/ domingo 16 de agosto de 2020

Por qué Uruguay sí y México no

La crisis sanitaria ha propiciado la ruina de la economía mundial por lo que se han agravado varios problemas sociales, de ahí que estemos ante el mayor el reto para nuestra generación, de manera particular para cada gobierno de los países que han sido afectados por la pandemia. Los gobernantes que han estado al nivel de los desafíos, aplicando planes de trabajo con enfoques visionarios y de largo alcance, han logrado evitar el despido masivo de trabajadores, protegiendo la planta productiva con estímulos a las pequeñas y medianas empresas; su economía se mantiene sana con aceptables niveles de crecimiento, mientras que la pobreza se ha combatido con eficacia.

Uruguay con menos de 3.5 millones de habitantes es una potencia en el futbol; ha logrado el campeonato del mundo en dos ocasiones. México con más de 127 millones de habitantes está lejos de lograrlo. ¿Qué hacemos diferente?

Son varios los gobernantes que afrontan con programas acertados la problemática, logrando con enfoques visionarios y de largo alcance proteger la salud, la educación, la vivienda, la nutrición y el vestido de sus habitantes. Por el contrario, hay sociedades en las que su gobierno no ha manejado de manera eficiente la crisis, socavando varios de los derechos sociales establecidos en el orden constitucional como es -desafortunadamente- el caso de México y de otros países en los que gobiernos populistas han elegido la narrativa del odio entre los integrantes de la misma sociedad, causando división, problemas, desajustes sociales, propiciados por la satanización de la pluralidad, la tolerancia, el consenso y la suma de esfuerzos.

Uruguay, un pequeño país al sur del continente americano parece ser el caso opuesto de México, no sólo en el exitoso manejo de la pandemia sino en los índices de crecimiento económico que lo han situado como un país referente en América Latina para reducir la pobreza, los niveles de desigualdad y sobre todo por tener dentro de la clase media al 60% de su población, aún en medio del complicado temporal.

El Banco Mundial ha narrado que la estrategia de Uruguay está basada en un pacto social amplio, la apertura económica, las facilidades a la inversión extranjera, instrumentos que en la última década le iluminaron el camino para abatir la pobreza, destacándose como un país igualitario, con instituciones sólidas, con bajos niveles de corrupción, y a la par de una robusta política social enfocada en el desarrollo humano, logrando no sólo el crecimiento económico sino la confianza de sus ciudadanos.

Uruguay acaba de apostarle a una transición política con la elección de Luis Lacalle Pou, en espera aún de mejores resultados a pesar de que durante la última década alcanzó tasas positivas de crecimiento económico con un promedio de 4.1% desde el 2003 hasta 2018, según datos del Banco Mundial.

De acuerdo con cifras oficiales, Uruguay enfrenta una situación de pobreza moderada al disminuir los índices de la misma del 32.5% en 2006, al 8.1% de su población en 2018; mientras que la indigencia o pobreza extrema prácticamente desaparecieron.

Estas cifras reflejan una realidad distinta a la de México, que sigue transitando con una pobreza arraigada, a tal grado que en los últimos años se redujo la cifra de clase media al pasar del 26.9% a 17.7% de la población, mientas que la pobreza extrema aumentó de 20.2% a 26.8%, de acuerdo a cifras del Centro de Estudios Espinosa Yglesias.

Aunque México y Uruguay tienen condiciones distintas, empezando por el número de población tan dispar (en el país sureño sólo viven cerca de 3 millones y medio de habitantes), además de que no es factible replicar recetas de modelos económicos de otras realidades por muy exitosos que sean, es imprescindible observar para adecuar nuestras decisiones como las de reforzar el sistema sanitario, el educativo, reducir la pobreza, crear condiciones para aumentar la clase media, mejorar los servicios y avanzar hacia un crecimiento sostenido.

Alcanzar el crecimiento económico con justicia social parece una utopía de las democracias incipientes, sin embargo, cuando se logran los niveles de bienestar como el caso uruguayo, se convierten en un buen ejemplo para buscar replicar políticas más incluyentes basadas en el consenso y en un pacto social incluyente que mejore la calidad de vida de los ciudadanos.

Con ejemplos de otras naciones o con nuestras propias fórmulas, necesitamos detener la caída estrepitosa de la economía mexicana que arrastra la pérdida de 12.5 millones de empleos y miles de comercios cerrados según los últimos conteos del INEGI.

En cuanto al manejo sanitario del coronavirus, Uruguay es otro de los países que no politiza el problema, siendo las valoraciones muy positivas al tener una tasa de muertes de 0.6 por cada 100 mil habitantes, gracias a que su gobierno toma decisiones informadas con base en la opinión de expertos, de acuerdo a revelaciones de la Universidad de Johns Hopkins.

En esta coyuntura sirve revisar una frase que le atribuyeron al escritor uruguayo Eduardo Galeano pero que en realidad es del cineasta Fernando Birri: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

En México necesitamos avanzar viendo al horizonte, no sólo rememorando los episodios gloriosos de los héroes del pasado, quienes ya cumplieron con su responsabilidad en las circunstancias que vivieron. Es tiempo de ver hacia delante para caminar sin vendas en los ojos.

