/ lunes 31 de agosto de 2020

Percepción ciudana

El affaire de Lozoya Austin se ha desarrollado bajo libreto con emisiones y capítulos similares una serie de política de televisión en Netflix. El presidente regula la secuencia según se lo indica el termómetro del imaginario colectivo y la percepción de crisis económica y desfase de la pandemia.

Finalmente el presidente se decide por someter a una encuesta popular si se consigna a los ex presidentes con base a tantos casos de corrupción del conocimiento de la opinión pública, y repetidos en las conferencias mañaneras. Enjuiciar a Peña Nieto en una exigencia popular no un apoyo al gobierno, También a F. Calderón y al esposo de Martha Sahagún, y claro a Salinas, en ese orden. Se recurre a la consulta de forma tangencial porque para el gobierno todavía es incierto el control de la pandemia y los efectos de la caída económica y es la consigna del hartazgo popular por el cinismo en robos y fraudes.

Por otra parte los miembros del poder judicial que trabajan menos que sus pares en los EE.UU. y cobran el doble que ellos, no trabajan y muchos son corruptos. Hoy día la Suprema Corte tiene por resolver 15 asuntos delicados en controversias y leyes que se presume son inconstitucionales, todas en este gobierno y la mayoría contra él poder ejecutivo.

Hay noticias de que el carisma del López Obrador reduce el nivel alcanzado al principio de su gobierno. Se achican índices del neoliberalismo en crecimiento y empleo, la recuperación de la economía no se visualiza. El secretario de Hacienda advierte que el presupuesto de 2021 no tendrá los guardaditos y reservas de los fideicomisos en vías de extinción, que el del 2021 viene más austero y que se incrementará la deuda en un 7% del PIB por variaciones en el tipo de cambio peso-dólar.

A López Obrador por errores propios y adversidades se le complica el panorama. Una transformación o lo que eso signifique en términos sociales, debe afectar en la estructura social y no quedarse en la superficie burocrática. No cumplirá sus objetivos sin una reforma fiscal a fondo en instrumento de equidad social. Sin una reforma laboral que eleve la masa salarial en el ingreso nacional, y lo más importante una revolución educativa que apoye a la economía en una despiadada competencia internacional, y a salir de la economía de subsistencia. Los países que en los últimos 40 años destacan en el desarrollo, antes realizaron una reforma educativa rígida y a fondo.

López Obrador nunca se ha dicho de izquierda y no lo es. Es en algo liberal y conservador en otras, como la idea de partido y clases social. Pero es un líder con mucho carisma y menor liderazgo, no ha expuesto las ideas sustantivas que conduzcan las acciones para producir, educar y dirigir a las clases sociales fundamentales, en uso del poder y la legitimidad. No se ve un proyecto de democracia moderna y a medida de los retos de la sociedad de la inteligencia y vida artificial, el liderazgo sólo se materializa a través de partidarios convencidos y capacitados en la producción. En Morena los militantes de izquierda recuerdan el materialismo histórico que demuestra que los cambios lo hacen las bases sociales y que ningún líder, por sabio y querido que sea, ha logrado avanzar sin el respaldo popular adoctrinado y organizado.

El carisma del presidente puede pasar sin liderazgo. La afiliación de tiros y troyanos claro que estorba una línea coherente de acciones, pero se observa que el presidente confía mucho en él o que no le interesa tanto Morena. Si esto es cierto, Mario Delgado y otros connotados expriistas diestros en el equilibrismo, presidieran Morena contra las viejas y leales organizaciones de izquierda que por dos décadas apoyan a López Obrador. Se conjetura que López Obrador no quiere dirigentes inteligentes y preparados en el partido, no quiere refutaciones. No se oye bien al presidente hablando de legalidad, y que por eso respetará en lugar del PRI en la Cámara de Diputados.

López Obrador no es de izquierda. Con gradualismo operará la ley contra la corrupción, la ciudadanía quiere acciones drásticas al tamaño de la ofensa, habla de legalidad y renuncia a que juró de hacer cumplir la ley, dice excusarse de ser verdugo, y las difíciles condiciones lo inclinan por la encuesta. Ser o no ser, esa es la cuestión. Diría Hamlet.

En fin no pidamos peras, el presidente poco a poco se acerca al viejo ritual, por lo pronto se apoya en el Ejército, en los grandes empresarios beneficiarios de la desigualdad. Sectores medios que lo apoyaron ya no quieren comprar boletos para el avión, los intelectuales de izquierda, artistas, y viejos mitigantes se reservan.

EPÍGRAFE

Siempre tener presente que los avisos políticos, como los comerciales, tienen que funcionar en dos niveles; racional y emocional, ser factuales y realistas.- Dick Morris; El Nuevo Príncipe.

