/ jueves 8 de abril de 2021

Sentido adiós a la máquina de escribir

Si para Ernest Hemingway, su psicoanalista era su máquina de escribir, para muchos representa una etapa importante de nuestras vidas.

De teclear los trabajos escolares, hasta la realización de trámites en las oficinas públicas, como antecesora de las computadoras.

Hace apenas unas semanas, la compañía Godrej and Boyce, ubicada en Bombay, que era la última que producía estas máquinas, en la actualidad ya no vendía nada y decidió cerrar. La ausencia de pedidos ha llevado a la compañía al cierre, sin embargo, la compañía guarda un stock de unos pocos centenares de equipos. Hasta 2009, producían al año entre 10 y 20 mil máquinas de escribir.

Aun así, la vieja máquina de escribir se ha despedido por todo lo alto. Y es que los nostálgicos la han convertido en trending topic en Twitter.

Sea de color gris oscuro o de carcaza gris con rojo y una cinta desvencijada de dos colores cuyos rollos se atoran, tiene pegada a un lado lo que fue la cajita de un corrector ahora vacío, o que se encuentre polvosa, la máquina ha visto pasar nuestros mejores años.

La máquina de escribir mecánica, marcando la diferencia con su hermana eléctrica, ha acompañado al hombre durante más de un siglo. Ernest Hemminway cargó con la suya en todos sus viajes. Sylvia Plath, Alfred Hitchcock, Agatha Christie, Jorge Ibargüengoitia. Mark Twain escribió “Tom Sawyer” hace más de un siglo en una de ellas, inaugurando la simbiosis escritor-máquina. Mario Vargas Llosa y García Márquez cuentan que Carlos Fuentes tiene dos dedos chuequitos de tanto darle a la tecla.

Anécdotas de escritores con sus máquinas hay muchas: Elena Garro le quitó los acentos a su máquina para después ponérselos a mano. Tolstoi, el novelista ruso, dejaba que su hija transcribiera sus escritos, convirtiéndola en la primera transcribidora ejecutiva de la historia. Cormac McCarthy escribe en una Olivetti Lettera 32 que fue subastada hace tres años en 250 mil dólares en beneficio de un instituto de arte: Al acabar la subasta McCarthy fue a una casa de antigüedades y compró otra igualita por 50 dólares, ya que no puede escribir de otra manera. Paul Aster hasta le dedicó un libro a su Olimpia.

Así como cuando el walkman anunció su despedida, aquellos jóvenes de la generación de los 80 saludaron con dolor al reproductor que los acompaño durante gran parte de su adolescencia.

Ahora es el turno de escritores, periodistas y oficinistas veteranos, que verán partir para siempre el aparato que precedió a la computadora. La evocación del sonido de las teclas y del avance del carro y las peregrinas teorías que la vinculaban a esa imagen romántica del escritor o el periodista sentado delante de una esperando a las musas y a la inspiración: La máquina de escribir era incómoda e ineficiente, la escritura en pantalla aporta muchísimas ventajas sobre ella, y lo normal o lógico era que la máquina de escribir desapareciera completamente, tal y como ocurre con tantas otras tecnologías que han sido relegadas a la categoría de obsoletas.

Desde finales del siglo XIX y durante buena parte del XX, las máquinas de escribir fueron herramientas indispensables en las oficinas comerciales, así como para muchos escritores.

Cuando llegaron las computadoras y sus procesadores de textos, las máquinas de escribir les presentaron batalla. La dificultad para imprimir desde una PC, sumada a la velocidad de las modernas máquinas eléctricas les dieron larga sobrevida. Más de 30 años, para ser exactos. Pero ahora sí será una actividad del pasado.

Así, un adelanto que se creyó insuperable, se despide abatida por las computadoras, con la frente en alto.

Si para Ernest Hemingway, su psicoanalista era su máquina de escribir, para muchos representa una etapa importante de nuestras vidas.

De teclear los trabajos escolares, hasta la realización de trámites en las oficinas públicas, como antecesora de las computadoras.

Hace apenas unas semanas, la compañía Godrej and Boyce, ubicada en Bombay, que era la última que producía estas máquinas, en la actualidad ya no vendía nada y decidió cerrar. La ausencia de pedidos ha llevado a la compañía al cierre, sin embargo, la compañía guarda un stock de unos pocos centenares de equipos. Hasta 2009, producían al año entre 10 y 20 mil máquinas de escribir.

Aun así, la vieja máquina de escribir se ha despedido por todo lo alto. Y es que los nostálgicos la han convertido en trending topic en Twitter.

Sea de color gris oscuro o de carcaza gris con rojo y una cinta desvencijada de dos colores cuyos rollos se atoran, tiene pegada a un lado lo que fue la cajita de un corrector ahora vacío, o que se encuentre polvosa, la máquina ha visto pasar nuestros mejores años.

La máquina de escribir mecánica, marcando la diferencia con su hermana eléctrica, ha acompañado al hombre durante más de un siglo. Ernest Hemminway cargó con la suya en todos sus viajes. Sylvia Plath, Alfred Hitchcock, Agatha Christie, Jorge Ibargüengoitia. Mark Twain escribió “Tom Sawyer” hace más de un siglo en una de ellas, inaugurando la simbiosis escritor-máquina. Mario Vargas Llosa y García Márquez cuentan que Carlos Fuentes tiene dos dedos chuequitos de tanto darle a la tecla.

Anécdotas de escritores con sus máquinas hay muchas: Elena Garro le quitó los acentos a su máquina para después ponérselos a mano. Tolstoi, el novelista ruso, dejaba que su hija transcribiera sus escritos, convirtiéndola en la primera transcribidora ejecutiva de la historia. Cormac McCarthy escribe en una Olivetti Lettera 32 que fue subastada hace tres años en 250 mil dólares en beneficio de un instituto de arte: Al acabar la subasta McCarthy fue a una casa de antigüedades y compró otra igualita por 50 dólares, ya que no puede escribir de otra manera. Paul Aster hasta le dedicó un libro a su Olimpia.

Así como cuando el walkman anunció su despedida, aquellos jóvenes de la generación de los 80 saludaron con dolor al reproductor que los acompaño durante gran parte de su adolescencia.

Ahora es el turno de escritores, periodistas y oficinistas veteranos, que verán partir para siempre el aparato que precedió a la computadora. La evocación del sonido de las teclas y del avance del carro y las peregrinas teorías que la vinculaban a esa imagen romántica del escritor o el periodista sentado delante de una esperando a las musas y a la inspiración: La máquina de escribir era incómoda e ineficiente, la escritura en pantalla aporta muchísimas ventajas sobre ella, y lo normal o lógico era que la máquina de escribir desapareciera completamente, tal y como ocurre con tantas otras tecnologías que han sido relegadas a la categoría de obsoletas.

Desde finales del siglo XIX y durante buena parte del XX, las máquinas de escribir fueron herramientas indispensables en las oficinas comerciales, así como para muchos escritores.

Cuando llegaron las computadoras y sus procesadores de textos, las máquinas de escribir les presentaron batalla. La dificultad para imprimir desde una PC, sumada a la velocidad de las modernas máquinas eléctricas les dieron larga sobrevida. Más de 30 años, para ser exactos. Pero ahora sí será una actividad del pasado.

Así, un adelanto que se creyó insuperable, se despide abatida por las computadoras, con la frente en alto.