/ domingo 19 de mayo de 2019

Seamos íntegros, auténticos en el devenir de la vida

Una persona íntegra, auténtica, es aquella que se forja objetivos concretos y propósitos cabales, inteligentes; no camina ni se relaciona en la perversidad. Todos sus proyectos tienen dentro de sí una fortaleza moral que lo caracteriza.

Busca posibilitar en los demás el bien común y más ahora, que estamos viviendo un egoísmo desenfrenado, un individualismo inmoderado. Se siente comprometida a transformar su ámbito y trata de servir, ayudar, participar en lo que su condición personal le permite. En su trabajo demuestra siempre la firmeza de sus planes, considerando y mirando hacia adelante; siendo así menos probable que cometa errores. Adopta una visión moral en todos los sentidos, manteniéndose en actitud sólida y más elevada que el de un líder que convierte su política en mera conveniencia personal, corrompiendo principios y lealtades.

La empatía es una sensibilidad profunda, silenciosa e inexpresable, de carácter delicado y de condición ética. Comúnmente personas empáticas no son efusivas e irregulares, sino más bien serenas, tranquilas, firmes, sencillas y gentiles. Su comportamiento apacible pero siempre consciente del sentimiento de los demás, es con frecuencia despreciado por la indiferencia de mentes frívolas, sin faltar conciencias educadas que reconocen su imperturbable fortaleza.

La empatía eleva al ser humano de una vida separada y egocéntrica y, le concede vivir en los corazones de sus compañeros, amigos, así como pensar y sentir igual que ellos. La falta de empatía se muestra en el cinismo, en el sarcasmo, en las bromas amargas, en el morbo y en los falsos sentimientos. La empatía llega y se compenetra en los corazones de reconocidos humanos para ver por el bien de los demás y unirse espiritualmente cuando sufren dolor, están contentos, cuando son despreciados y perseguidos, descendiendo con ellos a las profundidades de la humillación y la aflicción.

Dar es un deber tan importante como el de recibir. Aquel que obtiene todo lo que puede y se rehúsa a dar, al final de cuentas no podrá acoger más porque esto es como una ley espiritual: no podemos recibir si no damos, así como no podemos dar si no recibimos. Porque dar es una de las fuentes del crecimiento personal y del progreso.

Es un medio por el cual nos ocupamos de una mayor generosidad previniendo caer en el egoísmo. Implica que reconozcamos nuestro compromiso espiritual y social con nuestros semejantes y estar dispuestos a desprendernos de una porción de lo que hemos ganado y poseído, para el bienestar de los demás.

La sociedad humana depende de una fuerte base fundamental que es la sinceridad. Una persona honestamente sincera representa una fuerza moral y no hay otra más que pueda compararse con ella. Un ser humano es poderoso en autoridad de acuerdo con la solidez y perfección de su sinceridad. La moral y la sinceridad están estrechamente relacionadas que, cuando falta la sinceridad, la moral como poder también falta, debilitando las demás virtudes.

No hay nada en la naturaleza humana, ni talento, ni intelecto, ni afecto, ni belleza de rasgos que se puedan comparar con el poder atractivo de la sensatez de una mente y de la integridad de un corazón cuya acción se llama sinceridad. Sí, hay encantos naturales en hombres y mujeres que honran a maravilla, pero no dejan de ser muchas veces encantamientos personales fingidos como máscaras porque una sinceridad auténtica brota del corazón.

Un legítimo líder atrae, convence con el poder de su sinceridad y, justamente según la medida de su sinceridad es la cantidad de su fuerza atractiva. Como quiera que sea la inteligencia de una persona, nunca podrá ser líder permanente y guía de los demás si no es sincera. Porque una persona sincera estampa su carácter sobre todo lo que hace.

Deshacerse de prejuicios es un gran logro, Los prejuicios apilan obstáculos en el camino de una persona para que continuamente se tope con enemigos imaginarios. Para una persona con prejuicios, que juzga las cosas antes del tiempo oportuno, la vida es un impedimento en una carrera que no se puede negociar y no se alcanza ninguna meta; mientras que para una persona ecuánime la vida es serena, equilibrada, agradable, con frescor y descanso al final del día. La verdad puede mover montañas pero un prejuicio sólo es una aparente variedad de montículos mentales.

Los prejuicios hacen que un ser humano se forme conclusiones artificiales sin ninguna base, hecho o conocimiento, rechazando todo propósito y convirtiéndose en barreras que impiden toda consecución. Por lo que hunde a una persona en la oscuridad e ignorancia, evitando el desarrollo de su mente en su más alta y noble decisión.

Es de suma importancia que seamos auténticos, que no tengamos ningún interés de ser alguien que no somos; que no simulemos ninguna virtud, que no asumamos ninguna excelencia, que no adoptemos ningún disfraz. El hipócrita piensa que puede engañar al mundo entero y a la ley eterna del universo; pero sólo hay una persona a la que puede embaucar y, esa es a ella misma.

