/ viernes 5 de marzo de 2021

OBSERVATORIO INTERNACIONAL... Los cines nunca morirán. Larga vida para ellos

Estimado lector, con profunda nostalgia nos enteramos del cierre de varias salas cinematográficas.

Este artículo está dirigido para aquellos que vivimos un concepto diferente de lo que significaban los puntos de reunión para reír, llorar, admirar, enojar y hasta intentar imitar a los actores y actrices de esos tiempos con la forma de hablar, de caminar e incluso de vestir.

Evoco los recuerdos de cuando automóviles y/o camionetas pasaban desde un día antes por las calles, con potentes megáfonos avisando que se pasaría una o dos películas en algunas plazas de la ciudad. A mí me tocaba la Plaza Juárez, ubicada a un costado del templo San Juan Bautista de Analco y de la escuela Miguel Hidalgo.

Desde las tres de la tarde los vecinos llevaban sus sillas y apartaban su lugar. Al final de la función, la empresa Coca-Cola hacía concursos y aparte de los premios regalaba lápices, cuadernos Polito, portalibros y refrescos. Esas eran las salas cinematográficas al aire libre.

Al tiempo, estaban las salas cinematográficas cerradas que eran el Principal, el Durango, el Alameda, el Victoria, el Imperio y el Olímpico. Por las mañanas las películas eran para los niños, era el Matiné. Por la tarde se pasaban películas con clasificación para adultos, adolecentes, y para adolescentes y niños.

Si las películas eran buenas, las filas eran largas y daban vueltas a la manzana. Dos sesiones, por la tarde y por la noche.

Afuera, se movían los revendedores de boletos, se vendían las semillas y los cacahuates garapiñados. Adentro, palomitas, refrescos, sandwiches, pastillas Salvavidas, etc. Los buscadores y acomodadores de asientos, listos para su tarea por una módica propina.

Se tarda en comenzar la función, los espectadores chiflan. Se apagan las luces y hay aplausos. Salen las señales de las productoras como el León rugiendo y hay exclamaciones, emoción y aplausos. Llega alguien tarde y grita por su nombre a quien busca, o alguien está hablando en tono fuerte y se escucha en toda la sala la exclamación de shshshsh!

No faltan los comentarios de quienes ya vieron la película y adelantan lo que sigue. Se “corta la película” y se escuchan los insultos y abucheos para el “cácaro”, que es el operador que arregla la cinta, enfoca la proyección o corrige el sonido.

Las salas cinematográficas de antaño mostraban el impacto social que tenían en el pasado. Ahí se acuñaron mensajes de emociones, actitudes y sentimientos que marcaron a una generación, generación que nos tocó vivir en esa época.

Pero aún más allá de todo este concepto, en esas salas se gestaron y consolidaron noviazgos, matrimonios, rupturas y amistades.

Las salas cinematográficas de hoy, sólo han cambiado en temáticas y tecnologías, el concepto es el mismo. Un punto de congregación de familia, novios y amigos.

La pandemia puso en crisis a esta industria del entretenimiento. Producciones que están detenidas, proyectos cancelados, lanzamientos retrasados. Además irrumpe irremediablemente las plataformas y con ello la nula asistencia de espectadores a las salas de cine.

No es la primera vez que las salas cinematográficas han estado en crisis. Pandemias, guerras, motivos políticos y religiosos han sido la causa. También la han puesto en jaque los avances tecnológicos como la televisión, los reproductores de videos en diferentes formatos. Hoy como lo dije en párrafos anteriores están presentes las plataformas. La idea es ir acuñando el concepto de “Cine en casa”.

Sin embargo, creo, nada reemplazará la experiencia inolvidable de ver una película en una sala de cine y la convivencia, donde se siguen arrullando mensajes de emociones, actitudes y sentimientos que marcan a estas nuevas generaciones, generaciones que les toca vivir... “esta nueva normalidad”.

Estoy cierto de que algo sucederá que logre superar esta crisis y se reinventen… una vez más las salas cinematográficas. ¡Hasta la próxima!

