/ miércoles 10 de agosto de 2022

Reminiscencias del villismo rumbo al aniversario luctuoso

A propósito de las futuras conmemoraciones del centésimo aniversario luctuoso de Pancho Villa, es justo precisar que, en Durango, como muchos pobladores del norte de México, Villa es la figura emblemática que aún conserva su esencia de hombre leal, valiente, enamorado, sensible, cruel, sanguinario, asesino.

Es decir… ¡Él era todo! Los norteños durante el movimiento revolucionario se aferraron al villismo, particularmente entre los límites entre Durango y Chihuahua. Hoy viene a mi memoria una entrevista que realicé a un descendiente de un connotado villista de nombre José Encarnación “Chon” Córdoba Peña, quien fue un modesto campesino de mi pueblo quien arengó desde lo alto del quiosco para que la gente se sumara a la revuelta armada del 20 de noviembre de 1910, ese mismo campesino que se afilió al villismo y que junto a Tomás Urbina, tomaran la Ciudad de Durango a nombre del Constitucionalismo el 18 de junio de 1913.

Finalmente aquel hombre concluyó sus días a finales de los sesentas con un modestísimo puesto de auxiliar de tesorería en su natal Villa Ocampo, y sus hazañas revolucionarias fueron olvidadas por el simple hecho de no ser protagonista, pasando al catálogo de los olvidados de la Revolución Mexicana. El aniversario luctuoso de Pancho Villa el próximo año, nos permitirá, una revisión de los hechos, acciones y personajes que, durante largo tiempo, la historia recreada por el oficialismo los enclaustró o bien los condenó al basurero de la historia.

Mi familia por la línea paterna y materna abandonó todo tras de sí, y se unió al villismo, sin importarles absolutamente nada, algunos lo hicieron con Manuel Chao, arrastrados por el magisterio de sus enseñanzas, otros con Tomás Urbina, no pocos con el general Petronilo Hernández, y el más representativo fue mi tío abuelo el general Santos Ortiz Ávila, que militó en la Brigada “Morelos” de Tomás Urbina.

Fruto de ello, después de la amnistía de Pancho Villa en Canutillo, un buen día el propio Centauro, honrando la memoria de sus fieles seguidores, le dio bajo palabra a mi abuelo Sabino de la O Ortiz, un pedazo de tierra entre las Nieves y Villa Ocampo para que trabajara la tierra, en gratitud por la que tanto peleó su familia durante la Revolución, mis abuelos la tomaron y la trabajaron pero una vez asesinado Villa en Parral, el estado de filiación obregonista los despojó de la tierra como a muchos en Canutillo a través del general Ricardo Michel, antiguo correligionario de Villa quien se había pasado a las filas de Obregón y que estuvo inmiscuido en la muerte de su antiguo jefe a través de su suegro Felipe Santisteban, quien conspiró al lado del diputado duranguense José Salas Barraza y quien recibió como premio años más tarde la gubernatura de Durango, puesto que en su momento desdeñara el propio Francisco Villa.

El villismo fue una expresión regional con matices multifactoriales, de liderazgos locales. No propiamente de naturaleza homogénea, ya que su proceso radicó en una serie de revoluciones y pugnas internas, protagonizadas por distintas circunstancias sociales, económicas y políticas, incluyendo a sus líderes locales, los cuales eran relevados conforme avanzaba el movimiento armado, lo cual concluyó exitosamente a raíz de la conformación de la División del Norte, sumando tras de sí, cada una de las expresiones regionales del movimiento revolucionario en Chihuahua, Coahuila y Durango medularmente.

A propósito de las futuras conmemoraciones del centésimo aniversario luctuoso de Pancho Villa, es justo precisar que, en Durango, como muchos pobladores del norte de México, Villa es la figura emblemática que aún conserva su esencia de hombre leal, valiente, enamorado, sensible, cruel, sanguinario, asesino.

Es decir… ¡Él era todo! Los norteños durante el movimiento revolucionario se aferraron al villismo, particularmente entre los límites entre Durango y Chihuahua. Hoy viene a mi memoria una entrevista que realicé a un descendiente de un connotado villista de nombre José Encarnación “Chon” Córdoba Peña, quien fue un modesto campesino de mi pueblo quien arengó desde lo alto del quiosco para que la gente se sumara a la revuelta armada del 20 de noviembre de 1910, ese mismo campesino que se afilió al villismo y que junto a Tomás Urbina, tomaran la Ciudad de Durango a nombre del Constitucionalismo el 18 de junio de 1913.

Finalmente aquel hombre concluyó sus días a finales de los sesentas con un modestísimo puesto de auxiliar de tesorería en su natal Villa Ocampo, y sus hazañas revolucionarias fueron olvidadas por el simple hecho de no ser protagonista, pasando al catálogo de los olvidados de la Revolución Mexicana. El aniversario luctuoso de Pancho Villa el próximo año, nos permitirá, una revisión de los hechos, acciones y personajes que, durante largo tiempo, la historia recreada por el oficialismo los enclaustró o bien los condenó al basurero de la historia.

Mi familia por la línea paterna y materna abandonó todo tras de sí, y se unió al villismo, sin importarles absolutamente nada, algunos lo hicieron con Manuel Chao, arrastrados por el magisterio de sus enseñanzas, otros con Tomás Urbina, no pocos con el general Petronilo Hernández, y el más representativo fue mi tío abuelo el general Santos Ortiz Ávila, que militó en la Brigada “Morelos” de Tomás Urbina.

Fruto de ello, después de la amnistía de Pancho Villa en Canutillo, un buen día el propio Centauro, honrando la memoria de sus fieles seguidores, le dio bajo palabra a mi abuelo Sabino de la O Ortiz, un pedazo de tierra entre las Nieves y Villa Ocampo para que trabajara la tierra, en gratitud por la que tanto peleó su familia durante la Revolución, mis abuelos la tomaron y la trabajaron pero una vez asesinado Villa en Parral, el estado de filiación obregonista los despojó de la tierra como a muchos en Canutillo a través del general Ricardo Michel, antiguo correligionario de Villa quien se había pasado a las filas de Obregón y que estuvo inmiscuido en la muerte de su antiguo jefe a través de su suegro Felipe Santisteban, quien conspiró al lado del diputado duranguense José Salas Barraza y quien recibió como premio años más tarde la gubernatura de Durango, puesto que en su momento desdeñara el propio Francisco Villa.

El villismo fue una expresión regional con matices multifactoriales, de liderazgos locales. No propiamente de naturaleza homogénea, ya que su proceso radicó en una serie de revoluciones y pugnas internas, protagonizadas por distintas circunstancias sociales, económicas y políticas, incluyendo a sus líderes locales, los cuales eran relevados conforme avanzaba el movimiento armado, lo cual concluyó exitosamente a raíz de la conformación de la División del Norte, sumando tras de sí, cada una de las expresiones regionales del movimiento revolucionario en Chihuahua, Coahuila y Durango medularmente.