/ lunes 2 de septiembre de 2019

Percepción ciudadana

Bonapartismo sui generis

El presidencialismo en México domina la predominancia del poder ejecutivo sobre pesos y contrapesos del régimen político.- Jorge Carpizo

López Obrador rindió su primer informe de gobierno y con su estilo de hacer política, lo hizo en forma distinta a lo tradicional. Al parejo de los spot difundidos por palacio nacional se discutieron dos notas, una del INEGI de que vivimos felices, y de que importa menos el crecimiento que el desarrollo, afirmación del presidente, refrendada por Carlos Slim.

Antes del informe varias casas encuestadoras documentaron que el presidente llegó a su primer año de gobierno con una aprobación del 70%. Sus detractores pretendiendo minimizar la nota dijeron que con excepción de Zedillo, otros presidentes llegaron a su primer informe con igual aprobación, sólo que con López Obrador la aprobación es en plena alteración del régimen político.

Si se está de acuerdo con W. Mills, de que la calidad de la política está determinada por la capacidad intelectual de los políticos, entonces las cosas de dan de manera natural. Sin restar méritos a López Obrador, muchos de sus aciertos son abonados por deficiencias y errores de sus adversarios.

Empezando por comentaristas principales de la televisión, Silva Herzog, Ciro Gómez, Pepe Cárdenas, Sergio sarmiento, Rivapalacio, Roberto Rock entre otros incluidos en la lista de beneficiarios de apoyos de Peña Nieto y anteriores, hoy se desgañitan por expresiones del presidente, en los inmediatos tuvieron bastante material y no dijeron nada. Es indicativo que no vean en las conferencias mañeras una oportunidad de refutar con mayor ciencia, ya sin el lenguaje vacío de presidentes corruptos.

El bonapartismo se describe en El 18 de Brumario, de Luis Bonaparte de Marx, de Engels en la Lucha de Clase en Francia, con nosotros, Trotsky en el Cardenismo se refirió al sistema de Bonapartismo Sui generis. La entronización del hombre fuerte se da en circunstancias sociales específicas y ese proceso social viene con Luis Bonaparte llamado por Marx, el sobrino de tío. Se amparó en la figura del gran Napoleón para gobernar por sobre las clases sociales respaldado por las masas y la fuerza militar. Experiencias similares en fascismo de Hitler, se impuso sobre las clases sociales con respaldo de la masa y el ejército, sin variar la reglas de explotación capitalista. Gramsci, y en particular Max Weber y su concepto del carisma del líder en actor factor imprescindible, que distingue al caudillo y al hombre fuerte, Bonapartismo o también llamado Cesarismo, hasta estado de excepción de hecho, eventual en el capitalismo y la historia moderna.

El presidencialismo de México tiene facultades legales en economía política sin paralelo. El régimen todavía opera en el reparto de prerrogativas económicas a sectores y empresarios. No existen contrapesos, los empresarios grandes no pueden desafiar al erario, lo mismo que los periódicos y la televisión, que pensar del corporativismo sindical, los partidos hacen filas en las cajas de gobierno o de su nodriza el INE. ¿En dónde está democracia electoral que presume el INE, una versión anticuada de la democracia que no imagina la distribución del ingreso y preeminencia del salario en las cuentas nacionales?

Ni siquiera se concibe la investigación científica aplicada por universidades públicas vertida en la producción. Quien combatirá la enajenación con manipulación en consumismo e indiferencia social y negocio de la de la televisión privada, ¿Podrán los grupos cristianos contener a la jerarquía católica en alianza con la televisión y sectores conservadores para mantener al grueso de la población en el futbol e información vulgar y distorsionada?

López Obrador se levanta sobre esa pirámide de corrupción y simulación, ridiculizando los rituales priistas, expertos en señas y ademanes y cero ideas, adulando a los jefes, de cuidarse de no arriesgar, de no criticar, pendientes de observar al presidente con lentes viejos y sucios. Los del PAN, dijera López Obrador, es lo mismo que el PRI, y si no son, cada día se parecen más. Y Morena duerme el sueño de los justos.

El progreso conjuga crecimiento económico y desarrollo. El crecimiento es acumulación de riqueza y posibilidades, el desarrollo es el nivel aceptable en salud, educación, ingreso y cultura general. Las circunstancias favorecen a López Obrador para concretar el poder sobre clases sociales y fuerzas económicas, esperamos que después lo reparta y socialice.

