/ sábado 19 de marzo de 2022

¡Papá despierta!

En aquellos años, si uno quería ir a un centro comercial tenía que hacer poco más de doscientos kilómetros. Galerías de la vecina ciudad de Torreón era el paseo obligado.

Como tenía que trabajar como músico en un evento quise aprovechar la corrida y me llevé a toda la familia.

De regreso, ya pasada la medianoche me venía durmiendo en la carretera. Casi puedo escuchar a mis hijos, quienes eran pequeños, gritándome “papá despierta”.

Tan sólo cinco segundos pudieron haber terminado en tragedia. Me detuve a un lado de la carretera por un rato, descanse, luego caminé, me lave la cara con perfume y continué el recorrido hasta Durango. Lo que en la carretera pueden ser segundos, en la vida pueden ser meses o años para despertar a la realidad de que echamos a perder la fe, el carácter, la estima y el futuro de nuestros hijos.

Esto fue lo que le ocurrió a Manoa, quien es más conocido por ser el papá de Sansón. Su historia completa la encontramos en los capítulos trece al quince del libro de Jueces. Cuando el mensajero de Dios tenía que comunicarle algo lo hacía a través de su esposa. ¿Por qué? Porque Manoa estaba “desconectado” de Dios. Muchos varones descansan en el hecho de que sus piadosas esposas fungen como una especie de “oráculo divino”. Según ellos, son ellas quienes deben ocuparse de los “asuntos espirituales” del hogar y así tomar la iniciativa para asistir al culto o a la misa, al grupo de estudio o al catecismo.

Por otra parte, aún y cuando el mensajero le había dado instrucciones específicas a través de ella, Manoa demandó atención “personalizada”, tratando a su esposa como si su testimonio no tuviera ningún valor. La conducta de Manoa revela su actitud eminentemente “machista”. Muchos hombres tratan a sus esposas como si fueran “úteros” que sólo están capacitadas para procrear: No piensan, no sienten, no deciden, pero a la mera hora, ellas son las que se avientan la responsabilidad de “ponerle el nombre”, de darles identidad, como fue el caso de Sansón.

¡Papá despierta! No esperes que tu esposa se sienta abrumada por las responsabilidades, y que tus hijos te vean como un extraño porque no estuviste presente. Dios quiere usar nuestra limitada, imperfecta y hasta egoísta paternidad para revelarnos su infinito, perfecto e incondicional amor de Padre.


Mail: leonardolombar@gmail.com


En aquellos años, si uno quería ir a un centro comercial tenía que hacer poco más de doscientos kilómetros. Galerías de la vecina ciudad de Torreón era el paseo obligado.

Como tenía que trabajar como músico en un evento quise aprovechar la corrida y me llevé a toda la familia.

De regreso, ya pasada la medianoche me venía durmiendo en la carretera. Casi puedo escuchar a mis hijos, quienes eran pequeños, gritándome “papá despierta”.

Tan sólo cinco segundos pudieron haber terminado en tragedia. Me detuve a un lado de la carretera por un rato, descanse, luego caminé, me lave la cara con perfume y continué el recorrido hasta Durango. Lo que en la carretera pueden ser segundos, en la vida pueden ser meses o años para despertar a la realidad de que echamos a perder la fe, el carácter, la estima y el futuro de nuestros hijos.

Esto fue lo que le ocurrió a Manoa, quien es más conocido por ser el papá de Sansón. Su historia completa la encontramos en los capítulos trece al quince del libro de Jueces. Cuando el mensajero de Dios tenía que comunicarle algo lo hacía a través de su esposa. ¿Por qué? Porque Manoa estaba “desconectado” de Dios. Muchos varones descansan en el hecho de que sus piadosas esposas fungen como una especie de “oráculo divino”. Según ellos, son ellas quienes deben ocuparse de los “asuntos espirituales” del hogar y así tomar la iniciativa para asistir al culto o a la misa, al grupo de estudio o al catecismo.

Por otra parte, aún y cuando el mensajero le había dado instrucciones específicas a través de ella, Manoa demandó atención “personalizada”, tratando a su esposa como si su testimonio no tuviera ningún valor. La conducta de Manoa revela su actitud eminentemente “machista”. Muchos hombres tratan a sus esposas como si fueran “úteros” que sólo están capacitadas para procrear: No piensan, no sienten, no deciden, pero a la mera hora, ellas son las que se avientan la responsabilidad de “ponerle el nombre”, de darles identidad, como fue el caso de Sansón.

¡Papá despierta! No esperes que tu esposa se sienta abrumada por las responsabilidades, y que tus hijos te vean como un extraño porque no estuviste presente. Dios quiere usar nuestra limitada, imperfecta y hasta egoísta paternidad para revelarnos su infinito, perfecto e incondicional amor de Padre.


Mail: leonardolombar@gmail.com


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