/ sábado 30 de octubre de 2021

¿Pueden los muertos volver a vivir?

Alguien ya se hizo esta pregunta hace mucho tiempo. Me refiero al patriarca Job, quien según la historia bíblica era un hombre piadoso y justo como ningún otro de su tiempo.

Quien también gozaba de riquezas y felicidad familiar, pero a quien la tragedia lo sorprendió en un abrir y cerrar de ojos.

Tratando de responder a la pregunta de por qué el justo sufre, su libro homónimo aborda con inigualable profundidad y devoción el tema de la muerte. Desde el lecho del dolor y la enfermedad, dialogando con sus amigos, Job arriba a por lo menos tres verdades sobre la muerte:

En primer lugar, la muerte nos puede suceder en cualquier momento: “¡Qué frágil es el ser humano! ¡Qué breve es la vida, tan llena de dificultades! Brotamos como una flor y después nos marchitamos; desaparecemos como una sombre pasajera. (Job 14.1) Creo que los últimos dieciocho meses son elocuentes de por sí acerca de estos dos imperativos.

En segundo lugar, sólo Dios sabe cuánto viviremos sobre este planeta: “Tú has determinado la duración de nuestra vida. Tú sabes cuántos meses viviremos, y no se nos concederá ni un minuto más.” ((Job 14.5) Como creyente, Job le atribuye a Dios ese conocimiento, pero sin aún no creeríamos al menos coincidiríamos que nosotros no lo sabemos.

En tercer lugar, la sola idea de la resurrección me ayuda a vivir con esperanza: “¿Pueden los muertos volver a vivir? De ser así, esto me daría esperanza durante todos mis años de lucha y con anhelo esperaría la liberación de la muerte” (Job 10.14). Esta es una declaración tremenda, considerando que la revelación que tenía un hombre de ese tiempo acerca de la resurrección cristiana era nula.

Frente a la pregunta del inicio “¿Pueden los muertos volver a vivir?”, la mayoría de mis amigos ateos responderían que consideran una tontería esa idea. Sin embargo, Job, el justo sufriente llega a la conclusión que el solo hecho de considerar la idea nos proyecta a una vida de esperanza en medio de la aflicción presente, y eso que aún no sabía de la tumba vacía.

leonardolombar@gmail.com

Alguien ya se hizo esta pregunta hace mucho tiempo. Me refiero al patriarca Job, quien según la historia bíblica era un hombre piadoso y justo como ningún otro de su tiempo.

Quien también gozaba de riquezas y felicidad familiar, pero a quien la tragedia lo sorprendió en un abrir y cerrar de ojos.

Tratando de responder a la pregunta de por qué el justo sufre, su libro homónimo aborda con inigualable profundidad y devoción el tema de la muerte. Desde el lecho del dolor y la enfermedad, dialogando con sus amigos, Job arriba a por lo menos tres verdades sobre la muerte:

En primer lugar, la muerte nos puede suceder en cualquier momento: “¡Qué frágil es el ser humano! ¡Qué breve es la vida, tan llena de dificultades! Brotamos como una flor y después nos marchitamos; desaparecemos como una sombre pasajera. (Job 14.1) Creo que los últimos dieciocho meses son elocuentes de por sí acerca de estos dos imperativos.

En segundo lugar, sólo Dios sabe cuánto viviremos sobre este planeta: “Tú has determinado la duración de nuestra vida. Tú sabes cuántos meses viviremos, y no se nos concederá ni un minuto más.” ((Job 14.5) Como creyente, Job le atribuye a Dios ese conocimiento, pero sin aún no creeríamos al menos coincidiríamos que nosotros no lo sabemos.

En tercer lugar, la sola idea de la resurrección me ayuda a vivir con esperanza: “¿Pueden los muertos volver a vivir? De ser así, esto me daría esperanza durante todos mis años de lucha y con anhelo esperaría la liberación de la muerte” (Job 10.14). Esta es una declaración tremenda, considerando que la revelación que tenía un hombre de ese tiempo acerca de la resurrección cristiana era nula.

Frente a la pregunta del inicio “¿Pueden los muertos volver a vivir?”, la mayoría de mis amigos ateos responderían que consideran una tontería esa idea. Sin embargo, Job, el justo sufriente llega a la conclusión que el solo hecho de considerar la idea nos proyecta a una vida de esperanza en medio de la aflicción presente, y eso que aún no sabía de la tumba vacía.

leonardolombar@gmail.com

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