/ sábado 22 de febrero de 2020

Nuevos partidos: ¿Fortalecen o debilitan la democracia?

La realidad actual de México es el resultado de su evolución histórica, colmada en diversas etapas de hechos heroicos para que podamos vivir ahora en un país democrático, libre y en el que se pueden ejercer los derechos humanos. El camino que la nación ha recorrido ha sido duro, sin embargo, se ha evolucionado con dinámica hasta lograr importantes niveles de madurez.

Una vez conquistada la independencia, aquella valiente generación de compatriotas encauzó la lucha por el poder público por la vía constitucional al establecer en la Carta Magna de 1824 el ejercicio del voto ciudadano como única fuente para determinar cuál corriente de pensamiento y quiénes serían los personajes adecuados para dirigir los destinos de la Nación. Las primeras décadas de vida independiente fueron particularmente complicadas para fortalecer las instituciones de la nueva Nación, las frecuentes divergencias y confrontaciones entre la corriente liberal y conservadora impedían fijar un rumbo único.

Después de que en la Guerra de Reforma triunfan los ideales liberales y se promulga una Constitución con esos matices en 1857, todo indicaba que habría estabilidad y claridad para la consolidación de un proyecto predominante; sin embargo, ésta esperanza se vio truncada con el largo período de Porfirio Díaz en el poder, quien restringió las libertades, ahogó la lucha social de los desposeídos por lograr mejores condiciones de vida y ejerció el poder a favor de pocos privilegiados. Esta situación propició el estallido de la primera revolución social del siglo XX derivado del poco respeto a la voluntad popular y la protección de los intereses de los hacendados, mientras que los campesinos -y los obreros en las fábricas- vivían en condiciones de siervos sin posibilidades de disfrutar del producto de su trabajo.

Además de los grandes logros en materia social a favor de obreros y campesinos, la Constitución de 1917 estableció un sistema electoral para que el poder público sea producto del contraste de ideas y proyectos y sea la voluntad popular la que determine quienes obtienen las responsabilidades más importantes de la Nación. Desde aquí inicia un largo andar para fortalecer la vida democrática que ha caminado con una serie de dificultades y obstáculos como en pocos países.

Los partidos políticos en el sentido moderno, son organizaciones relativamente recientes en el mundo; van de la mano con la creación de los Estados Nacionales, que a su vez son producto de corrientes de pensamiento como La Ilustración, el capitalismo, el liberalismo político y la Revolución Industrial. La mayoría de los partidos políticos modernos aparecieron durante el siglo XIX, particularmente en la segunda mitad, en la que se distinguieron claramente las corrientes liberales pro-capitalistas y su contraparte, la corriente marxista-comunista. En ese ambiente de fines de siglo surgió también el movimiento llamado de la tercera vía (entre capitalismo y comunismo), impulsado por el pensamiento de la Doctrina Social de la Iglesia, y particularmente por el Papa León XIII a través de la encíclica social Rerum Novarum.

En la etapa prerrevolucionaria, bajo el régimen de Porfirio Díaz (1877-1911) México había logrado altas tasas de crecimiento económico, pero ello a costa de un inequitativo reparto de la riqueza y de una creciente dependencia hacia el exterior.

La caída de Díaz fue originada por un enfrentamiento armado, la Revolución Mexicana, que culminó con la promulgación de la Constitución de 1917, la más avanzada en su tiempo gracias a que incorporó disposiciones de contenido social. Aunque por otro lado, en materia política México no tenía un camino hecho para cumplir con su destino democrático. Había que diseñar las instituciones que le dieran sustento; vías adecuadas para transitar paso a paso hacia un nuevo proceso de participación y representación política.

El PNR surge en 1929 como un partido de partidos, de convocatoria amplia, institución donde convergen fuerzas políticas afines pero distintas, convirtiéndose después en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y posteriormente en Partido Revolucionario Institucional que dominó el escenario nacional generando paz social, crecimiento sostenido y creando las grandes instituciones sociales como el IMSS, ISSSTE, INFONAVIT, LA CFE, los sistemas educativos y de salud, entre otras.

Desde 1986 el Partido Revolucionario Institucional comenzó a mostrar cambios en el perfil de sus miembros: fueron ingresando los primeros tecnócratas quienes consideraban el neoliberalismo como dogma de fe. Era una generación de políticos jóvenes que llegaron al gobierno con sendos doctorados en economía y finanzas procedentes de las universidades norteamericanas más prestigiadas dispuestos a poner en práctica sus teorías económicas.

