/ miércoles 3 de febrero de 2021

Se necesita valor para vivir nuestras convicciones










Cuando los actos hablan las palabras salen sobrando; es una gran verdad que por sí misma se da a conocer. Una persona honradamente superior es impasible por naturaleza, poco le importan los elogios o censuras; no escucha más que la voz de su conciencia.




La verdadera moral nos conduce a practicar el bien.


El amor es la primera condición de la felicidad de un ser humano. Cuántos y cuantos fracasan en el amor porque no se tiene la sana y veraz costumbre de decir te amo y vivirlo. Cuando se hace, a veces la persona amada duda de la sinceridad de tal afirmación. No existe un ser vivo sobre la tierra que necesite tanto del amor como los humanos: requieren de la comunicación sincera de quien da amor y de quien lo recibe y, su lenguaje precisa más de la actitud que de la expresión misma.


La fama no es suficiente para el precio de la felicidad. No fácilmente llegaremos a ser famosos y a conseguir las cosas que ambicionamos, resultando arduo cumplir con la misión de ser felices porque primeramente no dedicamos tiempo para conocernos a nosotros mismos. La experiencia instruye, los errores corrigen.


En lo que no sabemos no censuremos ni alabemos. De humanos es errar, de bestias el perseverar en el error. Hagamos no aquello que deseamos sino lo que es justo. A cada quien según su capacidad, a cada quien su necesidad. Dios perdona siempre, los humanos algunas veces; en cambio la naturaleza nunca perdona; cuando es agredida no se defiende solo se venga.


Una de las costumbres más socorridas es la de hablar bien o mal de los demás. Quien no tiene seguridad de sí mismo no posee aptitud para guiar u orientar a los demás. Sin embargo todo lo que hacemos nos parece correcto y, si erramos buscamos las disculpas que borren nuestra falta de honradez. Somos perfectos fariseos; errar es de humanos y eso nadie los discute, sino el querer justificar nuestros errores es lo que nos degrada.


Se dice que los niños son la primavera de la humanidad y, sobre su aún débil mentalidad los adultos queremos recargar nuestras necesidades, esperanzas y tradiciones, olvidando que ellos viven todavía un estado de ensoñación y, peor todavía cuando no les damos ejemplos palpables de amor y de fe.


No existe tarea alguna, por imposible que parezca, que no se pueda adelantar con éxito, si quien desea realizarla tiene entusiasmo y buena voluntad. Sobre el fiel de la balanza la fe es superior al temor. Cuando el temor sobreviene es cuando más debemos pedir a Dios que aumente nuestra fe. Nada hay que no se pueda alcanzar mediante la acción decidida y la fe en lo que podemos realizar. No es bueno que malgastemos el tiempo compadeciéndonos por nuestras equivocaciones. De nada sirve justificar nuestros errores pasados. Un ciudadano con mente positiva no llora sus fracasos; con mayor esfuerzo, inteligencia y disposición sobre sus errores levanta sus éxitos. Quien no encuentre valores en sus errores difícilmente descubrirá la belleza de la vida.


La gente mediocre se siente satisfecha con el lenguaje soez y el comentario viperino. Ante su incapacidad para construir utilizan su potencial para destruir lo que otros logran. Hay personas que no tienen otra preocupación que sobrevivir. Así como queremos sembrar bien para cosechar en abundancia, también los primeros años juveniles son la época propicia para trazar derroteros a los líderes futuros. Somos los padres de familia y maestros los indicados para llevar a cabo tan delicada labor; pero si fallamos, entonces nuestros jóvenes no pueden responsabilizarse de su vida estéril. Con decisión y sacrificio siempre encontraremos los recursos necesarios para formar a nuestros hijos y a nuestros alumnos.











Cuando los actos hablan las palabras salen sobrando; es una gran verdad que por sí misma se da a conocer. Una persona honradamente superior es impasible por naturaleza, poco le importan los elogios o censuras; no escucha más que la voz de su conciencia.




La verdadera moral nos conduce a practicar el bien.


El amor es la primera condición de la felicidad de un ser humano. Cuántos y cuantos fracasan en el amor porque no se tiene la sana y veraz costumbre de decir te amo y vivirlo. Cuando se hace, a veces la persona amada duda de la sinceridad de tal afirmación. No existe un ser vivo sobre la tierra que necesite tanto del amor como los humanos: requieren de la comunicación sincera de quien da amor y de quien lo recibe y, su lenguaje precisa más de la actitud que de la expresión misma.


La fama no es suficiente para el precio de la felicidad. No fácilmente llegaremos a ser famosos y a conseguir las cosas que ambicionamos, resultando arduo cumplir con la misión de ser felices porque primeramente no dedicamos tiempo para conocernos a nosotros mismos. La experiencia instruye, los errores corrigen.


En lo que no sabemos no censuremos ni alabemos. De humanos es errar, de bestias el perseverar en el error. Hagamos no aquello que deseamos sino lo que es justo. A cada quien según su capacidad, a cada quien su necesidad. Dios perdona siempre, los humanos algunas veces; en cambio la naturaleza nunca perdona; cuando es agredida no se defiende solo se venga.


Una de las costumbres más socorridas es la de hablar bien o mal de los demás. Quien no tiene seguridad de sí mismo no posee aptitud para guiar u orientar a los demás. Sin embargo todo lo que hacemos nos parece correcto y, si erramos buscamos las disculpas que borren nuestra falta de honradez. Somos perfectos fariseos; errar es de humanos y eso nadie los discute, sino el querer justificar nuestros errores es lo que nos degrada.


Se dice que los niños son la primavera de la humanidad y, sobre su aún débil mentalidad los adultos queremos recargar nuestras necesidades, esperanzas y tradiciones, olvidando que ellos viven todavía un estado de ensoñación y, peor todavía cuando no les damos ejemplos palpables de amor y de fe.


No existe tarea alguna, por imposible que parezca, que no se pueda adelantar con éxito, si quien desea realizarla tiene entusiasmo y buena voluntad. Sobre el fiel de la balanza la fe es superior al temor. Cuando el temor sobreviene es cuando más debemos pedir a Dios que aumente nuestra fe. Nada hay que no se pueda alcanzar mediante la acción decidida y la fe en lo que podemos realizar. No es bueno que malgastemos el tiempo compadeciéndonos por nuestras equivocaciones. De nada sirve justificar nuestros errores pasados. Un ciudadano con mente positiva no llora sus fracasos; con mayor esfuerzo, inteligencia y disposición sobre sus errores levanta sus éxitos. Quien no encuentre valores en sus errores difícilmente descubrirá la belleza de la vida.


La gente mediocre se siente satisfecha con el lenguaje soez y el comentario viperino. Ante su incapacidad para construir utilizan su potencial para destruir lo que otros logran. Hay personas que no tienen otra preocupación que sobrevivir. Así como queremos sembrar bien para cosechar en abundancia, también los primeros años juveniles son la época propicia para trazar derroteros a los líderes futuros. Somos los padres de familia y maestros los indicados para llevar a cabo tan delicada labor; pero si fallamos, entonces nuestros jóvenes no pueden responsabilizarse de su vida estéril. Con decisión y sacrificio siempre encontraremos los recursos necesarios para formar a nuestros hijos y a nuestros alumnos.