REGIÓN SIERRA, Dgo. (OEM).- A 14 meses de haber iniciado la presente administración de gobierno municipal en Canatlán, el organismo descentralizado del agua potable, Sistema del Agua de Canatlán, empieza a tornarse independiente en lo económico.
De la mano de su titular Joel Enrique Rodríguez, el SIAC empieza a tornarse como organismo descentralizado, lo cual es de reconocerse, porque a decir en otros municipios, todos andan en números rojos, casi guindas, por aquello de los usuarios morosos.
Ingeniero Civil, este funcionario con apellido de alcurnia, se distingue sobre todo por su buen trato, es “pípol” de a deveras, sin duda de los funcionarios en los cuales el gobierno municipal, su alcaldesa Ángela y su cabildo, deben sentirse contentos, porque está dando resultados.
Le gusta el trabajo, evita la grilla y es institucional. Nomás lo que es.
Por cierto, se avisa que para mañana estará cerrada la circulación vehicular por el libramiento norte, el que va de la altura de la escuela primaria Felipe Pescador Valles al entronque con la carretera federal Francisco Zarco, frente al rastro municipal.
Por cierto, a esperar que el gobierno municipal arregle ese pequeño tramo carretero, frente al rastro, que sigue estando pésimo, aunque le echen tierra.
En otros temas, este miércoles 1 de noviembre se cumplieron 101 años del fusilamiento del General Carrancista Francisco Murguía, allá en la bella Tepehuanes.
A un costado de la plaza principal de la cabecera municipal existe una placa, donde quedó constancia del consejo sumario que se formó, placa que es un breve homenaje al General Zacatecano, fiel a Venustiano Carranza.
El juicio sumario y el fusilamiento se llevó un par de días y registra información de la época que el General Francisco Villa felicitó al General Álvaro Obregón por dicha acción, recordando que ambos Franciscos eran enemigos, inclusive a Murguía se le conocía como Pancho Riatas, por su gusto a colgar soldados villistas.
Regresando a Tepehuanes, lo triste del caso es que la barda frente a la cual se realizó la ejecución duró muchos años, con la huella de las balas en el adobe, espacio que desapareció desde hace tiempo, al ser derribada por su propietario, situación que sin duda no ayuda a la promoción del turismo histórico.
Las historias se entrelazan y quien fue el párroco que ayudó al General Murguía, el Presbítero Justo B. Cázares, detenido en esa ocasión y trasladado a la ciudad de Durango por las fuerzas federales en el ferrocarril, pasó por Canatlán, tierra a la cual el Sacerdote regresaría años después, para hacerse cargo de la parroquia y finalmente llegar al final de su vida, en el año 1950.
