho y honra.

El que trabaja con diligencia pero sin método, arroja con una mano lo que gana con la otra. El buen fruto del trabajo es el placer más dulce. Mucha gente sólo trata de vivir con el menor esfuerzo posible; además, el trabajo nos hace olvidar las penas y es el remedio del tedio.

Sin salud la vida no es vida; es un estado de depresión que no se puede vivir con ánimo, con entusiasmo, dispuestos a alcanzar lo que nos prometemos. Por desgracia, cuántas veces no sabemos lo que vale la salud hasta que se ha perdido. La felicidad se encuentra principalmente en la salud.

Trabajo y precaución son las dos columnas fundamentales de la salud. La salud es bendición del rico y riqueza del pobre. Su precio no es caro para comprarla. Dinero que compra la salud no es mal empleado. Lo primero que debemos desear siempre es la salud.

Toda persona que no se da oportunidad de reflexionar, no tiene tiempo de juzgarse a sí mismo. Es importante considerar que recapacitar antes de decir o hacer algo, nos favorece de muchas situaciones adversas; pues una vez dicho o hecho lo que no debíamos, ya no podremos remediarlo. Una buena reputación es un segundo patrimonio. Cuidemos nuestra reputación, no por vanidad, sino para no dañar nuestra obra y por amor a la verdad.

No somos más santos porque nos alaben ni más infames porque nos desprecien. El modo de adquirir una buena imagen es esforzándonos por lograr lo que fielmente se quiere ser. Pero, sobre todo, hay que tener buenos sentimientos.

El desborde emocional en un entorno laboral, es cuando determinada emoción nos sobrepasa y no podemos más que manifestarla; aún cuando no es por causa de un problema laboral. Y ello sucede porque al trabajo sin duda tenemos que llevar nuestra manera de ser. Y esta manera de ser arrastra un peso considerable de emociones de nuestra vida personal. Así tenemos: alegrías, tristezas, temores, enfados, que nos acompañan en nuestro desempeño. Y no hace falta más que un pequeño detonante para que explotemos.

Dicha explosión por supuesto es laboral y se cree que su emoción es igualmente, cuando ésta se venía cocinando desde hace tiempo. Así, una persona de naturaleza irascible, por cuestiones no resueltas en su vida, estalla en cualquier situación y grita y da puñetazos contra la mesa. Cuando no sabemos controlar nuestras emociones, nos convertimos en rehenes de ellas, haciendo y diciendo cosas de las que luego nos arrepentimos pero ya es demasiado tarde.

La arrogancia tiene su raíz en un profundo y escondido sentimiento de inferioridad y, para contrarrestarlo se bravuconea. El problema es que la arrogancia no suele causar buena impresión, ni facilita la interactuación con los demás. Sin embargo el arrogante cree que lo aceptan por su gran valía. Puede que algunos con menos autoestima se arrimen a su sombra, pero pronto descubren su soberbia y se dan cuenta de que es un individuo sin ningún valor moral.

El autoritarismo es una estrategia de manipulación que pretende conseguir que los demás hagan lo que el autoritario quiere, para tener todo controlado. Sólo que dicha táctica no es nada sutil sino directa, dura, avasalladora, que suele atraer ciertos efectos como conflictos, rechazos, mal clima laboral. La verdadera autoridad se gana día a día y ella la dan los mismos subordinados.

Estar al servicio de los subordinados es entender que la función de un timonel no sólo es marcar el rumbo, sino asegurarse de la coordinación y el fiel cumplimiento del deber de cada uno de los dependientes, facilitándoles su labor y motivándolos ecuánimemente. Siendo así, están asegurados los buenos resultados de la institución. Cada directivo debe estar seguro de las decisiones que toma y, sin duda su personal tendrá más confianza en él, por su neutralidad, imparcialidad, actitud de servicio y a su vez apoyarán con gusto en toda situación que se requiera.

