/ jueves 21 de noviembre de 2019

Objetivos que se deben alcanzar con la educación

Educar es un reto emocionante que exige la mayor capacidad y motivación del maestro, pues está en juego su amor propio, su dignidad, su ética profesional como persona y demostrar la calidad de su desempeño.

Educar no es lograr en el alumno una brillante memorización de datos, conceptos, informes, sino que comprendan cada criterio dado y lo vayan interpretando con su lenguaje propio, guiándolos tranquilamente en su razonamiento e integren un pensamiento lógico que vaya madurando a medida de su avance en el aprendizaje. Sobre todo despertar su mayor interés para que adquieran con toda voluntad, disposición, una educación de calidad.

Una educación de calidad exige objetivos fundamentales que se deben alcanzar a toda costa: voluntad, esfuerzo, entrega, decisión y una integración actualizada. Por ejemplo: modificar enteramente el sistema de enseñanza receptivo, pasivo, memorístico, por una docencia activa, reflexiva, propositiva. Que haya una efectiva vinculación entre la vida diaria del alumno en el hogar y en la escuela.

Que el niño desde temprana edad penetre al mundo de la ciencia y la tecnología de manera agradable y objetiva. Que en todo momento y situación se respete la individualidad, la personalidad y los intereses del niño, independientemente de que se desenvuelva debidamente en equipos de trabajo. Que el niño reconozca su realidad y así tenga el propósito de transformarla. Lograr en los alumnos un aprendizaje real, efectivo, vivencial y funcional.

Sea o no venturoso nuestro destino y, sobre todo, cuanta mayor pobreza y menos ilustrada sea la escala social a la que pertenecen los alumnos, más esmerada debe ser la entrega y elevación del maestro en su devoción escolar. Además, estar consciente de que, si un alumno no logró el aprendizaje conveniente, estar conscientes que es mayor la responsabilidad del maestro por su requerida solvencia moral, pedagógica y científica que le asiste y, su compromiso ineludible es, sin lugar a duda, de tratar de sacar adelante al alumno. Es preciso señalar que antes de ser maestros somos personas auténticas, con el deber de formar practicando los valores morales y dando el mejor servicio humano a nuestros semejantes.

Vivir la vida significa tener aciertos y desaciertos. Los errores hay que capitalizarlos, aprender de ellos para corregirlos y, estar dispuestos a enfrentar mayores y distintos retos. A través del tiempo comprenderemos que todo lo que damos, la vida nos lo devuelve multiplicado, sea bueno o sea malo, lo que hayamos hecho con nuestros semejantes. La justicia divina es cabal y, lo que sembramos es lo que cosechamos; con la vara que midamos seremos medidos.

Ante la crisis educativa que persiste y, que no podemos negar ni ocultar porque los resultados y los hechos del desarrollo humano lo demuestran, debemos aceptar que somos nosotros mismos, como padres de familia y maestros quienes la hemos dejado avanzar, porque siempre analizamos sus efectos pero nunca sus causas.

En lo personal, considero que el principal y medular motivo que ha causado tal derrumbe, ha sido la perniciosa ausencia de valores con la que vivimos actualmente. De ahí la necesidad de que empecemos, cada quien desde su ámbito, a fortalecer y practicar los valores humanos empezando por nosotros mismos para dar el buen ejemplo a los demás.

Con todo el respeto que debo a cada uno de mis amables lectores, me permito exponer, a manera de sugerencia, algunos criterios que espero sean analizados, ya sea para ser desechados o bien, para ser tomados en cuenta en el desempeño profesional que deseamos mejorar:

= El maestro debe estar siempre en contacto con sus alumnos y su ambiente comunal; pues cuando se mantiene alejado es una de las causas de su fracaso.

= Es muy natural que el niño tenga dificultades emocionales y más aún si es adolescente; todo un desastre cuando se le exigen responsabilidades. Para eso está el maestro con su conocimiento sicológico y profesional para lograr su participación y ganarse su afecto y su confianza.

= El maestro debe tener capacidad intuitiva para percibir información o situación que no conoce de sus alumnos y, así controlar con seguridad momentos que pudieran ser desagradables.

= Un amplio sentido de responsabilidad, prudencia, tolerancia es imprescindible en todo maestro, para prevenir ciertas actitudes negativas de los alumnos.

= Lo primero que el maestro debe saber es de dónde empezar, con qué cuenta y hacia dónde quiere llegar, para guiar a sus alumnos con éxito.

= Planear lo que va a hacer teniendo conciencia del pasado y viviendo el presente.

= Se puede lograr que los alumnos teman al maestro y lo obedezcan pero nunca obligarlos a que lo respeten dignamente. Pues el verdadero respeto es un mérito que se gana con honor y con afecto, no por imposición.

= Se requiere de humildad para triunfar y, de mucho temple y dignidad para perder. Por eso no se debe dejar pasar oportunidades que la vida nos ofrece para aprender de nuestros errores.

= El maestro debe ser auténtico, honesto y amable para convencer a sus alumnos, pues tienen un sexto sentido para captar su sinceridad.

= El maestro siempre debe estar dispuesto a atender su escuela y a sus alumnos, sin evadir, rechazar o poner pretextos para no hacerlo.

