Psicología actual
Dosis de vida en un caso real
La adolescencia es una etapa única y formativa, pero los cambios físicos, emocionales y sociales que se producen en este período, incluida pobreza, malos tratos, violencia, entre otros, pueden hacer que los adolescentes sean vulnerables a problemas de salud mental.Nuestros lectores han solicitado una consejería psicológica de su caso que hoy presentamos sin accesar ni mostrar datos identificables de ellos, sólo mostraremos la temática y lo que podemos sugerir del mismo.“Estimada Dra, le escribo pidiendo su consejo ante la situación que vivo con mis hijos, tengo 4 hijos de edades de 9, 10, 11 y 15 años, ellos se han quedado sin padre y yo sin esposo, no sé qué hacer con ellos ni cómo manejar este que dicen duelo, mis hijos lloran mucho igual que yo, mi esposo falleció en un accidente automovilístico, estuvimos en hospital esperando mejorara pero los médicos nos avisaron que en cualquier momento fallecería, llevamos unos 9 meses que esto paso Dra, y no podemos salir de esto, tengo muchas cosas por resolver, escuela de los niños, dinero, la pensión de mi esposo, las pertenencias de él, y siento que esto es una pesadilla, no entiendo en que momento sucedió y no se si puedo con esto. He tratado y sigo tratando por mis hijos de que salgamos adelante, sólo que es una pesadilla”.Si bien hemos comentado la preadolescencia y adolescencia nos confirma nuestra identidad y en estas edades de esta familia con lo sucedido tenemos una alta vulnerabilidad emocional que es un mecanismo de reacción para todos ante algo no planeado e inesperado. Desafortunadamente llegarán emociones necesarias para vivir en esta familia y en muchos que presentamos la pérdida de un ser muy querido e importante en nuestra vida. En estos primeros momentos nos enfrentamos a este choque inicial producido por la pérdida. Venido de decaimiento emocional producido por la pena actual, acompañado de alteraciones en el sueño, y en estos momentos puede soñar con la persona fallecida cualquier miembro de la familia. El proceso de recuperación emocional es largo pero finalmente lo logramos encauzando la aceptación de la muerte del que se ha ido, que sea un tema hablado entre los que nos quedamos, acompañar a nuestros hijos en este proceso y nosotros permitirnos acompañar por alguien que pueda darnos el permiso de expresar el dolor y los pensamientos que nos llegan ahora en esta parte de readaptación de vida.Estemos atentos a la aparición de signos de alerta como un exceso de llanto durante periodos prolongados, rabietas frecuentes y prolongadas, insensibilidad y apatía, imitación excesiva de la persona fallecida en la voluntad de reencontrarse con ella, importantes cambios en el rendimiento escolar o no querer ir a la escuela. Vigilemos que la resolución sea adecuada, y en muchos casos pida ayuda a un profesional para que tengamos una valoración más adecuada y podamos facilitar a todos la aceptación de la muerte y asesorarles mejor en este proceso de duelo.Algo muy importante para esta familia es mantener las rutinas y normas establecidas de forma que no sienta que el mundo entero se desestabiliza y se desorganiza ante él. Esta manera de actuar ayuda a conservar cierto orden dentro de la confusión que supone la muerte de un ser querido y contribuye a la estabilidad del preadolescente y adolescente. Si yo como madre me siento muy afligida para atenderles a mis hijos, buscar una figura que pueda a ellos proveerles en estos momentos las atenciones en sus necesidades mientras obtengo la recuperación emocional como figura de cuidado (madre) para ellos. No conviene deshacerse de objetos o recuerdos precipitadamente ni desprenderse por ahora de pertenencias del fallecido.En la sociedad actual, difícilmente se les autoriza a los dolientes a expresar su pena de forma natural. Amigos y conocidos de esta familia y de otras más podemos escuchar atentos e intentar consolarles mientras van retomando su rutina diaria, los duelos difícilmente se viven solos y el compartirlos es una gran ayuda para aliviar el sufrimiento, lo que importa no es lo que la vida nos hace, sino lo que hacemos con lo que sucede en ella (libro a sugerir; La muerte de los seres queridos. Lee C. Barcelona. Ed. Plaza 1995) viviendo para mejorar, viviendo con salud mental.