/ viernes 15 de mayo de 2020

Nuestros jóvenes son la base para un futuro mejor

Con la amable anuencia de la dirección del más selecto periódico “El Sol de Durango”, me permito reanudar actividades escribiendo artículos que tengan a bien interpretar nuestros amables lectores.

En lo sucesivo, ruego me concedan estilar el seudónimo “El Lazarillo de la Montaña”, con el cual me identificaba en determinadas ediciones que dirigía a mis compañeros de trabajo cuando estaba en servicio en el sistema magisterial; pues mi labor educativa trascendía con mayor asiduidad en el medio rural. Mi único propósito es aportar mi granito de arena para el bienestar familiar y social de mis contemporáneos duranguenses, a quienes hago patente mi solidaridad íntegra y la manifestación del más elocuente respeto y sinceridad.

Hoy redacto reflexiones para nuestros connotados jóvenes con fines meramente educativos, formativos, motivacionales, en busca de sensibilizarlos, concientizarlos acerca de los problemas que los rodean e inducirlos a asumir responsables actitudes acordes a la primavera de su vida. Son criterios usuales, sencillos, accesibles, pero a la vez cuestiones útiles, provechosas, que mucho pueden ayudar para su satisfacción personal.

Mi mayor aspiración es sembrar en nuestros jóvenes, inquietudes que se traduzcan en actitudes positivas que los lleven a aprender más y más y estén cada día mejor preparados para enfrentarse a la vida. Tales consideraciones tienen la finalidad de que logren cabalmente el noble propósito de sacudir, remover, excitar, su conciencia, su voluntad, su mente, su espíritu, de manera que les llame la atención, les de puntos de vista, consejos, insinuaciones, recomendaciones, que despierten su interés por evitar aspectos y hechos peligrosos que pueden desestabilizar su devenir cotidiano.

El interés, la curiosidad, la inquietud, reafirman en el joven el saber, conocer, aprender todo aquello que contribuya a su evolución; al estudio y a la lectura, al percatarse de sí mismo, de lo que piensa, dice y hace, así como lo que acontece en su entorno vital y cómo le afecta; dirige su atención hacia diversas facetas esenciales de la vida, cuando generalmente pasan inadvertidos para la mayoría de las personas, por estar inmersas en la rutina, la indiferencia y el conformismo. Cambia su mentalidad a fin de lograr la superación y evitar caer en la mediocridad.

Hablando de un verdadero y elocuente joven, promesa ideal para el crecimiento de nuestro futuro, educa y desarrolla su enorme potencial representado por su inteligencia, curiosidad, inquietud, interés, creatividad, iniciativa, sensibilidad, en busca de un inmejorable progreso posible de su vida comunal. Cobra conciencia de que está ante la oportunidad histórica de participar de manera significativa en la recuperación y transformación del país, a condición de que estudie y se prepare de verdad con entusiasmo y, adopte un verdadero código de valores éticos.

Así mismo, domina sus impulsos viscerales como el odio, el amor exagerado, la ambición nociva, la envidia, viviendo en paz consigo mismo y con los demás. Pues sabe perfectamente que de lo contrario se convertirá en un esclavo y sufrirá penalidades sin cuento.

La vocación es una tendencia natural, innata, para realizar una determinada actividad, con el apoyo de un conjunto de factores que conducen al éxito, como inspiración, atracción, inclinación, disposición, interés, afinidad, aptitud, capacidad y otros principios más. La vocación implica descubrir, determinar, encontrar, saber acertadamente el tipo o área de conocimientos propios de la sensibilidad, la habilidad, posibilidades y expectativas que originan la tendencia. Es buscar y encontrar la puerta del camino que, a cada quien, le requiere recorrer para triunfar.

Es justo y necesario que nuestros jóvenes estudien, se preparen, instruyan para que puedan alcanzar posiciones decorosas, relevantes, atractivas en la escala social y vivan con bienestar y prosperidad. De no hacerlo así, se verán obligados a dedicarse a labores pesadas, rudas, desagradables, agobiantes, rutinarias, tiranas; cargar, limpiar, cavar, barrer. Y acumularán sobre sus espaldas un pesado fardo de ignorancia, atraso, limitaciones que les van a estorbar toda la vida y que ya no se podrán quitar, impidiendo su desarrollo, serenidad y prosperidad.

Por ignorancia, hay jóvenes que no saben cómo deben vivir su vida. Fracasan al elegir pareja, procrean hijos a los que no pueden mantener, eligen caminos equivocados para desempeñarse en la vida. Cometen errores en los que piensan, hacen y dicen sin razón alguna, por eso les salen las cosas mal. Hacen lo que no deben y su situación familiar, social y económica es lamentablemente difícil. Creen, afirman o niegan ciertas condiciones difíciles que su misma situación deficiente los ha obligado a padecer. Son engañados y explotados, enferman, sufren en la vida y se destruyen a sí mismos.

Cuántas veces no hacemos uso adecuado del don maravilloso de la vida. Mostramos desinterés, indiferencia, soberbia y no nos percatamos de que desperdiciamos lamentablemente nuestra vitalidad, sin preocuparnos que tarde o temprano habremos de recibir la fatal e inapelable citación de la muerte. Mejor vivamos la vida intensamente, con dignidad, entusiasmo, sensatez e inteligencia; dediquémonos a lo que más nos conviene hacer conforme a la edad en que estemos: eduquémonos, responsabilicémonos y vivamos lo mejor posible, con honradez, sirviendo y ayudando a los demás.

