/ viernes 25 de enero de 2019

Planear, dar clase y evaluar por competencias

Pensar la educación basada en competencias como una gran oportunidad para la mejora sostenida de la educación sigue siendo una alternativa viable, a pesar de que ya pasaron más de 20 años de que se implementara esta modalidad educativa en el sistema educativo nacional y de que aún siguen sin concretarse muchos aspectos metodológicos y epistémicos que permitan su plena ejecución en las aulas.

Todavía, en el sector educativo seguimos abordando un problema central que está conectado al qué se entiende por competencia y a cómo alcanzar su dominio metodológico, para que efectivamente los estudiantes, con la guía de los maestros, desarrollen las competencias o los aprendizaje clave previstos en los diseños curriculares de los distintos niveles educativos, especialmente en la educación primaria, secundaria y media superior.

En este sentido, para recomenzar el análisis del problema, es necesario que los maestros y especialmente los formadores de maestros tomen conciencia de la gran responsabilidad que implica incorporar los aspectos conceptuales y metodológico-didácticos necesarios para fortalecer el desarrollo de las competencias docentes que se requieren para poner en marcha el proceso de enseñanza-aprendizaje en el modelo educativo basado en competencias.

Es importante pensar que un currículo basado en competencias con enfoque constructivista implica el desarrollo de una actividad de planeación didáctica exhaustiva, que exige el diagnóstico de conocimientos previos, así como el establecimiento de conflictos cognitivos en los estudiantes para el abordaje de los conocimientos nuevos, además de considerar los aspectos contextuales que rodean a la escuela y el empleo de diversos recursos y medios didácticos, entre los que se cuentan las tecnologías de la información y la comunicación.

Al respecto, hay que tener en cuenta que enseñar no es una tarea sencilla y que tampoco lo es lograr que los estudiantes aprendan, pues en ambos procesos -enseñar y aprender- median una serie de factores internos y externos a maestros y estudiantes, que facilitan u obstaculizan la concreción de las intenciones educativas de los planes y programas de estudio; por eso, es fundamental que los maestros, de manera periódica, puedan hacer un recorrido por todo el proceso que implica poner en marcha la educación por competencias con enfoque constructivista. Es decir, la planeación de la clase, la impartición de la enseñanza y la evaluación de los aprendizajes.

Lo anterior implica que, en el enfoque educativo por competencias, debe asegurarse el vínculo metodológico que debe existir entre el programa de estudios, el diseño didáctico de la clase, la práctica de la enseñanza y la evaluación de resultados de aprendizaje, en virtud de que una estricta congruencia entre estos tres componentes -planear, enseñar y evaluar-, garantiza un actuar docente sistemático y autorregulado.

Para comenzar el quehacer docente, la planeación didáctica se considera como el fundamento de la implementación del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Proceso que implica acciones didácticas que un buen profesor no puede descuidar en su tarea frente a grupo, como son diagnosticar los conocimientos previos y necesidades de los estudiantes; reconocer las competencias, propósitos y contenidos de aprendizaje; diseñar las actividades, seleccionar y/o diseñar estrategias, elaborar la guía e instrumentos de evaluación, agenciarse los recursos y medios didácticos y cuidar todos los detalles del proceso.

Planear la actividad de la clase conlleva necesariamente haber comprendido el modelo general de las competencias y el concepto de situaciones didácticas, con la finalidad de que la planeación de secuencias didácticas por competencias no se quede en una planeación más, sino que en realidad genere cambios en el proceso de mediación del aprendizaje de los estudiantes, desde una perspectiva de la formación humana integral y un proyecto ético de vida, que los estudiantes deberán de construir con la guía de sus profesores.

Después de la planeación, el docente requiere de la construcción de un ambiente de aprendizaje activo y participativo, en el que los estudiantes alcancen un mayor desarrollo cognitivo, desarrollen disposiciones sociales positivas, mejoren su rendimiento académico y adquieran mayores habilidades para resolver problemas en contextos muy cercanos a la realidad.

