/ domingo 25 de octubre de 2020

Organismos autónomos, comisiones reguladoras, ahora los fideicomisos… ¿Qué sigue?

Cuando se habla de fideicomisos desde la narrativa presidencial se habla de instrumentos rapaces que buscan dilapidar los recursos públicos en acciones poco sustantivas y benéficas para pocas personas, sin embargo, la percepción es distinta para millones de mexicanos benficiarios: son instrumentos para que científicos, investigadores, artistas, periodistas, defensores de derechos humanos y otros sectores contribuyan con el Estado para defender la vida, el bienestar y el desarrollo humano, social y económico de las personas.

Durante la semana que termina se concretó la extinción de 109 fideicomisos y fondos públicos, decisión que avalaron en el proceso legislativo los grupos parlamentarios de los partidos Morena, Partido Verde y Partido Encuentro Ssocial, queines han marcado un hito anacrónico y peligroso en la era reciente de México: la decisión implica suspender los avances de décadas en materia de investigación, cultura, derechos humanos, entre otros ámbitos que han cambiado la vida de millones de personas en nuestro país.

Las consecuencias de esta decisión política errónea deben leerse y entenderse con mayor amplitud al del ámbito en la que se circunscriben: implicará que el titular del Poder Ejecutivo ahora está facultado para dirigir -en forma directa, discrecional y direccionada- todos los esfuerzos destinados a la investigación, la cultura, la defensa de los derechos humanos, el deporte, la libertad de expresión y otras acciones que necesitan nutrirse de voces alternas, de perspectivas diversas para lograr que la sociedad se prepare desde la pluralidad y la libertad para enfrentar los retos por llegar en el corto y mediano plazo.

Ante la esperada repercusión negativa en el ámbito de la labor científica mexicana, traigo a la memoria un ejemplo histórico de una pareja excepcional: Marie y Pierre Curie, que encabezaron tenaces investigaciones a partir de una tesis doctoral en las que ella sustentaba sus hallazgos respecto del fenómeno de la radiactividad y que desembocó en el descubrimiento que ha permitido que millones de personas en todo el mundo puedan contar con un diagnóstico preciso para salvar en muchos de los casos vidas humanas.

Marie y Pierre Curie ganaron el Nobel y antes de ser galardonados trabajaron con mucho esfuerzo desde la precariedad y el empirismo. El descubrimiento del Radio y del Polonio de esta notable pareja es sólo uno de los ejemplos en los que se demuestra que la ciencia y la investigación son imprescindibles para la vida humana, por lo que su evolución no puede estar sujeta a decisiones personales, a proyectos políticos coyunturales, a la discrecionalidad de un grupo político cuyos objetivos de poder distan mucho de los fines que tiene el avance científico. La ciencia es amplia, plural, interdisciplinaria; es una actividad humana constante; requiere certeza para alcanzar nuevos concocimientos que mejoren las condiciones de vida de nuestra especie. Es obtuso creer que concentrando el apoyo económico que requieren los investigadores rendirá mejores frutos, reuniendo en pocas manos -con estrechez en la perspectiva- los apoyos financieros para el desenvolvimiento de la ciencia, en sustitución de un mecanismo institucional permanente.

Recordemos al mexicano Mario Molina, ganador del Premio Nobel de Química, egresado de una de las instituciones públicas más importantes del país, quien fue pionero de las investigaciones mundiales sobre química atmosférica, haciendose, gracias a ello, merecedor al máximo galardón científico mundial.

Mario Molina es ejemplo de una mente privilegiada que contribuye a la solución de problemas que comparte el mundo. En México hay personas con grandes talentos en diversas ramas del saber científico, a quienes no debemos obligar que tengan como única opción emigrar al extranjero, en virtud de que allá encuentran más respaldo y reconocimiento a sus descubrimientos.

El gobierno equivoca el diagnóstico cuando habla de fideicomisos como sinónimo de corrupción. Desde la perspectiva real, contararia al incisivo relato presidencial, hablar de fideicomisos significa hablar de esfuerzo y talento; significa hablar de oportunidades en un país que necesita recuperarse de las enormes desventajas que nos ha dejado la emergencia sanitaria del Covid-19.

México ha demostrado al mundo que somos capaces de crear y hacer ciencia, cine, medicina, literatura, danza, entre otros. En honor a ese talento y la necesidad de sumar esfuerzos debemos unirnos para evitar que medidas con tufo autoritario prevalezcan, debido a que no han sido pensadas desde la apertura cultural, científica, ni la visión humanista.

Viene a bien recordar las palabras de Mario Molina cuando apelaba al compromiso social desde la óptica científica: “Los científicos pueden plantear los problemas que afectarán al medio ambiente con base en la evidencia disponible, pero su solución no es responsabilidad de los científicos, es de toda la sociedad”. Los políticos cuyas motivaciones sean sus ansias de ampliar su poder no pueden encapsular al desarrollo artístico, científico y cultural a un rubro financiero de la administración. Quien intenta controlar el arte y la cultura no entinde que la verdadera trascendencia de una civilización está en la capacidad creativa amplia, social; esos gobernantes construyen molinos de viento que se convierten en monumentos gigantes de la incompetencia, muy lejanos del palpitar de esa sociedad plural, diversa, creativa, inteligente, capaz, que dicen gobernar.