La respuesta, al interior del partido oficial no se hizo esperar. En un ejercicio de autocrítica, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo organizaron la llamada Corriente Democrática al interior del Partido Revolucionario Institucional que buscaba mantener la visión social del partido y al mismo tiempo cuestionar las contradicciones económicas y sociales que surgían del nuevo modelo económico.

En lo que fue quizá una de las fracturas más graves en la historia del partido, la Corriente Democrática salió del organismo político para engrosar una nueva y moderna oposición que despertaría la conciencia cívica en la campaña electoral de 1988, antecedente que da nacimiento al Partido de la Revolución Mexicana (PRD).

Mientras que el ala conservadora, siempre presente en el escenario nacional, desde 1926, con Manuel Gómez Morín, fundaron el Partido Acción Nacional, reuniendo voluntades para formar un partido opositor a las políticas revolucionarias del régimen priista.

Los fundadores consideraban que lo más urgente era crear conciencia en la ciudadanía para que percibiera los problemas que tenía el país y despertar el deseo de participar en su solución; se definió la doctrina del partido como "Humanismo Político".

Es así como después de varios experimentos de corte comunista, social demócrata, demócrata cristiana, liberales y humanistas, se conforman tres grandes corrientes políticas en el país en constante disputa por el poder público: el Partido Revolucionario Institucional con una fuerte tendencia hacia el liberalismo social, el Partido Acción Nacional con las ideas humanistas y conservadoras y el Partido de la Revolución Democrática con la ideología de izquierda socialista; éste esquema después de permanecer más de 20 años se modifica sustancialmente con la creación del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) que logra triunfar en las elecciones presidenciales del 2018 gracias a un proyecto personal que a base de prometer el cambiar el sistema económico y lograr la igualdad social, consigue mayoría de votos.

El sistema de partidos es dinámico, sigue evolucionando, de ahí que cada seis años se abre la posibilidad de que se creen nuevos partidos políticos. Para las elecciones del 2021 doce organizaciones políticas tienen posibilidad de obtener el registro como partidos políticos, agrupaciones como Redes Sociales Progresistas de la maestra Elba Esther Gordillo, Libertad y Responsabilidad Democrática (México Libre) del expresidente Felipe Calderón, Fuerza Social por México del líder sindicalista Pedro Haces y Encuentro Solidario, antes Partido Encuentro Social (PES), entre otros.

Estas organizaciones deben cumplir con la realización de 20 asambleas estatales y una afiliación de al menos 233 mil 945 personas, y además realizar una asamblea nacional constitutiva.

El INE tiene la obligación de analizar minuciosamente cada una de las afiliaciones que les presenten las asociaciones para determinar cuáles son válidas y cuáles no, también se deben analizar las fuentes de financiamiento de las agrupaciones y si la afiliación de militantes se realiza en condiciones de libertad, es decir si no hubo afiliaciones corporativas.

Es importante analizar con objetividad si al sistema político mexicano le hace falta más partidos para fortalecer nuestra vida democrática. Actualmente cuentan con registro los partidos políticos nacionales PRI, PAN, PRD, MORENA, Movimiento Ciudadano, PVEM y el PT. Siete opciones que bien pueden ser suficientes para representar la rica pluralidad política que subyace en la sociedad mexicana. Si llegaran a obtener su registro como partidos otras siete de las agrupaciones, estamos hablando de un menú de 14 partidos, circunstancia que puede llevar al electorado a la confusión en cuanto a proyectos e ideales que cada uno representa.

Sin embargo, las reglas vigentes permiten estas posibilidades, por tanto la creación de nuevos partidos se da en cumplimiento de un mecanismo legal destinado a fortalecer e impulsar la participación de los ciudadanos en la representación política. Lo que es incuestionable es que entre más partidos políticos participen en los comicios, más se fragmenta el voto en diversas opciones y la historia nos enseña que esa circunstancia favorece a quien detenta el poder. Dividir el voto opositor entre varias opciones para seguir usufructuando el poder es una estrategia que ha funcionado a favor de quien gobierna.

Es deseable que el INE sea minucioso para aplicar las normas con todo rigor y obtengan su registro solamente aquellas agrupaciones que acrediten una auténtica representatividad para fortalecer el sistema de partidos, de no ser así estaríamos debilitando el sistema de partidos en detrimento de nuestra joven y bisoña vida democrática.