Así, una de las responsabilidades más importantes de los maestros, en la educación basada en competencias, es crear y mantener un ambiente de aprendizaje que estimule el aprendizaje activo, en el que los estudiantes puedan expresar sus propias ideas, intenciones e intereses; que tengan libertad al elegir materiales de trabajo y que puedan participar en todas las actividades que se realicen en la clase; en una palabra, que sean capaces de aprender a aprender.

Entendiendo que aprender a aprender supone la interacción proactiva del maestro con el estudiante, de modo que juntos construyan un clima escolar que de soporte al aprendizaje activo; para ello, es necesario que el maestro comparta el control de las actividades con los alumnos y que establezca con ellos relaciones humanas auténticas, en el respeto, la paciencia, la tolerancia y el mutuo acuerdo; que se utilice el juego como una estrategia y una herramienta de aprendizaje y que, ante las dificultades y conflictos propios de la actividad y la convivencia escolar se promueva una actitud orientada hacia la solución de problemas.

En el enfoque de la educación por competencias, además de planear y enseñar, la evaluación del aprendizaje cobra una dimensión especial, pues es parte inherente de la misma práctica y se hace explícita desde el momento mismo del diseño de las secuencias y situaciones didácticas, constituyéndose en un proceso abierto, compartido, incluyente, transversal y transparente, cuyos resultados se conocen de inmediato por parte de maestros y estudiantes y se enfoca en la toma de decisiones pertinentes en el momento más propicio para la mejora educativa.

Como corolario a esta disertación vale decir que en el oficio de ser maestro, especialmente si se quiere ser un formador de competencias en los alumnos, es evidente que nunca se termina de aprender y que siempre habrá la oportunidad de encontrar nuevas respuestas a las clásicas preguntas que día a día se le presentan a todo enseñante: ¿qué enseñar?, ¿cómo enseñar? y ¿qué y cómo evaluar?

Pensar la educación basada en competencias como una gran oportunidad para la mejora sostenida de la educación sigue siendo una alternativa viable, a pesar de que ya pasaron más de 20 años de que se implementara esta modalidad educativa en el sistema educativo nacional y de que aún siguen sin concretarse muchos aspectos metodológicos y epistémicos que permitan su plena ejecución en las aulas.

Todavía, en el sector educativo seguimos abordando un problema central que está conectado al qué se entiende por competencia y a cómo alcanzar su dominio metodológico, para que efectivamente los estudiantes, con la guía de los maestros, desarrollen las competencias o los aprendizaje clave previstos en los diseños curriculares de los distintos niveles educativos, especialmente en la educación primaria, secundaria y media superior.

En este sentido, para recomenzar el análisis del problema, es necesario que los maestros y especialmente los formadores de maestros tomen conciencia de la gran responsabilidad que implica incorporar los aspectos conceptuales y metodológico-didácticos necesarios para fortalecer el desarrollo de las competencias docentes que se requieren para poner en marcha el proceso de enseñanza-aprendizaje en el modelo educativo basado en competencias.

Es importante pensar que un currículo basado en competencias con enfoque constructivista implica el desarrollo de una actividad de planeación didáctica exhaustiva, que exige el diagnóstico de conocimientos previos, así como el establecimiento de conflictos cognitivos en los estudiantes para el abordaje de los conocimientos nuevos, además de considerar los aspectos contextuales que rodean a la escuela y el empleo de diversos recursos y medios didácticos, entre los que se cuentan las tecnologías de la información y la comunicación.

Al respecto, hay que tener en cuenta que enseñar no es una tarea sencilla y que tampoco lo es lograr que los estudiantes aprendan, pues en ambos procesos -enseñar y aprender- median una serie de factores internos y externos a maestros y estudiantes, que facilitan u obstaculizan la concreción de las intenciones educativas de los planes y programas de estudio; por eso, es fundamental que los maestros, de manera periódica, puedan hacer un recorrido por todo el proceso que implica poner en marcha la educación por competencias con enfoque constructivista. Es decir, la planeación de la clase, la impartición de la enseñanza y la evaluación de los aprendizajes.

