/ lunes 13 de mayo de 2019

Presidente municipal con licencia, en capilla

Cada quien es principio y fin de lo que le acontece en la vida, reza uno de los muchos refranes del sabio ideario popular mexicano. El refrán podría interpretarse en el sentido de que cada persona, con sus acciones y formas de proceder, es responsable de lo bueno o lo malo que le acontece.

El manejo que José Ramón Enríquez Herrera le dio al tema de la sanción que el Congreso debe imponerle por instancias de la sala superior del Tribunal Electoral del Poder judicial de la Federación, ha sido desastroso; la soberbia que lo caracteriza le obnubilo el raciocinio, llegó al extremo de pensar que podía, con chantajes, marchas, plantones y victimizaciones, darle la vuelta a la resolución de la sala superior.

Esto no ocurrió y ahora el Congreso tiene en sus manos el futuro político del alcalde y senador -al mismo tiempo- con licencia; a más tardar el 20 de mayo, esto es, doce días antes de la jornada electoral, debe concluir el procedimiento en el que el pleno, en base al dictamen que deberá elaborar la comisión de responsabilidades, imponga la sanción correspondiente.

En atención a lo anterior, los señores diputados pueden elegir entre: 1. Amonestarlo (en cuyo caso provocarían que el poco respeto que pueden conservar termine por perderse); 2. Suspenderlo; 3. Destituirlo; y 4. Inhabilitarlo temporalmente.

Se dice que el futuro político de Enríquez está en manos del Congreso porque éste puede inhabilitarlo el tiempo suficiente como para sacarlo de la boleta electoral en esta próxima elección del primer domingo de junio, pero también puede determinar que el tiempo de la inhabilitación sea, digamos, de 3 años y medio, perdiendo así la posibilidad de contender a la gubernatura del estado en 2022. Si de todos modos va a patalear por 15, 30 ó 60 días, pues lo mismo da que lo haga por 3 años y medio.

Para que la inhabilitación proceda no es necesario calificar el acto cometido como grave, la Sala Superior sólo vinculó al Congreso para que lo sancione como éste considere, en atención, desde luego, a la Ley General de Responsabilidades de los servidores públicos, así que sólo basta con saber a qué diputados les resulta favorable que José Ramón salga de la contienda, y a quienes les es perjudicial. Me explico:

La conformación del Congreso debería atenderse en función al peso específico que cada partido político tiene, lo que depende del número de votos que cada uno represente al momento de la toma de decisiones. En tal virtud, el peso específico de Morena valdría 10, el del PAN 5 al igual que el del PRI, el del PT 4 y el del PVEM 1.

No obstante lo anterior, la atomización al interior de los partidos políticos es un factor que debe tomarse en consideración; hay diputados de Morena que están con Gonzalo Yáñez y otros con Otniel. Lo mismo sucede en el PAN, hay quienes apoyan a Salum, mientras que otros a Enríquez. El PT sin problema, el Partido es de Gonzalo. Los priistas al parecer están compactos, no dividirán los votos, se recargarán con quien les garantice mantener en “trámite” la auditoría que inició la actual administración hace casi 3 años.

Bajo tal escenario, si los de Morena que apoyan a Gonzalo consideran que los votos que en un momento determinado dejaría José Ramón se van con Otniel, no votarán por la inhabilitación, pero sí la votarán los que apoyan a Otniel. Por el lado de los panistas, si piensan que esos votos fortalecerán a Salum, votaran por la inhabilitación, pero si ponderan que pudiera servirle a Gonzalo o a Otniel, no lo harán.

Así entonces, el tema es más político que jurídico. Al momento de escribir esta reflexión la moneda sigue en el aire, no se puede afirmar que la sanción ya está dada, falta saber cuál será y por cuanto tiempo, en el supuesto de que opten por la inhabilitación.

Posiblemente las cosas no hubieran llegado hasta este extremo si el oftalmólogo hubiera razonado con la cabeza y no con la soberbia y el egocentrismo que lo caracterizan, si hubiera intentado en su momento darle una salida política al asunto en lugar de atacar al Congreso y hasta al gobernador de querer impedirle su paso hacia el Bicentenario, tal vez hoy sólo estaría ocupado en la campaña. Pero eso nunca lo sabremos, los hubiera no existen.