La realidad actual de México es el resultado de su evolución histórica, colmada en diversas etapas de hechos heroicos para que podamos vivir ahora en un país democrático, libre y en el que se pueden ejercer los derechos humanos. El camino que la nación ha recorrido ha sido duro, sin embargo, se ha evolucionado con dinámica hasta lograr importantes niveles de madurez.

Una vez conquistada la independencia, aquella valiente generación de compatriotas encauzó la lucha por el poder público por la vía constitucional al establecer en la Carta Magna de 1824 el ejercicio del voto ciudadano como única fuente para determinar cuál corriente de pensamiento y quiénes serían los personajes adecuados para dirigir los destinos de la Nación. Las primeras décadas de vida independiente fueron particularmente complicadas para fortalecer las instituciones de la nueva Nación, las frecuentes divergencias y confrontaciones entre la corriente liberal y conservadora impedían fijar un rumbo único.

Después de que en la Guerra de Reforma triunfan los ideales liberales y se promulga una Constitución con esos matices en 1857, todo indicaba que habría estabilidad y claridad para la consolidación de un proyecto predominante; sin embargo, ésta esperanza se vio truncada con el largo período de Porfirio Díaz en el poder, quien restringió las libertades, ahogó la lucha social de los desposeídos por lograr mejores condiciones de vida y ejerció el poder a favor de pocos privilegiados. Esta situación propició el estallido de la primera revolución social del siglo XX derivado del poco respeto a la voluntad popular y la protección de los intereses de los hacendados, mientras que los campesinos -y los obreros en las fábricas- vivían en condiciones de siervos sin posibilidades de disfrutar del producto de su trabajo.

Además de los grandes logros en materia social a favor de obreros y campesinos, la Constitución de 1917 estableció un sistema electoral para que el poder público sea producto del contraste de ideas y proyectos y sea la voluntad popular la que determine quienes obtienen las responsabilidades más importantes de la Nación. Desde aquí inicia un largo andar para fortalecer la vida democrática que ha caminado con una serie de dificultades y obstáculos como en pocos países.

Los partidos políticos en el sentido moderno, son organizaciones relativamente recientes en el mundo; van de la mano con la creación de los Estados Nacionales, que a su vez son producto de corrientes de pensamiento como La Ilustración, el capitalismo, el liberalismo político y la Revolución Industrial. La mayoría de los partidos políticos modernos aparecieron durante el siglo XIX, particularmente en la segunda mitad, en la que se distinguieron claramente las corrientes liberales pro-capitalistas y su contraparte, la corriente marxista-comunista. En ese ambiente de fines de siglo surgió también el movimiento llamado de la tercera vía (entre capitalismo y comunismo), impulsado por el pensamiento de la Doctrina Social de la Iglesia, y particularmente por el Papa León XIII a través de la encíclica social Rerum Novarum.

En la etapa prerrevolucionaria, bajo el régimen de Porfirio Díaz (1877-1911) México había logrado altas tasas de crecimiento económico, pero ello a costa de un inequitativo reparto de la riqueza y de una creciente dependencia hacia el exterior.

La caída de Díaz fue originada por un enfrentamiento armado, la Revolución Mexicana, que culminó con la promulgación de la Constitución de 1917, la más avanzada en su tiempo gracias a que incorporó disposiciones de contenido social. Aunque por otro lado, en materia política México no tenía un camino hecho para cumplir con su destino democrático. Había que diseñar las instituciones que le dieran sustento; vías adecuadas para transitar paso a paso hacia un nuevo proceso de participación y representación política.

El PNR surge en 1929 como un partido de partidos, de convocatoria amplia, institución donde convergen fuerzas políticas afines pero distintas, convirtiéndose después en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y posteriormente en Partido Revolucionario Institucional que dominó el escenario nacional generando paz social, crecimiento sostenido y creando las grandes instituciones sociales como el IMSS, ISSSTE, INFONAVIT, LA CFE, los sistemas educativos y de salud, entre otras.

Desde 1986 el Partido Revolucionario Institucional comenzó a mostrar cambios en el perfil de sus miembros: fueron ingresando los primeros tecnócratas quienes consideraban el neoliberalismo como dogma de fe. Era una generación de políticos jóvenes que llegaron al gobierno con sendos doctorados en economía y finanzas procedentes de las universidades norteamericanas más prestigiadas dispuestos a poner en práctica sus teorías económicas.