El affaire de Lozoya Austin se ha desarrollado bajo libreto con emisiones y capítulos similares una serie de política de televisión en Netflix. El presidente regula la secuencia según se lo indica el termómetro del imaginario colectivo y la percepción de crisis económica y desfase de la pandemia.

Finalmente el presidente se decide por someter a una encuesta popular si se consigna a los ex presidentes con base a tantos casos de corrupción del conocimiento de la opinión pública, y repetidos en las conferencias mañaneras. Enjuiciar a Peña Nieto en una exigencia popular no un apoyo al gobierno, También a F. Calderón y al esposo de Martha Sahagún, y claro a Salinas, en ese orden. Se recurre a la consulta de forma tangencial porque para el gobierno todavía es incierto el control de la pandemia y los efectos de la caída económica y es la consigna del hartazgo popular por el cinismo en robos y fraudes.

Por otra parte los miembros del poder judicial que trabajan menos que sus pares en los EE.UU. y cobran el doble que ellos, no trabajan y muchos son corruptos. Hoy día la Suprema Corte tiene por resolver 15 asuntos delicados en controversias y leyes que se presume son inconstitucionales, todas en este gobierno y la mayoría contra él poder ejecutivo.

Hay noticias de que el carisma del López Obrador reduce el nivel alcanzado al principio de su gobierno. Se achican índices del neoliberalismo en crecimiento y empleo, la recuperación de la economía no se visualiza. El secretario de Hacienda advierte que el presupuesto de 2021 no tendrá los guardaditos y reservas de los fideicomisos en vías de extinción, que el del 2021 viene más austero y que se incrementará la deuda en un 7% del PIB por variaciones en el tipo de cambio peso-dólar.

A López Obrador por errores propios y adversidades se le complica el panorama. Una transformación o lo que eso signifique en términos sociales, debe afectar en la estructura social y no quedarse en la superficie burocrática. No cumplirá sus objetivos sin una reforma fiscal a fondo en instrumento de equidad social. Sin una reforma laboral que eleve la masa salarial en el ingreso nacional, y lo más importante una revolución educativa que apoye a la economía en una despiadada competencia internacional, y a salir de la economía de subsistencia. Los países que en los últimos 40 años destacan en el desarrollo, antes realizaron una reforma educativa rígida y a fondo.

López Obrador nunca se ha dicho de izquierda y no lo es. Es en algo liberal y conservador en otras, como la idea de partido y clases social. Pero es un líder con mucho carisma y menor liderazgo, no ha expuesto las ideas sustantivas que conduzcan las acciones para producir, educar y dirigir a las clases sociales fundamentales, en uso del poder y la legitimidad. No se ve un proyecto de democracia moderna y a medida de los retos de la sociedad de la inteligencia y vida artificial, el liderazgo sólo se materializa a través de partidarios convencidos y capacitados en la producción. En Morena los militantes de izquierda recuerdan el materialismo histórico que demuestra que los cambios lo hacen las bases sociales y que ningún líder, por sabio y querido que sea, ha logrado avanzar sin el respaldo popular adoctrinado y organizado.

El carisma del presidente puede pasar sin liderazgo. La afiliación de tiros y troyanos claro que estorba una línea coherente de acciones, pero se observa que el presidente confía mucho en él o que no le interesa tanto Morena. Si esto es cierto, Mario Delgado y otros connotados expriistas diestros en el equilibrismo, presidieran Morena contra las viejas y leales organizaciones de izquierda que por dos décadas apoyan a López Obrador. Se conjetura que López Obrador no quiere dirigentes inteligentes y preparados en el partido, no quiere refutaciones. No se oye bien al presidente hablando de legalidad, y que por eso respetará en lugar del PRI en la Cámara de Diputados.

López Obrador no es de izquierda. Con gradualismo operará la ley contra la corrupción, la ciudadanía quiere acciones drásticas al tamaño de la ofensa, habla de legalidad y renuncia a que juró de hacer cumplir la ley, dice excusarse de ser verdugo, y las difíciles condiciones lo inclinan por la encuesta. Ser o no ser, esa es la cuestión. Diría Hamlet.

En fin no pidamos peras, el presidente poco a poco se acerca al viejo ritual, por lo pronto se apoya en el Ejército, en los grandes empresarios beneficiarios de la desigualdad. Sectores medios que lo apoyaron ya no quieren comprar boletos para el avión, los intelectuales de izquierda, artistas, y viejos mitigantes se reservan.

EPÍGRAFE

Siempre tener presente que los avisos políticos, como los comerciales, tienen que funcionar en dos niveles; racional y emocional, ser factuales y realistas.- Dick Morris; El Nuevo Príncipe.

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