Entre los investigadores sociales hay serias diferencias entre quienes observan sin pensar y quienes piensan sin observar.- C. Wright Mills; La imaginación sociológica
Karl Marx, en su libro La ideología alemana, dice que lo que pone de manifiesto la crisis de una sociedad es que medio mundo se pone a escribir libros. En efecto como si fuera moda se publican muchos libros sin mucho contenido cuando el libro se abandona por la comodidad del internet.
La SEP burocratizó la academia con la complacencia de las universidades, exigiendo publicaciones como requisito para recibir becas al desempeño, y se dan casos de investigadores de cubículo que leen un libro y escriben dos, y en general hay más autores que lectores, se forman los grupos de escritores con la consigna: Tú me lees, yo te leo.
Todo esto viene al caso porque hay pocos buenos libros mexicanos del Estado y del poder en autores como Luis Medina. No obstante muchos autores extranjeros, permanecen vigentes Weber, Gramsci, Lukács, y también R. Miliban, N. Poulantzas, y varios. Max Weber definió el ejercicio del poder legítimo, los divide en tres tipos: El poder legal, el tradicional y el carismático.
El poder legal lo define como el sustentado en la autoridad de la ley, con obligaciones y derechos para gobernantes y ciudadanos. El poder tradicional es el costumbrista aunque con un poder ejecutivo sobrepuesto a legisladores y jueces, es casi inmovible. Con rituales, protocolos, y simbolismos que adornan las facultades del presidencialismo o el monarca y se llega a considerar natural que medren del gobierno.
El poder carismático se finca en los atributos personales de un dirigente político, un líder popular con imagen y dones que lo presentan infalible, y su prestigio y dominio seguido rivalizan con el imperio de la ley en los tiempos modernos.
Con Salinas de Gortari se hicieron del poder tecnócratas de posgrados de prisa y muy corruptos, el clímax llego con Peña Nieto. Según Weber sería gobiernos tradicionales de ceremonias, simulación y reparto de cuotas, de soborno y cohecho que con Peña se desbordó.
A López Obrador en sus campañas, imbuido del sentir popular y humilde, le arraiga la premisa de que acabar con la corrupción es la base de transformación al bienestar, una demanda popular que enoja la idiosincrasia nacional y con la que empieza a deshilvanar al régimen tradicional.
Hay quienes no les gusta el estilo, el lenguaje, y López Obrador derruye el cascarón de burocrático de formalidad, rituales, de la genuflexión y ceremonias. Ahora hay austeridad, no hay guardaespaldas, sin derroche, con prensa que escudriña desviaciones y antes las escondía, sin partidos pagados por el erario, ni sindicatos de empresa y laborales beneficiarios de canonjías y contratos. Con el agrado de masas populares y el concepto que estas tiene del gobierno, López Obrador cambia los usos del poder presidencial con transparencia en la Federación, y en los en Estados como Durango no ha cambiado nada.
López Obrador ha hecho anatema de la corrupción, si es slogan o artífico es válido. La oposición si tuviera valor e inteligencia, porque si entiende lo que está pasando, apoyarían y se apoyarían enderezando denuncias de corrupción a Peña Nieto y secuaces. Contra los últimos gobernadores, el PRI no la hará porque siempre súbdito del jefe, el PAN pudiera hacerlo contra Marta Sahagún o Calderón. Se quedan viendo la ventaja que el presidente saca de esas acusaciones, aunque sólo lo diga la oposición le ayuda en eso.
Elemental, toda acción produce una reacción, los exabruptos del presidente, sus señalamientos a la prensa, abren espacios de polémica que no conocíamos. López Obrador al hacerlo induce a que lo refuten, tampoco hay una condición moral y social para que se queje de que lo cuestionan insistentemente, son factores de un rejuego democrático en ciernes.
Lo que ha hecho o dicho son irreversibles, hay lenguaje directo, los periodistas, ni él deben sentirse hostigado, tanto los periodistas como los políticos son oficios de mucho valor cuando son auténticos.
Se visualizan complicaciones en el horizonte; por las razones que sean la deuda externa vuelve a crecer, la pandemia no estaba domada, la crisis económica se traduce en menos recaudación fiscal y desempleo entre el alarmismo de la oposición o empresarios y la confianza del régimen; una pasividad notoria en el atentado de García Harfuch; muchos latrocinios pero sigue el manto de protección a Peña Nieto.
Comparto con el presidente que las instituciones autónomas no eran autonomías sino serviles al poder, no han servido para nada empezando por el aparato costoso y comparsa del INE; en el 2022 habrá órgano sustituto.