/ domingo 3 de enero de 2021

Nuevo año o nueva normalidad

Quisiéramos iniciar los próximos 365 años, como el despertar de una pesadilla, en la que navegamos entre lo real y lo ficticio, la globalización económica, no sólo se reduce a ello, nos lo dijeron una y otra vez, la transculturización es parte de, pero también las enfermedades y los males.

En Durango, guardada la proporción, ya habíamos observado ese trasmitir de fronteras de patógenos, en aquella ocasión de carácter fitosanitario, cuando las ventanas y “parabrisas” de aviones, venían pegadas como gelatina, el psílido del eucalipto, Glycaspis brimblecombei, causando mortandad al arbolado de la especie eucaliptus, los profetas dieron por aniquilada a la masa forestal de esta variedad arbórea, que predomina en los parques Guadiana y Sahuatoba, esa mala noche pasó afortunadamente con mucho menor daño que lo pronosticado.

El virus importado del continente asiático en cuestión de semanas se hospedó en todas las latitudes del globo azul, parecía lejos, pero estaba cerca, parecía fácil de domar, pero aún no está domado, parecía temporal, pero ya cumplió mayoría de edad, sin respetar sexo, edad, condición social o física.

Los avezados en el conocimiento biológico, aseguran que es consecuencia de haber transitado más allá de las fronteras de la vida silvestre, de la dominación de espacios naturales, para llenarlos de fauna domesticada para responder al consumo humano, si lo atendemos desde la ciencia, el razonamiento es lógico, pero me atrevería a decir, a riesgo de ser calificado de dogmático, de que lo anterior es solo efecto de la consecuencia que tiene sus raíces en lo más profundo del ser humano, de lo que nos rige y motiva a actuar en el marco del albedrio.

El filosofo podrá describirlo con mayor precisión, es aquella parte del ser humano que el anatema nunca encontrará, aunque despedace el cuerpo en mil pedazos escudriñando para encontrarlo, es aquello que ya no se invoca desde los pulpitos, porque éstos permanecen como piezas de museo en las iglesias, es el soplo que hizo la diferencia entre lo irracional y lo racional, muy bien representado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

Porque a querer y no, los principios universales tanto de la cultura occidental como de la oriental les hemos dado vacaciones, porque nos estorban para satisfacer nuestros egos y nuestras competencias del poseer.

La reflexión como la llamada a misa, es retomar el camino, ya no diría yo, para salvar el alma, simplemente para salvar la vida.

Quisiéramos iniciar los próximos 365 años, como el despertar de una pesadilla, en la que navegamos entre lo real y lo ficticio, la globalización económica, no sólo se reduce a ello, nos lo dijeron una y otra vez, la transculturización es parte de, pero también las enfermedades y los males.

En Durango, guardada la proporción, ya habíamos observado ese trasmitir de fronteras de patógenos, en aquella ocasión de carácter fitosanitario, cuando las ventanas y “parabrisas” de aviones, venían pegadas como gelatina, el psílido del eucalipto, Glycaspis brimblecombei, causando mortandad al arbolado de la especie eucaliptus, los profetas dieron por aniquilada a la masa forestal de esta variedad arbórea, que predomina en los parques Guadiana y Sahuatoba, esa mala noche pasó afortunadamente con mucho menor daño que lo pronosticado.

El virus importado del continente asiático en cuestión de semanas se hospedó en todas las latitudes del globo azul, parecía lejos, pero estaba cerca, parecía fácil de domar, pero aún no está domado, parecía temporal, pero ya cumplió mayoría de edad, sin respetar sexo, edad, condición social o física.

Los avezados en el conocimiento biológico, aseguran que es consecuencia de haber transitado más allá de las fronteras de la vida silvestre, de la dominación de espacios naturales, para llenarlos de fauna domesticada para responder al consumo humano, si lo atendemos desde la ciencia, el razonamiento es lógico, pero me atrevería a decir, a riesgo de ser calificado de dogmático, de que lo anterior es solo efecto de la consecuencia que tiene sus raíces en lo más profundo del ser humano, de lo que nos rige y motiva a actuar en el marco del albedrio.

El filosofo podrá describirlo con mayor precisión, es aquella parte del ser humano que el anatema nunca encontrará, aunque despedace el cuerpo en mil pedazos escudriñando para encontrarlo, es aquello que ya no se invoca desde los pulpitos, porque éstos permanecen como piezas de museo en las iglesias, es el soplo que hizo la diferencia entre lo irracional y lo racional, muy bien representado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

Porque a querer y no, los principios universales tanto de la cultura occidental como de la oriental les hemos dado vacaciones, porque nos estorban para satisfacer nuestros egos y nuestras competencias del poseer.

La reflexión como la llamada a misa, es retomar el camino, ya no diría yo, para salvar el alma, simplemente para salvar la vida.