La crisis sanitaria ha propiciado la ruina de la economía mundial por lo que se han agravado varios problemas sociales, de ahí que estemos ante el mayor el reto para nuestra generación, de manera particular para cada gobierno de los países que han sido afectados por la pandemia. Los gobernantes que han estado al nivel de los desafíos, aplicando planes de trabajo con enfoques visionarios y de largo alcance, han logrado evitar el despido masivo de trabajadores, protegiendo la planta productiva con estímulos a las pequeñas y medianas empresas; su economía se mantiene sana con aceptables niveles de crecimiento, mientras que la pobreza se ha combatido con eficacia.

Uruguay con menos de 3.5 millones de habitantes es una potencia en el futbol; ha logrado el campeonato del mundo en dos ocasiones. México con más de 127 millones de habitantes está lejos de lograrlo. ¿Qué hacemos diferente?

Son varios los gobernantes que afrontan con programas acertados la problemática, logrando con enfoques visionarios y de largo alcance proteger la salud, la educación, la vivienda, la nutrición y el vestido de sus habitantes. Por el contrario, hay sociedades en las que su gobierno no ha manejado de manera eficiente la crisis, socavando varios de los derechos sociales establecidos en el orden constitucional como es -desafortunadamente- el caso de México y de otros países en los que gobiernos populistas han elegido la narrativa del odio entre los integrantes de la misma sociedad, causando división, problemas, desajustes sociales, propiciados por la satanización de la pluralidad, la tolerancia, el consenso y la suma de esfuerzos.

Uruguay, un pequeño país al sur del continente americano parece ser el caso opuesto de México, no sólo en el exitoso manejo de la pandemia sino en los índices de crecimiento económico que lo han situado como un país referente en América Latina para reducir la pobreza, los niveles de desigualdad y sobre todo por tener dentro de la clase media al 60% de su población, aún en medio del complicado temporal.

El Banco Mundial ha narrado que la estrategia de Uruguay está basada en un pacto social amplio, la apertura económica, las facilidades a la inversión extranjera, instrumentos que en la última década le iluminaron el camino para abatir la pobreza, destacándose como un país igualitario, con instituciones sólidas, con bajos niveles de corrupción, y a la par de una robusta política social enfocada en el desarrollo humano, logrando no sólo el crecimiento económico sino la confianza de sus ciudadanos.

Uruguay acaba de apostarle a una transición política con la elección de Luis Lacalle Pou, en espera aún de mejores resultados a pesar de que durante la última década alcanzó tasas positivas de crecimiento económico con un promedio de 4.1% desde el 2003 hasta 2018, según datos del Banco Mundial.

De acuerdo con cifras oficiales, Uruguay enfrenta una situación de pobreza moderada al disminuir los índices de la misma del 32.5% en 2006, al 8.1% de su población en 2018; mientras que la indigencia o pobreza extrema prácticamente desaparecieron.

Estas cifras reflejan una realidad distinta a la de México, que sigue transitando con una pobreza arraigada, a tal grado que en los últimos años se redujo la cifra de clase media al pasar del 26.9% a 17.7% de la población, mientas que la pobreza extrema aumentó de 20.2% a 26.8%, de acuerdo a cifras del Centro de Estudios Espinosa Yglesias.

Aunque México y Uruguay tienen condiciones distintas, empezando por el número de población tan dispar (en el país sureño sólo viven cerca de 3 millones y medio de habitantes), además de que no es factible replicar recetas de modelos económicos de otras realidades por muy exitosos que sean, es imprescindible observar para adecuar nuestras decisiones como las de reforzar el sistema sanitario, el educativo, reducir la pobreza, crear condiciones para aumentar la clase media, mejorar los servicios y avanzar hacia un crecimiento sostenido.

Alcanzar el crecimiento económico con justicia social parece una utopía de las democracias incipientes, sin embargo, cuando se logran los niveles de bienestar como el caso uruguayo, se convierten en un buen ejemplo para buscar replicar políticas más incluyentes basadas en el consenso y en un pacto social incluyente que mejore la calidad de vida de los ciudadanos.

Con ejemplos de otras naciones o con nuestras propias fórmulas, necesitamos detener la caída estrepitosa de la economía mexicana que arrastra la pérdida de 12.5 millones de empleos y miles de comercios cerrados según los últimos conteos del INEGI.

En cuanto al manejo sanitario del coronavirus, Uruguay es otro de los países que no politiza el problema, siendo las valoraciones muy positivas al tener una tasa de muertes de 0.6 por cada 100 mil habitantes, gracias a que su gobierno toma decisiones informadas con base en la opinión de expertos, de acuerdo a revelaciones de la Universidad de Johns Hopkins.

En esta coyuntura sirve revisar una frase que le atribuyeron al escritor uruguayo Eduardo Galeano pero que en realidad es del cineasta Fernando Birri: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

En México necesitamos avanzar viendo al horizonte, no sólo rememorando los episodios gloriosos de los héroes del pasado, quienes ya cumplieron con su responsabilidad en las circunstancias que vivieron. Es tiempo de ver hacia delante para caminar sin vendas en los ojos.