/ domingo 9 de junio de 2019

Políticos que no tienen remedio ocasionaron la derrota de la oposición

Sin darle cabida al fatalismo, considero que la oportunidad de la oposición se frustró, desde el momento en que no se pusieron de acuerdo para ir en bloque. De ahí que la derecha ni tarda ni perezosa aprovechara dicha coyuntura para irse con todo.

Pienso que los factores fueron muchos, pero los que más hicieron ruido, fueron aquellos que burdamente pretendieron continuar en el poder, donde le hicieron honor a la incapacidad de no establecer reglas claras que evitaran esa posición ansiosa donde todos quieren ser, sin importar el precio que se paga por la ambición mezquina de querer subir todos al mismo tiempo. De ahí que se trasluciera el objetivo de aquellos que querían acumular poder, otros, seguir haciendo negocios con sus exjefes y la joya de la corona de los anticipados, que pretendían desde ahorita sacar de la competencia política a sus enemigos.

Y así, en vez de ver hacia adelante y detener los avances de la derecha, se inclinaron por la posición que era más segura y favorable a los intereses personales y de grupo, importándoles muy poco echar a perder la gran oportunidad de competir en serio y parar con la cabeza la derrota que estaban construyendo con los pies.

Desde el principio de esta contienda, siempre hubo un enemigo a vencer en lo particular, por parte de la derecha y sus aliados por conveniencia. De ahí que todas la baterías se fueran contra aquel que había iniciado una forma diferente de gobernar, donde se vio la guerra encarnizada de aquellos que se sienten afectados en sus intereses y el apoyo difuso de los que supuestamente se benefician.

Pero más allá de los haberes de la confrontación, hubo dos errores garrafales de la oposición en su conjunto: La ambición y la desorganización que echaron a perder la opción política que más le convenía a Durango, porque la mística de “vénganos tu reino” fue más fuerte que el “amor” que dicen tenerle.

Desafortunadamente nos hemos convertido en una ciudad en que la fanfarronería política no es un hecho aislado, sino una costumbre. Por eso cuando un candidato no puede apreciar el valor de la inteligencia que brota del medio ambiente y hace caso omiso a sus conocimientos, no puede aprender de sus errores ni de su propia acción retardataria.

La tendencia de su irracionalidad se va concentrando en el impulso de su derrota de la que no queda duda, porque en esta contienda perdió quien desde hace tiempo ya había perdido.

Por eso, todo aquel que es mal portado con las opiniones que no le adulan y mal agradecido con los que intentan darle un buen consejo, no tiene remedio en su desgracia y desazón, pero lo más desgraciado es que jamás habrá consuelo de parte de las virtudes despreciadas por su fantochería.

Escribir sobre la derrota de los principales actores de la oposición, no sería para compadecerlos, ni hacer leña de los árboles caídos, mucho menos el recuento de los daños. Simplemente esbozar una opinión modesta y dosificada de lo mucho que las lenguas de doble filo acostumbran cortar sobre la tela moral de los individuos. De ahí que resultaría ocioso repetir las debilidades que los cobardes a sus espaldas especulan y que en la realidad no tienen remedio sus portadores.

Y así, dándole seguimiento a los estragos de la enfermedad, no tienen remedio quienes hacen uso de la arrogancia, porque dicha debilidad espanta a los poseedores de la inteligencia y la humildad y abren la puerta a aquellos que lamen el piso, cuya acción complace a quienes la realizan y halaga al sujeto que la recibe, pese al alto precio que debe de pagar por satisfacer las exigencias de un ego compulsivo.

No tienen remedio quienes pactan con el socio equivocado, ya que éste intimida a aquellos que han sido utilizados y estafados por las malas artes del traficante de conciencias, que ha obtenido su riqueza a costa de la miseria que negocia en tiempos electorales, a cambio de poder y de dinero; cuyos bienes los obtiene en la mesa, pero sin garantizar en las urnas el pago convenido.

No tienen remedio aquellos que le apuestan al escándalo y que al abusar de él, los ciudadanos aguzaron el olfato electoral, dando por hecho que en las urnas pondrían punto final a tanto desfiguro, que no sólo desacreditaban el prestigio de los políticos, sino de las instituciones que aspiraban a representar.