La respuesta, al interior del partido oficial no se hizo esperar. En un ejercicio de autocrítica, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo organizaron la llamada Corriente Democrática al interior del Partido Revolucionario Institucional que buscaba mantener la visión social del partido y al mismo tiempo cuestionar las contradicciones económicas y sociales que surgían del nuevo modelo económico.

En lo que fue quizá una de las fracturas más graves en la historia del partido, la Corriente Democrática salió del organismo político para engrosar una nueva y moderna oposición que despertaría la conciencia cívica en la campaña electoral de 1988, antecedente que da nacimiento al Partido de la Revolución Mexicana (PRD).

Mientras que el ala conservadora, siempre presente en el escenario nacional, desde 1926, con Manuel Gómez Morín, fundaron el Partido Acción Nacional, reuniendo voluntades para formar un partido opositor a las políticas revolucionarias del régimen priista.

Los fundadores consideraban que lo más urgente era crear conciencia en la ciudadanía para que percibiera los problemas que tenía el país y despertar el deseo de participar en su solución; se definió la doctrina del partido como "Humanismo Político".

Es así como después de varios experimentos de corte comunista, social demócrata, demócrata cristiana, liberales y humanistas, se conforman tres grandes corrientes políticas en el país en constante disputa por el poder público: el Partido Revolucionario Institucional con una fuerte tendencia hacia el liberalismo social, el Partido Acción Nacional con las ideas humanistas y conservadoras y el Partido de la Revolución Democrática con la ideología de izquierda socialista; éste esquema después de permanecer más de 20 años se modifica sustancialmente con la creación del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) que logra triunfar en las elecciones presidenciales del 2018 gracias a un proyecto personal que a base de prometer el cambiar el sistema económico y lograr la igualdad social, consigue mayoría de votos.

El sistema de partidos es dinámico, sigue evolucionando, de ahí que cada seis años se abre la posibilidad de que se creen nuevos partidos políticos. Para las elecciones del 2021 doce organizaciones políticas tienen posibilidad de obtener el registro como partidos políticos, agrupaciones como Redes Sociales Progresistas de la maestra Elba Esther Gordillo, Libertad y Responsabilidad Democrática (México Libre) del expresidente Felipe Calderón, Fuerza Social por México del líder sindicalista Pedro Haces y Encuentro Solidario, antes Partido Encuentro Social (PES), entre otros.

Estas organizaciones deben cumplir con la realización de 20 asambleas estatales y una afiliación de al menos 233 mil 945 personas, y además realizar una asamblea nacional constitutiva.

El INE tiene la obligación de analizar minuciosamente cada una de las afiliaciones que les presenten las asociaciones para determinar cuáles son válidas y cuáles no, también se deben analizar las fuentes de financiamiento de las agrupaciones y si la afiliación de militantes se realiza en condiciones de libertad, es decir si no hubo afiliaciones corporativas.

Es importante analizar con objetividad si al sistema político mexicano le hace falta más partidos para fortalecer nuestra vida democrática. Actualmente cuentan con registro los partidos políticos nacionales PRI, PAN, PRD, MORENA, Movimiento Ciudadano, PVEM y el PT. Siete opciones que bien pueden ser suficientes para representar la rica pluralidad política que subyace en la sociedad mexicana. Si llegaran a obtener su registro como partidos otras siete de las agrupaciones, estamos hablando de un menú de 14 partidos, circunstancia que puede llevar al electorado a la confusión en cuanto a proyectos e ideales que cada uno representa.

Sin embargo, las reglas vigentes permiten estas posibilidades, por tanto la creación de nuevos partidos se da en cumplimiento de un mecanismo legal destinado a fortalecer e impulsar la participación de los ciudadanos en la representación política. Lo que es incuestionable es que entre más partidos políticos participen en los comicios, más se fragmenta el voto en diversas opciones y la historia nos enseña que esa circunstancia favorece a quien detenta el poder. Dividir el voto opositor entre varias opciones para seguir usufructuando el poder es una estrategia que ha funcionado a favor de quien gobierna.

Es deseable que el INE sea minucioso para aplicar las normas con todo rigor y obtengan su registro solamente aquellas agrupaciones que acrediten una auténtica representatividad para fortalecer el sistema de partidos, de no ser así estaríamos debilitando el sistema de partidos en detrimento de nuestra joven y bisoña vida democrática.