Una persona íntegra, auténtica, es aquella que se forja objetivos concretos y propósitos cabales, inteligentes; no camina ni se relaciona en la perversidad. Todos sus proyectos tienen dentro de sí una fortaleza moral que lo caracteriza.

Busca posibilitar en los demás el bien común y más ahora, que estamos viviendo un egoísmo desenfrenado, un individualismo inmoderado. Se siente comprometida a transformar su ámbito y trata de servir, ayudar, participar en lo que su condición personal le permite. En su trabajo demuestra siempre la firmeza de sus planes, considerando y mirando hacia adelante; siendo así menos probable que cometa errores. Adopta una visión moral en todos los sentidos, manteniéndose en actitud sólida y más elevada que el de un líder que convierte su política en mera conveniencia personal, corrompiendo principios y lealtades.

La empatía es una sensibilidad profunda, silenciosa e inexpresable, de carácter delicado y de condición ética. Comúnmente personas empáticas no son efusivas e irregulares, sino más bien serenas, tranquilas, firmes, sencillas y gentiles. Su comportamiento apacible pero siempre consciente del sentimiento de los demás, es con frecuencia despreciado por la indiferencia de mentes frívolas, sin faltar conciencias educadas que reconocen su imperturbable fortaleza.

La empatía eleva al ser humano de una vida separada y egocéntrica y, le concede vivir en los corazones de sus compañeros, amigos, así como pensar y sentir igual que ellos. La falta de empatía se muestra en el cinismo, en el sarcasmo, en las bromas amargas, en el morbo y en los falsos sentimientos. La empatía llega y se compenetra en los corazones de reconocidos humanos para ver por el bien de los demás y unirse espiritualmente cuando sufren dolor, están contentos, cuando son despreciados y perseguidos, descendiendo con ellos a las profundidades de la humillación y la aflicción.

Dar es un deber tan importante como el de recibir. Aquel que obtiene todo lo que puede y se rehúsa a dar, al final de cuentas no podrá acoger más porque esto es como una ley espiritual: no podemos recibir si no damos, así como no podemos dar si no recibimos. Porque dar es una de las fuentes del crecimiento personal y del progreso.

Es un medio por el cual nos ocupamos de una mayor generosidad previniendo caer en el egoísmo. Implica que reconozcamos nuestro compromiso espiritual y social con nuestros semejantes y estar dispuestos a desprendernos de una porción de lo que hemos ganado y poseído, para el bienestar de los demás.

La sociedad humana depende de una fuerte base fundamental que es la sinceridad. Una persona honestamente sincera representa una fuerza moral y no hay otra más que pueda compararse con ella. Un ser humano es poderoso en autoridad de acuerdo con la solidez y perfección de su sinceridad. La moral y la sinceridad están estrechamente relacionadas que, cuando falta la sinceridad, la moral como poder también falta, debilitando las demás virtudes.

No hay nada en la naturaleza humana, ni talento, ni intelecto, ni afecto, ni belleza de rasgos que se puedan comparar con el poder atractivo de la sensatez de una mente y de la integridad de un corazón cuya acción se llama sinceridad. Sí, hay encantos naturales en hombres y mujeres que honran a maravilla, pero no dejan de ser muchas veces encantamientos personales fingidos como máscaras porque una sinceridad auténtica brota del corazón.

Un legítimo líder atrae, convence con el poder de su sinceridad y, justamente según la medida de su sinceridad es la cantidad de su fuerza atractiva. Como quiera que sea la inteligencia de una persona, nunca podrá ser líder permanente y guía de los demás si no es sincera. Porque una persona sincera estampa su carácter sobre todo lo que hace.

Deshacerse de prejuicios es un gran logro, Los prejuicios apilan obstáculos en el camino de una persona para que continuamente se tope con enemigos imaginarios. Para una persona con prejuicios, que juzga las cosas antes del tiempo oportuno, la vida es un impedimento en una carrera que no se puede negociar y no se alcanza ninguna meta; mientras que para una persona ecuánime la vida es serena, equilibrada, agradable, con frescor y descanso al final del día. La verdad puede mover montañas pero un prejuicio sólo es una aparente variedad de montículos mentales.

Los prejuicios hacen que un ser humano se forme conclusiones artificiales sin ninguna base, hecho o conocimiento, rechazando todo propósito y convirtiéndose en barreras que impiden toda consecución. Por lo que hunde a una persona en la oscuridad e ignorancia, evitando el desarrollo de su mente en su más alta y noble decisión.

Es de suma importancia que seamos auténticos, que no tengamos ningún interés de ser alguien que no somos; que no simulemos ninguna virtud, que no asumamos ninguna excelencia, que no adoptemos ningún disfraz. El hipócrita piensa que puede engañar al mundo entero y a la ley eterna del universo; pero sólo hay una persona a la que puede embaucar y, esa es a ella misma.