No tienen remedio aquellos que hacen de la simulación un arte, ya que con dicha característica bajo la máscara de la bondad, cometen grandes atrocidades, que precisamente por lo exagerado de su voluminosidad no alcanzan a esconder y es ahí donde la ciudadanía también finge ignorar lo que ellos creen que no ve. Pero llegado el momento de hacer cuentas en las urnas, sacan el billete de la simulación para pagarles exactamente con la misma moneda.

No tienen remedio aquellos que tratan a los ciudadanos como menores de edad, acarreándolos para que cumplan fielmente con esa fase cronológica que les han impuesto y que rebasa los límites de la dignidad, cuando los seducen bajo el olor de la manteca a que se ataquen de tacos, cuyo objetivo es llenarles la panza por un día a cambio del agradecimiento eterno, que esta vez se transformó en ingratitud y las urnas dieron cuenta de ello.

No tienen remedio aquellos que hicieron de la propaganda un escándalo brutal, donde las autoridades electorales se hicieron de la vista gorda, dejando que el pueblo impusiera en las urnas la sanción y ellos cómodamente cobrar en la nómina sin molestarse ni voltear a ver a quien le tienen pavor.

Descritas algunas características de dichos candidatos. Sin duda que habrá alguno de ellos que todavía arroje un plus, donde el patrón a seguir en todas sus acciones es el protagonismo. Cuyo vicio enerva sus sentidos y no hay cura que mediatice sus impulsos, para dar reversa a la idea que corre riesgos, por ser burda y arbitraria.

En una ciudad mojigata no cabe el estilo bronco de ningún actor, menos de un candidato.

Tratar de tú a tú a los de arriba es pecado imperdonable, no importa que haga uso de su autenticidad y en nombre de ella aspirar a llamar las cosas por su nombre. Ensayo que no le cuajó al candidato más vapuleado, porque el equipo del que se rodeó no le dio la suficiente fuerza moral para que su idea cristalizara.

Sin darle cabida al fatalismo, considero que la oportunidad de la oposición se frustró, desde el momento en que no se pusieron de acuerdo para ir en bloque. De ahí que la derecha ni tarda ni perezosa aprovechara dicha coyuntura para irse con todo.

Pienso que los factores fueron muchos, pero los que más hicieron ruido, fueron aquellos que burdamente pretendieron continuar en el poder, donde le hicieron honor a la incapacidad de no establecer reglas claras que evitaran esa posición ansiosa donde todos quieren ser, sin importar el precio que se paga por la ambición mezquina de querer subir todos al mismo tiempo. De ahí que se trasluciera el objetivo de aquellos que querían acumular poder, otros, seguir haciendo negocios con sus exjefes y la joya de la corona de los anticipados, que pretendían desde ahorita sacar de la competencia política a sus enemigos.

Y así, en vez de ver hacia adelante y detener los avances de la derecha, se inclinaron por la posición que era más segura y favorable a los intereses personales y de grupo, importándoles muy poco echar a perder la gran oportunidad de competir en serio y parar con la cabeza la derrota que estaban construyendo con los pies.

Desde el principio de esta contienda, siempre hubo un enemigo a vencer en lo particular, por parte de la derecha y sus aliados por conveniencia. De ahí que todas la baterías se fueran contra aquel que había iniciado una forma diferente de gobernar, donde se vio la guerra encarnizada de aquellos que se sienten afectados en sus intereses y el apoyo difuso de los que supuestamente se benefician.

Pero más allá de los haberes de la confrontación, hubo dos errores garrafales de la oposición en su conjunto: La ambición y la desorganización que echaron a perder la opción política que más le convenía a Durango, porque la mística de “vénganos tu reino” fue más fuerte que el “amor” que dicen tenerle.

Desafortunadamente nos hemos convertido en una ciudad en que la fanfarronería política no es un hecho aislado, sino una costumbre. Por eso cuando un candidato no puede apreciar el valor de la inteligencia que brota del medio ambiente y hace caso omiso a sus conocimientos, no puede aprender de sus errores ni de su propia acción retardataria.

