/ lunes 10 de mayo de 2021

Se vale por lo que es, no por lo que tiene

Cada persona es un sujeto, no un objeto o un simple instrumento que se puede manejar al capricho de cualquier antojo. Merece todo el respeto, la admiración, la atención y la comprensión que a través de su misma condición personal se ha sabido ganar.

Todo ser humano es persona, con igualdad de dignidad y valor. Desde el feto que comienza su vida en el seno materno hasta el político más encumbrado; desde el anciano indigente que pide limosna hasta el empresario más exitoso; desde el más ignorante o afectado en sus facultades mentales hasta el más sabio de los científicos; todos, absolutamente todos, valen lo mismo, nadie es más que otro, la dignidad personal es única en cada individuo.

Precisamente, por la afinación de sus obligaciones enmarcadas en su dignidad, una persona no debe ser manipulada en su mesura y mucho menos avasallada a intereses laborales, sociales, políticos o económicos Tiene todo el derecho de apreciar o despreciar, de persistir y ser atendida, la libertad de solicitar, el beneplácito de aceptar como fruto de la razón; así como el deber y la integridad de participar libre y responsablemente en determinada selección.

Toda persona tiene vida física, psíquica y espiritual. La vida física llamada también biológica, comprende nuestro cuerpo y, cumple armónicamente con diversas funciones relacionadas entre sí. La vida psíquica depende de la biológica y la espiritual y, pertenecen a ella, los sentimientos, las emociones, nuestras reacciones, el carácter y la forma de ser de cada persona. La vida espiritual es propiamente nuestra alma y, en ella se encuentran nuestros pensamientos, la voluntad, las decisiones de nuestros actos y los procesos de nuestra conciencia. Estos tres niveles de vida de nuestro YO, deben ser atendidos cabal y equilibradamente a través del incremento de la educación.

Una persona intelectualmente madura, somete hasta donde le es posible, sus impulsos a la razón. Hablo de someter, pero no en el sentido de suprimir o anular, sino gobernar y encauzar de tal manera que, con el prudente empleo de tales potencias, se llegue a la libertad interior. Toda persona es “alguien” no algo. Cuando un ser humano crece espiritualmente, es más humilde, más atento, más humano en su manera de ser. La humildad es muy frecuente en las personas de calidad, así como la soberbia es común en los mediocres. Cuantas veces a las personas se les valora, no por lo que son, sino por lo que aparentan.

La crisis económica, moral, social y cultural que hoy padecemos más acentuadamente, es consecuencia de la intelectiva afección que nos precipitó sin oportunidad alguna. No tan solo quebrantó la salubridad en general ocasionando miles de fallecidos, sino que provocó la proliferación de jóvenes desorientados y desadaptados por la paralización de su formación académica y profesional. Además se incrementó abusivamente la corrupción, con la maldad y la violencia desatadas comunalmente. Esta situación que estamos viviendo hace urgente la necesidad de transformar ética y científicamente a la sociedad.

El triángulo de la buena voluntad lo forman: La honradez, la justicia y el deber. Es de humanos errar pero también de necios persistir en el error. Tratemos a los demás como queremos que nos traten, respetémoslos como queremos que nos respeten. La actitud de una persona dice más que la ropa que viste. Si tienes mucho da mucho si tienes poco da poco pero siempre da. La educación es la mejor defensa de los pueblos.

El obrar de acuerdo con los valores no coarta nuestra libertad, sino por el contrario nos fortalece, porque tarde o temprano quien actúa impulsado por estos principios morales, es reconocido por quienes lo critican, porque ellos no son capaces de vencer una actitud equivocada. La educación moral busca ayudar a integrarse en su comunidad y, no se reduce únicamente a la socialización; sino que también desprende una vertiente creativa y transformadora, a fin de que cada individuo sea el autor de su propia historia; por lo que tiene en sus manos la responsabilidad de orientar su vida, de tomar decisiones en situaciones de conflicto de valores y de construir un modo justo y honesto de vivir.