Cada quien es principio y fin de lo que le acontece en la vida, reza uno de los muchos refranes del sabio ideario popular mexicano. El refrán podría interpretarse en el sentido de que cada persona, con sus acciones y formas de proceder, es responsable de lo bueno o lo malo que le acontece.

El manejo que José Ramón Enríquez Herrera le dio al tema de la sanción que el Congreso debe imponerle por instancias de la sala superior del Tribunal Electoral del Poder judicial de la Federación, ha sido desastroso; la soberbia que lo caracteriza le obnubilo el raciocinio, llegó al extremo de pensar que podía, con chantajes, marchas, plantones y victimizaciones, darle la vuelta a la resolución de la sala superior.

Esto no ocurrió y ahora el Congreso tiene en sus manos el futuro político del alcalde y senador -al mismo tiempo- con licencia; a más tardar el 20 de mayo, esto es, doce días antes de la jornada electoral, debe concluir el procedimiento en el que el pleno, en base al dictamen que deberá elaborar la comisión de responsabilidades, imponga la sanción correspondiente.

En atención a lo anterior, los señores diputados pueden elegir entre: 1. Amonestarlo (en cuyo caso provocarían que el poco respeto que pueden conservar termine por perderse); 2. Suspenderlo; 3. Destituirlo; y 4. Inhabilitarlo temporalmente.

Se dice que el futuro político de Enríquez está en manos del Congreso porque éste puede inhabilitarlo el tiempo suficiente como para sacarlo de la boleta electoral en esta próxima elección del primer domingo de junio, pero también puede determinar que el tiempo de la inhabilitación sea, digamos, de 3 años y medio, perdiendo así la posibilidad de contender a la gubernatura del estado en 2022. Si de todos modos va a patalear por 15, 30 ó 60 días, pues lo mismo da que lo haga por 3 años y medio.

Para que la inhabilitación proceda no es necesario calificar el acto cometido como grave, la Sala Superior sólo vinculó al Congreso para que lo sancione como éste considere, en atención, desde luego, a la Ley General de Responsabilidades de los servidores públicos, así que sólo basta con saber a qué diputados les resulta favorable que José Ramón salga de la contienda, y a quienes les es perjudicial. Me explico:

La conformación del Congreso debería atenderse en función al peso específico que cada partido político tiene, lo que depende del número de votos que cada uno represente al momento de la toma de decisiones. En tal virtud, el peso específico de Morena valdría 10, el del PAN 5 al igual que el del PRI, el del PT 4 y el del PVEM 1.

No obstante lo anterior, la atomización al interior de los partidos políticos es un factor que debe tomarse en consideración; hay diputados de Morena que están con Gonzalo Yáñez y otros con Otniel. Lo mismo sucede en el PAN, hay quienes apoyan a Salum, mientras que otros a Enríquez. El PT sin problema, el Partido es de Gonzalo. Los priistas al parecer están compactos, no dividirán los votos, se recargarán con quien les garantice mantener en “trámite” la auditoría que inició la actual administración hace casi 3 años.

Bajo tal escenario, si los de Morena que apoyan a Gonzalo consideran que los votos que en un momento determinado dejaría José Ramón se van con Otniel, no votarán por la inhabilitación, pero sí la votarán los que apoyan a Otniel. Por el lado de los panistas, si piensan que esos votos fortalecerán a Salum, votaran por la inhabilitación, pero si ponderan que pudiera servirle a Gonzalo o a Otniel, no lo harán.

Así entonces, el tema es más político que jurídico. Al momento de escribir esta reflexión la moneda sigue en el aire, no se puede afirmar que la sanción ya está dada, falta saber cuál será y por cuanto tiempo, en el supuesto de que opten por la inhabilitación.

Posiblemente las cosas no hubieran llegado hasta este extremo si el oftalmólogo hubiera razonado con la cabeza y no con la soberbia y el egocentrismo que lo caracterizan, si hubiera intentado en su momento darle una salida política al asunto en lugar de atacar al Congreso y hasta al gobernador de querer impedirle su paso hacia el Bicentenario, tal vez hoy sólo estaría ocupado en la campaña. Pero eso nunca lo sabremos, los hubiera no existen.