Con la amable anuencia de la dirección del más selecto periódico “El Sol de Durango”, me permito reanudar actividades escribiendo artículos que tengan a bien interpretar nuestros amables lectores.

En lo sucesivo, ruego me concedan estilar el seudónimo “El Lazarillo de la Montaña”, con el cual me identificaba en determinadas ediciones que dirigía a mis compañeros de trabajo cuando estaba en servicio en el sistema magisterial; pues mi labor educativa trascendía con mayor asiduidad en el medio rural. Mi único propósito es aportar mi granito de arena para el bienestar familiar y social de mis contemporáneos duranguenses, a quienes hago patente mi solidaridad íntegra y la manifestación del más elocuente respeto y sinceridad.

Hoy redacto reflexiones para nuestros connotados jóvenes con fines meramente educativos, formativos, motivacionales, en busca de sensibilizarlos, concientizarlos acerca de los problemas que los rodean e inducirlos a asumir responsables actitudes acordes a la primavera de su vida. Son criterios usuales, sencillos, accesibles, pero a la vez cuestiones útiles, provechosas, que mucho pueden ayudar para su satisfacción personal.

Mi mayor aspiración es sembrar en nuestros jóvenes, inquietudes que se traduzcan en actitudes positivas que los lleven a aprender más y más y estén cada día mejor preparados para enfrentarse a la vida. Tales consideraciones tienen la finalidad de que logren cabalmente el noble propósito de sacudir, remover, excitar, su conciencia, su voluntad, su mente, su espíritu, de manera que les llame la atención, les de puntos de vista, consejos, insinuaciones, recomendaciones, que despierten su interés por evitar aspectos y hechos peligrosos que pueden desestabilizar su devenir cotidiano.

El interés, la curiosidad, la inquietud, reafirman en el joven el saber, conocer, aprender todo aquello que contribuya a su evolución; al estudio y a la lectura, al percatarse de sí mismo, de lo que piensa, dice y hace, así como lo que acontece en su entorno vital y cómo le afecta; dirige su atención hacia diversas facetas esenciales de la vida, cuando generalmente pasan inadvertidos para la mayoría de las personas, por estar inmersas en la rutina, la indiferencia y el conformismo. Cambia su mentalidad a fin de lograr la superación y evitar caer en la mediocridad.

Hablando de un verdadero y elocuente joven, promesa ideal para el crecimiento de nuestro futuro, educa y desarrolla su enorme potencial representado por su inteligencia, curiosidad, inquietud, interés, creatividad, iniciativa, sensibilidad, en busca de un inmejorable progreso posible de su vida comunal. Cobra conciencia de que está ante la oportunidad histórica de participar de manera significativa en la recuperación y transformación del país, a condición de que estudie y se prepare de verdad con entusiasmo y, adopte un verdadero código de valores éticos.

Así mismo, domina sus impulsos viscerales como el odio, el amor exagerado, la ambición nociva, la envidia, viviendo en paz consigo mismo y con los demás. Pues sabe perfectamente que de lo contrario se convertirá en un esclavo y sufrirá penalidades sin cuento.

La vocación es una tendencia natural, innata, para realizar una determinada actividad, con el apoyo de un conjunto de factores que conducen al éxito, como inspiración, atracción, inclinación, disposición, interés, afinidad, aptitud, capacidad y otros principios más. La vocación implica descubrir, determinar, encontrar, saber acertadamente el tipo o área de conocimientos propios de la sensibilidad, la habilidad, posibilidades y expectativas que originan la tendencia. Es buscar y encontrar la puerta del camino que, a cada quien, le requiere recorrer para triunfar.

Es justo y necesario que nuestros jóvenes estudien, se preparen, instruyan para que puedan alcanzar posiciones decorosas, relevantes, atractivas en la escala social y vivan con bienestar y prosperidad. De no hacerlo así, se verán obligados a dedicarse a labores pesadas, rudas, desagradables, agobiantes, rutinarias, tiranas; cargar, limpiar, cavar, barrer. Y acumularán sobre sus espaldas un pesado fardo de ignorancia, atraso, limitaciones que les van a estorbar toda la vida y que ya no se podrán quitar, impidiendo su desarrollo, serenidad y prosperidad.

Por ignorancia, hay jóvenes que no saben cómo deben vivir su vida. Fracasan al elegir pareja, procrean hijos a los que no pueden mantener, eligen caminos equivocados para desempeñarse en la vida. Cometen errores en los que piensan, hacen y dicen sin razón alguna, por eso les salen las cosas mal. Hacen lo que no deben y su situación familiar, social y económica es lamentablemente difícil. Creen, afirman o niegan ciertas condiciones difíciles que su misma situación deficiente los ha obligado a padecer. Son engañados y explotados, enferman, sufren en la vida y se destruyen a sí mismos.

Cuántas veces no hacemos uso adecuado del don maravilloso de la vida. Mostramos desinterés, indiferencia, soberbia y no nos percatamos de que desperdiciamos lamentablemente nuestra vitalidad, sin preocuparnos que tarde o temprano habremos de recibir la fatal e inapelable citación de la muerte. Mejor vivamos la vida intensamente, con dignidad, entusiasmo, sensatez e inteligencia; dediquémonos a lo que más nos conviene hacer conforme a la edad en que estemos: eduquémonos, responsabilicémonos y vivamos lo mejor posible, con honradez, sirviendo y ayudando a los demás.