Cada persona es un sujeto, no un objeto o un simple instrumento que se puede manejar al capricho de cualquier antojo. Merece todo el respeto, la admiración, la atención y la comprensión que a través de su misma condición personal se ha sabido ganar.

Todo ser humano es persona, con igualdad de dignidad y valor. Desde el feto que comienza su vida en el seno materno hasta el político más encumbrado; desde el anciano indigente que pide limosna hasta el empresario más exitoso; desde el más ignorante o afectado en sus facultades mentales hasta el más sabio de los científicos; todos, absolutamente todos, valen lo mismo, nadie es más que otro, la dignidad personal es única en cada individuo.

Precisamente, por la afinación de sus obligaciones enmarcadas en su dignidad, una persona no debe ser manipulada en su mesura y mucho menos avasallada a intereses laborales, sociales, políticos o económicos Tiene todo el derecho de apreciar o despreciar, de persistir y ser atendida, la libertad de solicitar, el beneplácito de aceptar como fruto de la razón; así como el deber y la integridad de participar libre y responsablemente en determinada selección.

Toda persona tiene vida física, psíquica y espiritual. La vida física llamada también biológica, comprende nuestro cuerpo y, cumple armónicamente con diversas funciones relacionadas entre sí. La vida psíquica depende de la biológica y la espiritual y, pertenecen a ella, los sentimientos, las emociones, nuestras reacciones, el carácter y la forma de ser de cada persona. La vida espiritual es propiamente nuestra alma y, en ella se encuentran nuestros pensamientos, la voluntad, las decisiones de nuestros actos y los procesos de nuestra conciencia. Estos tres niveles de vida de nuestro YO, deben ser atendidos cabal y equilibradamente a través del incremento de la educación.

Una persona intelectualmente madura, somete hasta donde le es posible, sus impulsos a la razón. Hablo de someter, pero no en el sentido de suprimir o anular, sino gobernar y encauzar de tal manera que, con el prudente empleo de tales potencias, se llegue a la libertad interior. Toda persona es “alguien” no algo. Cuando un ser humano crece espiritualmente, es más humilde, más atento, más humano en su manera de ser. La humildad es muy frecuente en las personas de calidad, así como la soberbia es común en los mediocres. Cuantas veces a las personas se les valora, no por lo que son, sino por lo que aparentan.

La crisis económica, moral, social y cultural que hoy padecemos más acentuadamente, es consecuencia de la intelectiva afección que nos precipitó sin oportunidad alguna. No tan solo quebrantó la salubridad en general ocasionando miles de fallecidos, sino que provocó la proliferación de jóvenes desorientados y desadaptados por la paralización de su formación académica y profesional. Además se incrementó abusivamente la corrupción, con la maldad y la violencia desatadas comunalmente. Esta situación que estamos viviendo hace urgente la necesidad de transformar ética y científicamente a la sociedad.

El triángulo de la buena voluntad lo forman: La honradez, la justicia y el deber. Es de humanos errar pero también de necios persistir en el error. Tratemos a los demás como queremos que nos traten, respetémoslos como queremos que nos respeten. La actitud de una persona dice más que la ropa que viste. Si tienes mucho da mucho si tienes poco da poco pero siempre da. La educación es la mejor defensa de los pueblos.

El obrar de acuerdo con los valores no coarta nuestra libertad, sino por el contrario nos fortalece, porque tarde o temprano quien actúa impulsado por estos principios morales, es reconocido por quienes lo critican, porque ellos no son capaces de vencer una actitud equivocada. La educación moral busca ayudar a integrarse en su comunidad y, no se reduce únicamente a la socialización; sino que también desprende una vertiente creativa y transformadora, a fin de que cada individuo sea el autor de su propia historia; por lo que tiene en sus manos la responsabilidad de orientar su vida, de tomar decisiones en situaciones de conflicto de valores y de construir un modo justo y honesto de vivir.