/ miércoles 13 de mayo de 2020

Relanzan obra de Elena Garro

Escritora de su propia existencia, Elena Garro. Inicia su vida en un ambiente familiar alegre, amada, protegida, mimado, nunca apacible, torbellino sin descanso, ánfora de preguntas que una vez quedaron sin respuesta.

Hipérbole de sí misma, seductora y delirante, la vida de la más enigmática escritora mexicana del siglo XX es aún una herida abierta en México y Latinoamérica. Hablar de ella es hacerlo de quien fue el envés, obsesivo y doloroso, de Octavio Paz. Contra él vivió, contra él escribió, pero no agotó su biografía en la lucha contra el tótem.

Su proximidad al PRI y su servicio secreto, y sobre todo, sus errores ante la matanza de Tlatelolco la volvieron una escritora maldita. Novelista, dramaturga y poeta, Garro hizo posiblemente de su existencia un cuento absurdo, pero dio al mundo una literatura que sólo ahora, en el centenario de su nacimiento, empieza a contemplarse en toda su inmensidad.

Los recuerdos del porvenir, emblemática novela de su autoría, que vio la luz en 1963, confirma su vigencia al multiplicar lectores en Iberoamérica y en 2019, el libro se convirtió en uno de los más recurridos del año, con el sello Alfaguara. Esta edición de la novela, considerada precursora del realismo mágico, se publicó en México, Colombia y Chile en agosto pasado, y dos meses después en España.

En Colombia, por ejemplo, destacadas publicaciones culturales alistaban incluir Los recuerdos del porvenir como uno de los libros más importantes del año, mientras que en España, donde ya se ha reimpreso, la adoptaron en clubes de lectura.

Sus primeros textos dramáticos los reúne en 1958, en Un hogar sólido, publicado por la Universidad Veracruzana, lugar de encuentro de conflictos existenciales, sin salida. La señora en su balcón, que publica en 1959 en la revista La Palabra y el hombre, es un texto dramático que constituye el objeto de estudio de la segunda parte de este trabajo, debido a su singular valor estético y a una evidente propuesta teórica, reflejada en la estructuración del contenido y en su realización verbal.

La conciencia política de Garro activa otro texto dramático: Felipe Ángeles, donde procura restituir a este revolucionario, ignorado por mucho tiempo, el lugar que se merecía.

Sin embargo, fue Octavio Paz quien la impulsó a desarrollarse como escritora. Entre 1960 y 1970, Garro escribe la mayor parte de su obra. Se trata de textos en que la intertextualidad es cómplice de una mirada que actúa desde el interior, desde una intimidad que analiza, juzga, se duele y se rebela, y que revela las contradicciones políticas y sociales que le toca vivir a los escritores.

El movimiento estudiantil de 1968, momento doloroso que los mexicanos recordarán siempre y que escribe en la historia de la nación una página cuyo contenido aún no queda del todo aclarado, hace surgir una voz aguda, incriminatoria, la de Elena, al acusar a los intelectuales de lo ocurrido.

Se autoexilia, en 1972, por más de veinte años. Las razones sobraban. Primero en Estados Unidos, luego en España (hasta 1983) y finalmente, en Francia, donde permanece hasta 1993, acompañada de su hija, viviendo de las regalías por la venta de sus libros, y al parecer, del apoyo económico que Octavio Paz jamás le negó.

La época de este exilio deliberado moldea o reconstruye en otra dirección a este personaje de las letras que oscila entre el genio y la locura; entre la generosidad y la avaricia; entre la pulcritud y el descuido.

Elena Garro fue protagonista y antagonista de su propia existencia y probablemente de la de sus seres queridos. El reencuentro con su literatura nos describe su vida y nos marca una perspectiva que a pesar del tiempo, es actual

Escritora de su propia existencia, Elena Garro. Inicia su vida en un ambiente familiar alegre, amada, protegida, mimado, nunca apacible, torbellino sin descanso, ánfora de preguntas que una vez quedaron sin respuesta.

Hipérbole de sí misma, seductora y delirante, la vida de la más enigmática escritora mexicana del siglo XX es aún una herida abierta en México y Latinoamérica. Hablar de ella es hacerlo de quien fue el envés, obsesivo y doloroso, de Octavio Paz. Contra él vivió, contra él escribió, pero no agotó su biografía en la lucha contra el tótem.

Su proximidad al PRI y su servicio secreto, y sobre todo, sus errores ante la matanza de Tlatelolco la volvieron una escritora maldita. Novelista, dramaturga y poeta, Garro hizo posiblemente de su existencia un cuento absurdo, pero dio al mundo una literatura que sólo ahora, en el centenario de su nacimiento, empieza a contemplarse en toda su inmensidad.

Los recuerdos del porvenir, emblemática novela de su autoría, que vio la luz en 1963, confirma su vigencia al multiplicar lectores en Iberoamérica y en 2019, el libro se convirtió en uno de los más recurridos del año, con el sello Alfaguara. Esta edición de la novela, considerada precursora del realismo mágico, se publicó en México, Colombia y Chile en agosto pasado, y dos meses después en España.

En Colombia, por ejemplo, destacadas publicaciones culturales alistaban incluir Los recuerdos del porvenir como uno de los libros más importantes del año, mientras que en España, donde ya se ha reimpreso, la adoptaron en clubes de lectura.

Sus primeros textos dramáticos los reúne en 1958, en Un hogar sólido, publicado por la Universidad Veracruzana, lugar de encuentro de conflictos existenciales, sin salida. La señora en su balcón, que publica en 1959 en la revista La Palabra y el hombre, es un texto dramático que constituye el objeto de estudio de la segunda parte de este trabajo, debido a su singular valor estético y a una evidente propuesta teórica, reflejada en la estructuración del contenido y en su realización verbal.

La conciencia política de Garro activa otro texto dramático: Felipe Ángeles, donde procura restituir a este revolucionario, ignorado por mucho tiempo, el lugar que se merecía.

Sin embargo, fue Octavio Paz quien la impulsó a desarrollarse como escritora. Entre 1960 y 1970, Garro escribe la mayor parte de su obra. Se trata de textos en que la intertextualidad es cómplice de una mirada que actúa desde el interior, desde una intimidad que analiza, juzga, se duele y se rebela, y que revela las contradicciones políticas y sociales que le toca vivir a los escritores.

El movimiento estudiantil de 1968, momento doloroso que los mexicanos recordarán siempre y que escribe en la historia de la nación una página cuyo contenido aún no queda del todo aclarado, hace surgir una voz aguda, incriminatoria, la de Elena, al acusar a los intelectuales de lo ocurrido.

Se autoexilia, en 1972, por más de veinte años. Las razones sobraban. Primero en Estados Unidos, luego en España (hasta 1983) y finalmente, en Francia, donde permanece hasta 1993, acompañada de su hija, viviendo de las regalías por la venta de sus libros, y al parecer, del apoyo económico que Octavio Paz jamás le negó.

La época de este exilio deliberado moldea o reconstruye en otra dirección a este personaje de las letras que oscila entre el genio y la locura; entre la generosidad y la avaricia; entre la pulcritud y el descuido.

Elena Garro fue protagonista y antagonista de su propia existencia y probablemente de la de sus seres queridos. El reencuentro con su literatura nos describe su vida y nos marca una perspectiva que a pesar del tiempo, es actual