/ lunes 19 de octubre de 2020

Quinquenios originan las tomas de oficinas

Pensarán los que tengan el pésimo gusto de leerme, que descalifico las tomas constantes de la SEED, porque desconozco los motivos.

Si eso fuera, la falla no sería de quien esto escribe, sino de quienes se ufanan de tener la verdad, pero a la hora que la opinión pública la exige, ocurren al viejo truco de ocultarla.

El debate se abarata, cunado el bajo nivel acude a la torpeza de querer ignorar los supuestos, que los protestantes y reclamantes exhiben, como fundamentos demostrados que contradicen sus propios dichos. De ahí la desconfianza a sus banderas que levantan diariamente en contra de la Secretaría de Educación, donde sus exigencias ambiguas en lo general y concretas en lo particular, debilita sus continuas y desangeladas tomas.

El propósito de arropar al gobierno en su incesante trajinar con la careta de los quinquenios, cuyo disfraz oculta perfectamente el rostro de sus negocios particulares, que, por supuesto tienen un menor precio, dejando a la zaga aquel que por su costo se torna etéreo y lejano. Y no sólo eso, sino que, en el largo proceso de constante golpeteo, han ido perfeccionando el punto de vista al cual dirigirse, para que el peso de sus desgastados argumentos, rinda en sus ambiciones individuales a expensas del interés general.

Los maestros federalizados dan por sentado que el Gobierno del Estado les adeuda los quinquenios, pero basta ver sus cheques para darnos cuenta que están al corriente en ese concepto. Ahora en cuanto a los estatales, sus dirigentes subastaron la ley que los amparaba en ese rubro y ahora se desgarran las vestiduras para obtenerlos, dejando ver en su desesperado intento, la vergonzosa súplica, para que de ese gran filón de oro que abarataron, les regresen las rebabas para salvar la continuidad.

Al gobierno le heredaron esa deuda, pero con el sustento legal finiquitado, para que el deudor no la pagara y los acreedores no la pudieran cobrar. De ahí las evasivas y promesas ambiguas del gobierno, para no confrontarse con las dirigencias sindicales. Pero además tiene dos paliativos a su favor: La no existencia de recursos económicos y sin la posibilidad de conseguirlos en la Federación; además la pandemia que no es cosa menor y que es prioritario atenderla, por encima de deudas añejas, de cuyo mito quieren sacar raja política los interesados

No ignoran que tienen las manos atadas, pero no desisten de su afán simulador, porque saben que es la última carta que se están jugando, por eso hablan de negociaciones, donde sobresale lo subterráneo y opaco como contexto, sujeto a la nula respuesta de las autoridades y a la capitalización de las disidencias, que no ayudan pero estorban demasiado con su mezquindad.

Carentes de credibilidad y confiabilidad suficientes para los graves encargos a resolver, los actuales dirigentes proponen plazos y festejan migajas en el aire. Sabemos que son ridiculizados cuando sus alegatos jurídicos son manejados en un sentido o en otro, conforme sea necesario, terminando así, en un zigzagueo de criterios y opiniones que sólo confirma la falta de legalidad, pero que no les apena, porque necesitan con urgencia una embarrada de esa lana para salvar el pellejo sindicalero.

Al magisterio se le debe, pero en el 2013 dicho adeudo fue negociado por los mismos que exigen que ahora se pague. De ahí que resulte absurdo intentar forzar una solución política, donde impere la buena voluntad del patrón, para que reivindique los abusos sistemáticos de los dirigentes sindicales, que no les queda de otra, más que la estrategia de la intimidación y posiblemente las tomas de oficinas, para recuperar por la fuerza migajas de las sumas millonarias que bajo una actitud inexplicable remataron.

El gobierno tiene la palabra y de él depende si les ayuda a que se levanten de esa cama que ellos mismos tendieron, o se faja de una vez, para que dicho conflicto sea dirimido en los tribunales federales, porque las respuestas desparpajadas que les ha ofrecido, son las que han robustecido las esperanzas de estos miserables, que se han alejado de toda compostura en aras de seguir empuñando el cetro de la desvergüenza.