Es el triunfo el que hace grandes a los seres humanos; está hecho de preparación, espera y oportunidades. El trabajo es la ley de la felicidad; para el hombre ocupado no hay día largo. Sólo el trabajo honrado, hecho a conciencia y con buena intención, logra dar provecho y honra.

El que trabaja con diligencia pero sin método, arroja con una mano lo que gana con la otra. El buen fruto del trabajo es el placer más dulce. Mucha gente sólo trata de vivir con el menor esfuerzo posible; además, el trabajo nos hace olvidar las penas y es el remedio del tedio.

Sin salud la vida no es vida; es un estado de depresión que no se puede vivir con ánimo, con entusiasmo, dispuestos a alcanzar lo que nos prometemos. Por desgracia, cuántas veces no sabemos lo que vale la salud hasta que se ha perdido. La felicidad se encuentra principalmente en la salud.

Trabajo y precaución son las dos columnas fundamentales de la salud. La salud es bendición del rico y riqueza del pobre. Su precio no es caro para comprarla. Dinero que compra la salud no es mal empleado. Lo primero que debemos desear siempre es la salud.

Toda persona que no se da oportunidad de reflexionar, no tiene tiempo de juzgarse a sí mismo. Es importante considerar que recapacitar antes de decir o hacer algo, nos favorece de muchas situaciones adversas; pues una vez dicho o hecho lo que no debíamos, ya no podremos remediarlo. Una buena reputación es un segundo patrimonio. Cuidemos nuestra reputación, no por vanidad, sino para no dañar nuestra obra y por amor a la verdad.

No somos más santos porque nos alaben ni más infames porque nos desprecien. El modo de adquirir una buena imagen es esforzándonos por lograr lo que fielmente se quiere ser. Pero, sobre todo, hay que tener buenos sentimientos.

El desborde emocional en un entorno laboral, es cuando determinada emoción nos sobrepasa y no podemos más que manifestarla; aún cuando no es por causa de un problema laboral. Y ello sucede porque al trabajo sin duda tenemos que llevar nuestra manera de ser. Y esta manera de ser arrastra un peso considerable de emociones de nuestra vida personal. Así tenemos: alegrías, tristezas, temores, enfados, que nos acompañan en nuestro desempeño. Y no hace falta más que un pequeño detonante para que explotemos.

Dicha explosión por supuesto es laboral y se cree que su emoción es igualmente, cuando ésta se venía cocinando desde hace tiempo. Así, una persona de naturaleza irascible, por cuestiones no resueltas en su vida, estalla en cualquier situación y grita y da puñetazos contra la mesa. Cuando no sabemos controlar nuestras emociones, nos convertimos en rehenes de ellas, haciendo y diciendo cosas de las que luego nos arrepentimos pero ya es demasiado tarde.

La arrogancia tiene su raíz en un profundo y escondido sentimiento de inferioridad y, para contrarrestarlo se bravuconea. El problema es que la arrogancia no suele causar buena impresión, ni facilita la interactuación con los demás. Sin embargo el arrogante cree que lo aceptan por su gran valía. Puede que algunos con menos autoestima se arrimen a su sombra, pero pronto descubren su soberbia y se dan cuenta de que es un individuo sin ningún valor moral.

El autoritarismo es una estrategia de manipulación que pretende conseguir que los demás hagan lo que el autoritario quiere, para tener todo controlado. Sólo que dicha táctica no es nada sutil sino directa, dura, avasalladora, que suele atraer ciertos efectos como conflictos, rechazos, mal clima laboral. La verdadera autoridad se gana día a día y ella la dan los mismos subordinados.

Estar al servicio de los subordinados es entender que la función de un timonel no sólo es marcar el rumbo, sino asegurarse de la coordinación y el fiel cumplimiento del deber de cada uno de los dependientes, facilitándoles su labor y motivándolos ecuánimemente. Siendo así, están asegurados los buenos resultados de la institución. Cada directivo debe estar seguro de las decisiones que toma y, sin duda su personal tendrá más confianza en él, por su neutralidad, imparcialidad, actitud de servicio y a su vez apoyarán con gusto en toda situación que se requiera.