Cuando se habla de fideicomisos desde la narrativa presidencial se habla de instrumentos rapaces que buscan dilapidar los recursos públicos en acciones poco sustantivas y benéficas para pocas personas, sin embargo, la percepción es distinta para millones de mexicanos benficiarios: son instrumentos para que científicos, investigadores, artistas, periodistas, defensores de derechos humanos y otros sectores contribuyan con el Estado para defender la vida, el bienestar y el desarrollo humano, social y económico de las personas.

Durante la semana que termina se concretó la extinción de 109 fideicomisos y fondos públicos, decisión que avalaron en el proceso legislativo los grupos parlamentarios de los partidos Morena, Partido Verde y Partido Encuentro Ssocial, queines han marcado un hito anacrónico y peligroso en la era reciente de México: la decisión implica suspender los avances de décadas en materia de investigación, cultura, derechos humanos, entre otros ámbitos que han cambiado la vida de millones de personas en nuestro país.

Las consecuencias de esta decisión política errónea deben leerse y entenderse con mayor amplitud al del ámbito en la que se circunscriben: implicará que el titular del Poder Ejecutivo ahora está facultado para dirigir -en forma directa, discrecional y direccionada- todos los esfuerzos destinados a la investigación, la cultura, la defensa de los derechos humanos, el deporte, la libertad de expresión y otras acciones que necesitan nutrirse de voces alternas, de perspectivas diversas para lograr que la sociedad se prepare desde la pluralidad y la libertad para enfrentar los retos por llegar en el corto y mediano plazo.

Ante la esperada repercusión negativa en el ámbito de la labor científica mexicana, traigo a la memoria un ejemplo histórico de una pareja excepcional: Marie y Pierre Curie, que encabezaron tenaces investigaciones a partir de una tesis doctoral en las que ella sustentaba sus hallazgos respecto del fenómeno de la radiactividad y que desembocó en el descubrimiento que ha permitido que millones de personas en todo el mundo puedan contar con un diagnóstico preciso para salvar en muchos de los casos vidas humanas.

Marie y Pierre Curie ganaron el Nobel y antes de ser galardonados trabajaron con mucho esfuerzo desde la precariedad y el empirismo. El descubrimiento del Radio y del Polonio de esta notable pareja es sólo uno de los ejemplos en los que se demuestra que la ciencia y la investigación son imprescindibles para la vida humana, por lo que su evolución no puede estar sujeta a decisiones personales, a proyectos políticos coyunturales, a la discrecionalidad de un grupo político cuyos objetivos de poder distan mucho de los fines que tiene el avance científico. La ciencia es amplia, plural, interdisciplinaria; es una actividad humana constante; requiere certeza para alcanzar nuevos concocimientos que mejoren las condiciones de vida de nuestra especie. Es obtuso creer que concentrando el apoyo económico que requieren los investigadores rendirá mejores frutos, reuniendo en pocas manos -con estrechez en la perspectiva- los apoyos financieros para el desenvolvimiento de la ciencia, en sustitución de un mecanismo institucional permanente.

Recordemos al mexicano Mario Molina, ganador del Premio Nobel de Química, egresado de una de las instituciones públicas más importantes del país, quien fue pionero de las investigaciones mundiales sobre química atmosférica, haciendose, gracias a ello, merecedor al máximo galardón científico mundial.

Mario Molina es ejemplo de una mente privilegiada que contribuye a la solución de problemas que comparte el mundo. En México hay personas con grandes talentos en diversas ramas del saber científico, a quienes no debemos obligar que tengan como única opción emigrar al extranjero, en virtud de que allá encuentran más respaldo y reconocimiento a sus descubrimientos.

El gobierno equivoca el diagnóstico cuando habla de fideicomisos como sinónimo de corrupción. Desde la perspectiva real, contararia al incisivo relato presidencial, hablar de fideicomisos significa hablar de esfuerzo y talento; significa hablar de oportunidades en un país que necesita recuperarse de las enormes desventajas que nos ha dejado la emergencia sanitaria del Covid-19.

México ha demostrado al mundo que somos capaces de crear y hacer ciencia, cine, medicina, literatura, danza, entre otros. En honor a ese talento y la necesidad de sumar esfuerzos debemos unirnos para evitar que medidas con tufo autoritario prevalezcan, debido a que no han sido pensadas desde la apertura cultural, científica, ni la visión humanista.

Viene a bien recordar las palabras de Mario Molina cuando apelaba al compromiso social desde la óptica científica: “Los científicos pueden plantear los problemas que afectarán al medio ambiente con base en la evidencia disponible, pero su solución no es responsabilidad de los científicos, es de toda la sociedad”. Los políticos cuyas motivaciones sean sus ansias de ampliar su poder no pueden encapsular al desarrollo artístico, científico y cultural a un rubro financiero de la administración. Quien intenta controlar el arte y la cultura no entinde que la verdadera trascendencia de una civilización está en la capacidad creativa amplia, social; esos gobernantes construyen molinos de viento que se convierten en monumentos gigantes de la incompetencia, muy lejanos del palpitar de esa sociedad plural, diversa, creativa, inteligente, capaz, que dicen gobernar.