/ lunes 17 de agosto de 2020

Percepción ciudadana

Después de 80 años sin democracia autentica más que candidatos hemos querido tener mesías, las elecciones no son procesos de beatificación.- Juan Villoro.

El proceso judicial contra Emilio Lozoya no sólo persigue castigar la corrupción en altos funcionarios del sexenio anterior. Involucrar directamente a Peña Nieto, a Calderón Hinojosa y Salinas de Gortari, es un paso importante que da López Obrador para desmitificar al presidente de México como jefe absoluto.

En las conferencias mañaneras el presidente con lenguaje sencillo y directo ha contribuido a la crítica al primer mandatario, ha permitido la difusión en televisión comercial hasta de bromas y escarnio de locutores y comentaristas que antes no lo hacían, hablaban contra todos menos del presidente. Esta nueva relación es un avance político.

Daniel Cossío Villegas, en su libro, “El estilo personal de gobernar”, afirma que la Presidencia fuerte de México se apoyaba en la Presidencia, el aparato priista y un peso fuerte. Pero el respeto o admiración al gran Tlatoani o jefe supremo, viene desde los aztecas. Con la conquista se arraigó mas la sumisión porque como dice Samuel Ramos, en “El perfil del hombre y la cultura en México”, nos tocó la mala suerte de ser conquistado por una teocracia católica que hizo lo imposible para que no nos llegara la influencia del renacimiento.

Con las excepciones de siempre el catolicismo y su evangelización, con ascetismo, política de la corona española y los intereses del Vaticano, impusieron sobre los mexicanos el catolicismo destruyendo las deidades de los conquistados, deidades en que en Quetzalcóatl tenían un Dios comprensivo y creador.

Con la voracidad y crueldad de los españoles y curas represores como Torquemada se adoctrinó en el autoritarismo, sumisión al monarca, al virrey y a los sacerdotes que se decían representes del creador, y para afianzar la veneración se descubrió a la guadalupana con la figura morena de las mujeres, la madre protectora.

Desde el emperador azteca tenemos admiración por el jefe, el ascetismo católico es autoritario e inmovilista, muy diferente a la ética protestante, que como afirma Max Weber, inculcaban que sólo a Dios se le debe veneración, actitud que sembró en países protestantes no ver al jefe político superior a los demás. Entre nosotros entre el campanario y el poder público promovían la sumisión por conveniencia y por convicción de católicos obscurantistas. Esta es la lucha de siglos del liberalismo representados por Juárez y partidarios de la reforma contra los conservadores, los inmovilistas del clero político, por eso se puede demostrar que la marcha de Estado mexicano y su república ha sido una lucha constante contra el clero político y sus huestes.

Hay muchas otras raíces que ayudan a explicarnos del por qué de la sumisión y complicidad con el hombre fuerte. Por idiosincrasia y resabios históricos el temperamento mexicano está más conforme con el líder fuerte y hasta represor, que no el gobernante de mano blanda o mediadora. Los líderes más respetados aún sobre sus excesos han sido Santana, Juárez, Porfirio Díaz, Lázaro Cárdenas, o incluso Gustavo Díaz Ordaz. La fuerza del presidencialismo que decae aunque ahora López Obrador lo reconcentre, ha sido apuntalado por la educación, los medios viejos y modernos de difusión, y claro que por el clero político que siempre se está con el vencedor. Ahora sólo esperan cómo pinta el verde para irse a la cargada, para ellos no existe violencia, el narcotráfico, la corrupción, la pobreza y el desempleo, no se pronuncian, para el clero político no existen tales problemas sociales, siempre se acomodan con el poder. Por lo mismo les reprochó el papa Francisco en su visita con alusión indirecta a Norberto Rivera, Bájense del carro del poder, acérquense a los pobres.

La denuncia pública del presidente contra varios ex presidentes servirá para desacralizar al presidencialismo, junto a medidas de quitarle el fuero, guardia militar y pensiones. López Obrador invita a la crítica abierta, reconoce adversarios, no habla nunca de unidad porque sabe que un concepto de derecha que siempre pregona el clero político temeroso de otro desgajamiento como el de la reforma de Lutero, quieren la unidad antidiabética y acrítica y bajo las órdenes de ellos.

Con la pura denuncia a los ex presidentes se impulsa la verdad, la transparencia, la rendición de cuentas, modifica las relaciones antidemocráticas del gobierno con la sociedad. Trascenderá en ventilar la corrupción, y se multiplicaran las denuncias creando una ola de escándalos y recriminaciones que mucha falta nos hacen.