Pensarán los que tengan el pésimo gusto de leerme, que descalifico las tomas constantes de la SEED, porque desconozco los motivos.

Si eso fuera, la falla no sería de quien esto escribe, sino de quienes se ufanan de tener la verdad, pero a la hora que la opinión pública la exige, ocurren al viejo truco de ocultarla.

El debate se abarata, cunado el bajo nivel acude a la torpeza de querer ignorar los supuestos, que los protestantes y reclamantes exhiben, como fundamentos demostrados que contradicen sus propios dichos. De ahí la desconfianza a sus banderas que levantan diariamente en contra de la Secretaría de Educación, donde sus exigencias ambiguas en lo general y concretas en lo particular, debilita sus continuas y desangeladas tomas.

El propósito de arropar al gobierno en su incesante trajinar con la careta de los quinquenios, cuyo disfraz oculta perfectamente el rostro de sus negocios particulares, que, por supuesto tienen un menor precio, dejando a la zaga aquel que por su costo se torna etéreo y lejano. Y no sólo eso, sino que, en el largo proceso de constante golpeteo, han ido perfeccionando el punto de vista al cual dirigirse, para que el peso de sus desgastados argumentos, rinda en sus ambiciones individuales a expensas del interés general.

Los maestros federalizados dan por sentado que el Gobierno del Estado les adeuda los quinquenios, pero basta ver sus cheques para darnos cuenta que están al corriente en ese concepto. Ahora en cuanto a los estatales, sus dirigentes subastaron la ley que los amparaba en ese rubro y ahora se desgarran las vestiduras para obtenerlos, dejando ver en su desesperado intento, la vergonzosa súplica, para que de ese gran filón de oro que abarataron, les regresen las rebabas para salvar la continuidad.

Al gobierno le heredaron esa deuda, pero con el sustento legal finiquitado, para que el deudor no la pagara y los acreedores no la pudieran cobrar. De ahí las evasivas y promesas ambiguas del gobierno, para no confrontarse con las dirigencias sindicales. Pero además tiene dos paliativos a su favor: La no existencia de recursos económicos y sin la posibilidad de conseguirlos en la Federación; además la pandemia que no es cosa menor y que es prioritario atenderla, por encima de deudas añejas, de cuyo mito quieren sacar raja política los interesados

No ignoran que tienen las manos atadas, pero no desisten de su afán simulador, porque saben que es la última carta que se están jugando, por eso hablan de negociaciones, donde sobresale lo subterráneo y opaco como contexto, sujeto a la nula respuesta de las autoridades y a la capitalización de las disidencias, que no ayudan pero estorban demasiado con su mezquindad.

Carentes de credibilidad y confiabilidad suficientes para los graves encargos a resolver, los actuales dirigentes proponen plazos y festejan migajas en el aire. Sabemos que son ridiculizados cuando sus alegatos jurídicos son manejados en un sentido o en otro, conforme sea necesario, terminando así, en un zigzagueo de criterios y opiniones que sólo confirma la falta de legalidad, pero que no les apena, porque necesitan con urgencia una embarrada de esa lana para salvar el pellejo sindicalero.

Al magisterio se le debe, pero en el 2013 dicho adeudo fue negociado por los mismos que exigen que ahora se pague. De ahí que resulte absurdo intentar forzar una solución política, donde impere la buena voluntad del patrón, para que reivindique los abusos sistemáticos de los dirigentes sindicales, que no les queda de otra, más que la estrategia de la intimidación y posiblemente las tomas de oficinas, para recuperar por la fuerza migajas de las sumas millonarias que bajo una actitud inexplicable remataron.

El gobierno tiene la palabra y de él depende si les ayuda a que se levanten de esa cama que ellos mismos tendieron, o se faja de una vez, para que dicho conflicto sea dirimido en los tribunales federales, porque las respuestas desparpajadas que les ha ofrecido, son las que han robustecido las esperanzas de estos miserables, que se han alejado de toda compostura en aras de seguir empuñando el cetro de la desvergüenza.