Bonapartismo sui generis

El presidencialismo en México domina la predominancia del poder ejecutivo sobre pesos y contrapesos del régimen político.- Jorge Carpizo

López Obrador rindió su primer informe de gobierno y con su estilo de hacer política, lo hizo en forma distinta a lo tradicional. Al parejo de los spot difundidos por palacio nacional se discutieron dos notas, una del INEGI de que vivimos felices, y de que importa menos el crecimiento que el desarrollo, afirmación del presidente, refrendada por Carlos Slim.

Antes del informe varias casas encuestadoras documentaron que el presidente llegó a su primer año de gobierno con una aprobación del 70%. Sus detractores pretendiendo minimizar la nota dijeron que con excepción de Zedillo, otros presidentes llegaron a su primer informe con igual aprobación, sólo que con López Obrador la aprobación es en plena alteración del régimen político.

Si se está de acuerdo con W. Mills, de que la calidad de la política está determinada por la capacidad intelectual de los políticos, entonces las cosas de dan de manera natural. Sin restar méritos a López Obrador, muchos de sus aciertos son abonados por deficiencias y errores de sus adversarios.

Empezando por comentaristas principales de la televisión, Silva Herzog, Ciro Gómez, Pepe Cárdenas, Sergio sarmiento, Rivapalacio, Roberto Rock entre otros incluidos en la lista de beneficiarios de apoyos de Peña Nieto y anteriores, hoy se desgañitan por expresiones del presidente, en los inmediatos tuvieron bastante material y no dijeron nada. Es indicativo que no vean en las conferencias mañeras una oportunidad de refutar con mayor ciencia, ya sin el lenguaje vacío de presidentes corruptos.

El bonapartismo se describe en El 18 de Brumario, de Luis Bonaparte de Marx, de Engels en la Lucha de Clase en Francia, con nosotros, Trotsky en el Cardenismo se refirió al sistema de Bonapartismo Sui generis. La entronización del hombre fuerte se da en circunstancias sociales específicas y ese proceso social viene con Luis Bonaparte llamado por Marx, el sobrino de tío. Se amparó en la figura del gran Napoleón para gobernar por sobre las clases sociales respaldado por las masas y la fuerza militar. Experiencias similares en fascismo de Hitler, se impuso sobre las clases sociales con respaldo de la masa y el ejército, sin variar la reglas de explotación capitalista. Gramsci, y en particular Max Weber y su concepto del carisma del líder en actor factor imprescindible, que distingue al caudillo y al hombre fuerte, Bonapartismo o también llamado Cesarismo, hasta estado de excepción de hecho, eventual en el capitalismo y la historia moderna.

El presidencialismo de México tiene facultades legales en economía política sin paralelo. El régimen todavía opera en el reparto de prerrogativas económicas a sectores y empresarios. No existen contrapesos, los empresarios grandes no pueden desafiar al erario, lo mismo que los periódicos y la televisión, que pensar del corporativismo sindical, los partidos hacen filas en las cajas de gobierno o de su nodriza el INE. ¿En dónde está democracia electoral que presume el INE, una versión anticuada de la democracia que no imagina la distribución del ingreso y preeminencia del salario en las cuentas nacionales?

Ni siquiera se concibe la investigación científica aplicada por universidades públicas vertida en la producción. Quien combatirá la enajenación con manipulación en consumismo e indiferencia social y negocio de la de la televisión privada, ¿Podrán los grupos cristianos contener a la jerarquía católica en alianza con la televisión y sectores conservadores para mantener al grueso de la población en el futbol e información vulgar y distorsionada?

López Obrador se levanta sobre esa pirámide de corrupción y simulación, ridiculizando los rituales priistas, expertos en señas y ademanes y cero ideas, adulando a los jefes, de cuidarse de no arriesgar, de no criticar, pendientes de observar al presidente con lentes viejos y sucios. Los del PAN, dijera López Obrador, es lo mismo que el PRI, y si no son, cada día se parecen más. Y Morena duerme el sueño de los justos.

El progreso conjuga crecimiento económico y desarrollo. El crecimiento es acumulación de riqueza y posibilidades, el desarrollo es el nivel aceptable en salud, educación, ingreso y cultura general. Las circunstancias favorecen a López Obrador para concretar el poder sobre clases sociales y fuerzas económicas, esperamos que después lo reparta y socialice.

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