Estimado lector, con profunda nostalgia nos enteramos del cierre de varias salas cinematográficas.

Este artículo está dirigido para aquellos que vivimos un concepto diferente de lo que significaban los puntos de reunión para reír, llorar, admirar, enojar y hasta intentar imitar a los actores y actrices de esos tiempos con la forma de hablar, de caminar e incluso de vestir.

Evoco los recuerdos de cuando automóviles y/o camionetas pasaban desde un día antes por las calles, con potentes megáfonos avisando que se pasaría una o dos películas en algunas plazas de la ciudad. A mí me tocaba la Plaza Juárez, ubicada a un costado del templo San Juan Bautista de Analco y de la escuela Miguel Hidalgo.

Desde las tres de la tarde los vecinos llevaban sus sillas y apartaban su lugar. Al final de la función, la empresa Coca-Cola hacía concursos y aparte de los premios regalaba lápices, cuadernos Polito, portalibros y refrescos. Esas eran las salas cinematográficas al aire libre.

Al tiempo, estaban las salas cinematográficas cerradas que eran el Principal, el Durango, el Alameda, el Victoria, el Imperio y el Olímpico. Por las mañanas las películas eran para los niños, era el Matiné. Por la tarde se pasaban películas con clasificación para adultos, adolecentes, y para adolescentes y niños.

Si las películas eran buenas, las filas eran largas y daban vueltas a la manzana. Dos sesiones, por la tarde y por la noche.

Afuera, se movían los revendedores de boletos, se vendían las semillas y los cacahuates garapiñados. Adentro, palomitas, refrescos, sandwiches, pastillas Salvavidas, etc. Los buscadores y acomodadores de asientos, listos para su tarea por una módica propina.

Se tarda en comenzar la función, los espectadores chiflan. Se apagan las luces y hay aplausos. Salen las señales de las productoras como el León rugiendo y hay exclamaciones, emoción y aplausos. Llega alguien tarde y grita por su nombre a quien busca, o alguien está hablando en tono fuerte y se escucha en toda la sala la exclamación de shshshsh!

No faltan los comentarios de quienes ya vieron la película y adelantan lo que sigue. Se “corta la película” y se escuchan los insultos y abucheos para el “cácaro”, que es el operador que arregla la cinta, enfoca la proyección o corrige el sonido.

Las salas cinematográficas de antaño mostraban el impacto social que tenían en el pasado. Ahí se acuñaron mensajes de emociones, actitudes y sentimientos que marcaron a una generación, generación que nos tocó vivir en esa época.

Pero aún más allá de todo este concepto, en esas salas se gestaron y consolidaron noviazgos, matrimonios, rupturas y amistades.

Las salas cinematográficas de hoy, sólo han cambiado en temáticas y tecnologías, el concepto es el mismo. Un punto de congregación de familia, novios y amigos.

La pandemia puso en crisis a esta industria del entretenimiento. Producciones que están detenidas, proyectos cancelados, lanzamientos retrasados. Además irrumpe irremediablemente las plataformas y con ello la nula asistencia de espectadores a las salas de cine.

No es la primera vez que las salas cinematográficas han estado en crisis. Pandemias, guerras, motivos políticos y religiosos han sido la causa. También la han puesto en jaque los avances tecnológicos como la televisión, los reproductores de videos en diferentes formatos. Hoy como lo dije en párrafos anteriores están presentes las plataformas. La idea es ir acuñando el concepto de “Cine en casa”.

Sin embargo, creo, nada reemplazará la experiencia inolvidable de ver una película en una sala de cine y la convivencia, donde se siguen arrullando mensajes de emociones, actitudes y sentimientos que marcan a estas nuevas generaciones, generaciones que les toca vivir... “esta nueva normalidad”.

Estoy cierto de que algo sucederá que logre superar esta crisis y se reinventen… una vez más las salas cinematográficas. ¡Hasta la próxima!

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