La tendencia de su irracionalidad se va concentrando en el impulso de su derrota de la que no queda duda, porque en esta contienda perdió quien desde hace tiempo ya había perdido.

Por eso, todo aquel que es mal portado con las opiniones que no le adulan y mal agradecido con los que intentan darle un buen consejo, no tiene remedio en su desgracia y desazón, pero lo más desgraciado es que jamás habrá consuelo de parte de las virtudes despreciadas por su fantochería.

Escribir sobre la derrota de los principales actores de la oposición, no sería para compadecerlos, ni hacer leña de los árboles caídos, mucho menos el recuento de los daños. Simplemente esbozar una opinión modesta y dosificada de lo mucho que las lenguas de doble filo acostumbran cortar sobre la tela moral de los individuos. De ahí que resultaría ocioso repetir las debilidades que los cobardes a sus espaldas especulan y que en la realidad no tienen remedio sus portadores.

Y así, dándole seguimiento a los estragos de la enfermedad, no tienen remedio quienes hacen uso de la arrogancia, porque dicha debilidad espanta a los poseedores de la inteligencia y la humildad y abren la puerta a aquellos que lamen el piso, cuya acción complace a quienes la realizan y halaga al sujeto que la recibe, pese al alto precio que debe de pagar por satisfacer las exigencias de un ego compulsivo.

No tienen remedio quienes pactan con el socio equivocado, ya que éste intimida a aquellos que han sido utilizados y estafados por las malas artes del traficante de conciencias, que ha obtenido su riqueza a costa de la miseria que negocia en tiempos electorales, a cambio de poder y de dinero; cuyos bienes los obtiene en la mesa, pero sin garantizar en las urnas el pago convenido.

No tienen remedio aquellos que le apuestan al escándalo y que al abusar de él, los ciudadanos aguzaron el olfato electoral, dando por hecho que en las urnas pondrían punto final a tanto desfiguro, que no sólo desacreditaban el prestigio de los políticos, sino de las instituciones que aspiraban a representar.

No tienen remedio aquellos que hacen de la simulación un arte, ya que con dicha característica bajo la máscara de la bondad, cometen grandes atrocidades, que precisamente por lo exagerado de su voluminosidad no alcanzan a esconder y es ahí donde la ciudadanía también finge ignorar lo que ellos creen que no ve. Pero llegado el momento de hacer cuentas en las urnas, sacan el billete de la simulación para pagarles exactamente con la misma moneda.

No tienen remedio aquellos que tratan a los ciudadanos como menores de edad, acarreándolos para que cumplan fielmente con esa fase cronológica que les han impuesto y que rebasa los límites de la dignidad, cuando los seducen bajo el olor de la manteca a que se ataquen de tacos, cuyo objetivo es llenarles la panza por un día a cambio del agradecimiento eterno, que esta vez se transformó en ingratitud y las urnas dieron cuenta de ello.

No tienen remedio aquellos que hicieron de la propaganda un escándalo brutal, donde las autoridades electorales se hicieron de la vista gorda, dejando que el pueblo impusiera en las urnas la sanción y ellos cómodamente cobrar en la nómina sin molestarse ni voltear a ver a quien le tienen pavor.

Descritas algunas características de dichos candidatos. Sin duda que habrá alguno de ellos que todavía arroje un plus, donde el patrón a seguir en todas sus acciones es el protagonismo. Cuyo vicio enerva sus sentidos y no hay cura que mediatice sus impulsos, para dar reversa a la idea que corre riesgos, por ser burda y arbitraria.

En una ciudad mojigata no cabe el estilo bronco de ningún actor, menos de un candidato.

Tratar de tú a tú a los de arriba es pecado imperdonable, no importa que haga uso de su autenticidad y en nombre de ella aspirar a llamar las cosas por su nombre. Ensayo que no le cuajó al candidato más vapuleado, porque el equipo del que se rodeó no le dio la suficiente fuerza moral para que su idea cristalizara.