Después de 80 años sin democracia autentica más que candidatos hemos querido tener mesías, las elecciones no son procesos de beatificación.- Juan Villoro.

El proceso judicial contra Emilio Lozoya no sólo persigue castigar la corrupción en altos funcionarios del sexenio anterior. Involucrar directamente a Peña Nieto, a Calderón Hinojosa y Salinas de Gortari, es un paso importante que da López Obrador para desmitificar al presidente de México como jefe absoluto.

En las conferencias mañaneras el presidente con lenguaje sencillo y directo ha contribuido a la crítica al primer mandatario, ha permitido la difusión en televisión comercial hasta de bromas y escarnio de locutores y comentaristas que antes no lo hacían, hablaban contra todos menos del presidente. Esta nueva relación es un avance político.

Daniel Cossío Villegas, en su libro, “El estilo personal de gobernar”, afirma que la Presidencia fuerte de México se apoyaba en la Presidencia, el aparato priista y un peso fuerte. Pero el respeto o admiración al gran Tlatoani o jefe supremo, viene desde los aztecas. Con la conquista se arraigó mas la sumisión porque como dice Samuel Ramos, en “El perfil del hombre y la cultura en México”, nos tocó la mala suerte de ser conquistado por una teocracia católica que hizo lo imposible para que no nos llegara la influencia del renacimiento.

Con las excepciones de siempre el catolicismo y su evangelización, con ascetismo, política de la corona española y los intereses del Vaticano, impusieron sobre los mexicanos el catolicismo destruyendo las deidades de los conquistados, deidades en que en Quetzalcóatl tenían un Dios comprensivo y creador.

Con la voracidad y crueldad de los españoles y curas represores como Torquemada se adoctrinó en el autoritarismo, sumisión al monarca, al virrey y a los sacerdotes que se decían representes del creador, y para afianzar la veneración se descubrió a la guadalupana con la figura morena de las mujeres, la madre protectora.

Desde el emperador azteca tenemos admiración por el jefe, el ascetismo católico es autoritario e inmovilista, muy diferente a la ética protestante, que como afirma Max Weber, inculcaban que sólo a Dios se le debe veneración, actitud que sembró en países protestantes no ver al jefe político superior a los demás. Entre nosotros entre el campanario y el poder público promovían la sumisión por conveniencia y por convicción de católicos obscurantistas. Esta es la lucha de siglos del liberalismo representados por Juárez y partidarios de la reforma contra los conservadores, los inmovilistas del clero político, por eso se puede demostrar que la marcha de Estado mexicano y su república ha sido una lucha constante contra el clero político y sus huestes.

Hay muchas otras raíces que ayudan a explicarnos del por qué de la sumisión y complicidad con el hombre fuerte. Por idiosincrasia y resabios históricos el temperamento mexicano está más conforme con el líder fuerte y hasta represor, que no el gobernante de mano blanda o mediadora. Los líderes más respetados aún sobre sus excesos han sido Santana, Juárez, Porfirio Díaz, Lázaro Cárdenas, o incluso Gustavo Díaz Ordaz. La fuerza del presidencialismo que decae aunque ahora López Obrador lo reconcentre, ha sido apuntalado por la educación, los medios viejos y modernos de difusión, y claro que por el clero político que siempre se está con el vencedor. Ahora sólo esperan cómo pinta el verde para irse a la cargada, para ellos no existe violencia, el narcotráfico, la corrupción, la pobreza y el desempleo, no se pronuncian, para el clero político no existen tales problemas sociales, siempre se acomodan con el poder. Por lo mismo les reprochó el papa Francisco en su visita con alusión indirecta a Norberto Rivera, Bájense del carro del poder, acérquense a los pobres.

La denuncia pública del presidente contra varios ex presidentes servirá para desacralizar al presidencialismo, junto a medidas de quitarle el fuero, guardia militar y pensiones. López Obrador invita a la crítica abierta, reconoce adversarios, no habla nunca de unidad porque sabe que un concepto de derecha que siempre pregona el clero político temeroso de otro desgajamiento como el de la reforma de Lutero, quieren la unidad antidiabética y acrítica y bajo las órdenes de ellos.

Con la pura denuncia a los ex presidentes se impulsa la verdad, la transparencia, la rendición de cuentas, modifica las relaciones antidemocráticas del gobierno con la sociedad. Trascenderá en ventilar la corrupción, y se multiplicaran las denuncias creando una ola de escándalos y recriminaciones que mucha falta nos hacen.

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