Educar es un reto emocionante que exige la mayor capacidad y motivación del maestro, pues está en juego su amor propio, su dignidad, su ética profesional como persona y demostrar la calidad de su desempeño.

Educar no es lograr en el alumno una brillante memorización de datos, conceptos, informes, sino que comprendan cada criterio dado y lo vayan interpretando con su lenguaje propio, guiándolos tranquilamente en su razonamiento e integren un pensamiento lógico que vaya madurando a medida de su avance en el aprendizaje. Sobre todo despertar su mayor interés para que adquieran con toda voluntad, disposición, una educación de calidad.

Una educación de calidad exige objetivos fundamentales que se deben alcanzar a toda costa: voluntad, esfuerzo, entrega, decisión y una integración actualizada. Por ejemplo: modificar enteramente el sistema de enseñanza receptivo, pasivo, memorístico, por una docencia activa, reflexiva, propositiva. Que haya una efectiva vinculación entre la vida diaria del alumno en el hogar y en la escuela.

Que el niño desde temprana edad penetre al mundo de la ciencia y la tecnología de manera agradable y objetiva. Que en todo momento y situación se respete la individualidad, la personalidad y los intereses del niño, independientemente de que se desenvuelva debidamente en equipos de trabajo. Que el niño reconozca su realidad y así tenga el propósito de transformarla. Lograr en los alumnos un aprendizaje real, efectivo, vivencial y funcional.

Sea o no venturoso nuestro destino y, sobre todo, cuanta mayor pobreza y menos ilustrada sea la escala social a la que pertenecen los alumnos, más esmerada debe ser la entrega y elevación del maestro en su devoción escolar. Además, estar consciente de que, si un alumno no logró el aprendizaje conveniente, estar conscientes que es mayor la responsabilidad del maestro por su requerida solvencia moral, pedagógica y científica que le asiste y, su compromiso ineludible es, sin lugar a duda, de tratar de sacar adelante al alumno. Es preciso señalar que antes de ser maestros somos personas auténticas, con el deber de formar practicando los valores morales y dando el mejor servicio humano a nuestros semejantes.

Vivir la vida significa tener aciertos y desaciertos. Los errores hay que capitalizarlos, aprender de ellos para corregirlos y, estar dispuestos a enfrentar mayores y distintos retos. A través del tiempo comprenderemos que todo lo que damos, la vida nos lo devuelve multiplicado, sea bueno o sea malo, lo que hayamos hecho con nuestros semejantes. La justicia divina es cabal y, lo que sembramos es lo que cosechamos; con la vara que midamos seremos medidos.

Ante la crisis educativa que persiste y, que no podemos negar ni ocultar porque los resultados y los hechos del desarrollo humano lo demuestran, debemos aceptar que somos nosotros mismos, como padres de familia y maestros quienes la hemos dejado avanzar, porque siempre analizamos sus efectos pero nunca sus causas.

En lo personal, considero que el principal y medular motivo que ha causado tal derrumbe, ha sido la perniciosa ausencia de valores con la que vivimos actualmente. De ahí la necesidad de que empecemos, cada quien desde su ámbito, a fortalecer y practicar los valores humanos empezando por nosotros mismos para dar el buen ejemplo a los demás.

Con todo el respeto que debo a cada uno de mis amables lectores, me permito exponer, a manera de sugerencia, algunos criterios que espero sean analizados, ya sea para ser desechados o bien, para ser tomados en cuenta en el desempeño profesional que deseamos mejorar:

= El maestro debe estar siempre en contacto con sus alumnos y su ambiente comunal; pues cuando se mantiene alejado es una de las causas de su fracaso.

= Es muy natural que el niño tenga dificultades emocionales y más aún si es adolescente; todo un desastre cuando se le exigen responsabilidades. Para eso está el maestro con su conocimiento sicológico y profesional para lograr su participación y ganarse su afecto y su confianza.

= El maestro debe tener capacidad intuitiva para percibir información o situación que no conoce de sus alumnos y, así controlar con seguridad momentos que pudieran ser desagradables.

= Un amplio sentido de responsabilidad, prudencia, tolerancia es imprescindible en todo maestro, para prevenir ciertas actitudes negativas de los alumnos.

= Lo primero que el maestro debe saber es de dónde empezar, con qué cuenta y hacia dónde quiere llegar, para guiar a sus alumnos con éxito.

= Planear lo que va a hacer teniendo conciencia del pasado y viviendo el presente.

= Se puede lograr que los alumnos teman al maestro y lo obedezcan pero nunca obligarlos a que lo respeten dignamente. Pues el verdadero respeto es un mérito que se gana con honor y con afecto, no por imposición.

= Se requiere de humildad para triunfar y, de mucho temple y dignidad para perder. Por eso no se debe dejar pasar oportunidades que la vida nos ofrece para aprender de nuestros errores.

= El maestro debe ser auténtico, honesto y amable para convencer a sus alumnos, pues tienen un sexto sentido para captar su sinceridad.

= El maestro siempre debe estar dispuesto a atender su escuela y a sus alumnos, sin evadir, rechazar o poner pretextos para no hacerlo.