Lo anterior implica que, en el enfoque educativo por competencias, debe asegurarse el vínculo metodológico que debe existir entre el programa de estudios, el diseño didáctico de la clase, la práctica de la enseñanza y la evaluación de resultados de aprendizaje, en virtud de que una estricta congruencia entre estos tres componentes -planear, enseñar y evaluar-, garantiza un actuar docente sistemático y autorregulado.

Para comenzar el quehacer docente, la planeación didáctica se considera como el fundamento de la implementación del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Proceso que implica acciones didácticas que un buen profesor no puede descuidar en su tarea frente a grupo, como son diagnosticar los conocimientos previos y necesidades de los estudiantes; reconocer las competencias, propósitos y contenidos de aprendizaje; diseñar las actividades, seleccionar y/o diseñar estrategias, elaborar la guía e instrumentos de evaluación, agenciarse los recursos y medios didácticos y cuidar todos los detalles del proceso.

Planear la actividad de la clase conlleva necesariamente haber comprendido el modelo general de las competencias y el concepto de situaciones didácticas, con la finalidad de que la planeación de secuencias didácticas por competencias no se quede en una planeación más, sino que en realidad genere cambios en el proceso de mediación del aprendizaje de los estudiantes, desde una perspectiva de la formación humana integral y un proyecto ético de vida, que los estudiantes deberán de construir con la guía de sus profesores.

Después de la planeación, el docente requiere de la construcción de un ambiente de aprendizaje activo y participativo, en el que los estudiantes alcancen un mayor desarrollo cognitivo, desarrollen disposiciones sociales positivas, mejoren su rendimiento académico y adquieran mayores habilidades para resolver problemas en contextos muy cercanos a la realidad.

Así, una de las responsabilidades más importantes de los maestros, en la educación basada en competencias, es crear y mantener un ambiente de aprendizaje que estimule el aprendizaje activo, en el que los estudiantes puedan expresar sus propias ideas, intenciones e intereses; que tengan libertad al elegir materiales de trabajo y que puedan participar en todas las actividades que se realicen en la clase; en una palabra, que sean capaces de aprender a aprender.

Entendiendo que aprender a aprender supone la interacción proactiva del maestro con el estudiante, de modo que juntos construyan un clima escolar que de soporte al aprendizaje activo; para ello, es necesario que el maestro comparta el control de las actividades con los alumnos y que establezca con ellos relaciones humanas auténticas, en el respeto, la paciencia, la tolerancia y el mutuo acuerdo; que se utilice el juego como una estrategia y una herramienta de aprendizaje y que, ante las dificultades y conflictos propios de la actividad y la convivencia escolar se promueva una actitud orientada hacia la solución de problemas.

En el enfoque de la educación por competencias, además de planear y enseñar, la evaluación del aprendizaje cobra una dimensión especial, pues es parte inherente de la misma práctica y se hace explícita desde el momento mismo del diseño de las secuencias y situaciones didácticas, constituyéndose en un proceso abierto, compartido, incluyente, transversal y transparente, cuyos resultados se conocen de inmediato por parte de maestros y estudiantes y se enfoca en la toma de decisiones pertinentes en el momento más propicio para la mejora educativa.

Como corolario a esta disertación vale decir que en el oficio de ser maestro, especialmente si se quiere ser un formador de competencias en los alumnos, es evidente que nunca se termina de aprender y que siempre habrá la oportunidad de encontrar nuevas respuestas a las clásicas preguntas que día a día se le presentan a todo enseñante: ¿qué enseñar?, ¿cómo enseñar? y ¿qué y cómo evaluar?