/ sábado 7 de noviembre de 2020

¿Será la vacuna la salvación de la pandemia?

¿Recuerda usted la frase de José López Portillo, “La solución somos todos”? Es ahora cuando la necesitamos. Mientras la vacuna llega, transitamos por un callejón sin salida, o al menos eso parece.

El gobernador del Estado, José Rosas Aispuro Torres, en uso de sus facultades, anunció que Durango regresaba al semáforo rojo, la razón: confundimos el color amarillo con el verde. La sociedad se relajó, los protocolos de salud y la sana distancia pasaron a segundo término y, lógico, los contagios y fallecimientos crecieron de forma alarmante. La movilidad social alcanzó otra vez casi el cien por ciento, sin tomar en cuenta que el virus sigue entre nosotros y las personas lo transmitimos y multiplicamos, pero también está en nuestras manos poder detenerlos.

Esto ha sido así por las reuniones sociales, antros, bares, cantinas, gimnasios, entre otros, como fuente de contagio en las últimas semanas. Las medidas anunciadas por el gobernador son más estrictas que las de la vez pasada. Pero no se restringen, por ejemplo, las actividades esenciales, como son las de la industria automotriz, la minera, o la agropecuaria.

Las que no cumplen esta función, todas, sin excepción, quedan restringidas. La novedad se da en el transporte público, con la restricción de los fines de semana para circular de las diez de la noche de hoy sábado hasta las cinco de la mañana del lunes. Estas medidas de carácter administrativo, si los ciudadanos no las cumplimos seremos sancionados.

A nadie nos gusta la aplicación de una ley o de un reglamento, pero si nosotros no acatamos el orden legal, entonces el Estado tiene facultades para obligarnos a cumplir la observancia de la ley. Y si su aplicación afecta nuestros derechos, también tenemos recursos para nuestra defensa.

Pero en esta vorágine de anarquía y de irresponsabilidad social, hay algo a lo que no tenemos derecho: a colapsar el sector salud. Se nos ha dicho hasta el cansancio que no estamos preparados para esta crisis sanitaria. No tenemos suficiente infraestructura hospitalaria, tampoco médicos especialistas, sin embargo nuestras enfermeras, médicos y todo el personal que integra dicho sector nos han dado ejemplo de vida.

Hoy lloramos y lamentamos la muerte de médicos que pagaron con su vida por salvar las nuestras. Todos los días se nos recuerda que las enfermeras y los médicos están agotados física y mentalmente, que ya no hay lugares en los hospitales públicos, los respiradores son insuficientes, pero nosotros queremos seguir como si nada pasara y con ello contribuimos a seguir colapsando nuestro sistema de salud y poniendo en riesgo a quienes nos cuidan y salvan.

No hay peor ciego que el que no ve. Y eso nos viene como anillo al dedo. Por más decretos que emita la autoridad competente para controlar los contagios, si nosotros como ciudadanos no asumimos nuestra responsabilidad social en esta crisis, no le estamos dejando otro camino a la autoridad más que nos obligue a ser responsables.

En otros estados del país, por ejemplo Chihuahua, el gobernador ha tomado medidas mucho más estrictas que las que se han tomado en Durango. Pero no todo está perdido, hoy tenemos una oportunidad histórica para demostrarle al Estado que no tiene que publicar decretos para asumir nuestra responsabilidad.

Podemos de la misma manera ser una sociedad socialmente responsable, y entender que en nuestras manos está salvarnos todos. No ser responsables de alguna manera de que sigan muriendo doctoras y enfermeras que salvan nuestras vidas, no nos queda otra más que contener los contagios, y si esto implica, como alguien dijo, sangre, sudor y lágrimas, hagamos esos sacrificios, como lo han hecho y lo siguen haciendo nuestros médicos y enfermeras.

Es hora de demostrar de qué estamos hechos.

¿Recuerda usted la frase de José López Portillo, “La solución somos todos”? Es ahora cuando la necesitamos. Mientras la vacuna llega, transitamos por un callejón sin salida, o al menos eso parece.

El gobernador del Estado, José Rosas Aispuro Torres, en uso de sus facultades, anunció que Durango regresaba al semáforo rojo, la razón: confundimos el color amarillo con el verde. La sociedad se relajó, los protocolos de salud y la sana distancia pasaron a segundo término y, lógico, los contagios y fallecimientos crecieron de forma alarmante. La movilidad social alcanzó otra vez casi el cien por ciento, sin tomar en cuenta que el virus sigue entre nosotros y las personas lo transmitimos y multiplicamos, pero también está en nuestras manos poder detenerlos.

Esto ha sido así por las reuniones sociales, antros, bares, cantinas, gimnasios, entre otros, como fuente de contagio en las últimas semanas. Las medidas anunciadas por el gobernador son más estrictas que las de la vez pasada. Pero no se restringen, por ejemplo, las actividades esenciales, como son las de la industria automotriz, la minera, o la agropecuaria.

Las que no cumplen esta función, todas, sin excepción, quedan restringidas. La novedad se da en el transporte público, con la restricción de los fines de semana para circular de las diez de la noche de hoy sábado hasta las cinco de la mañana del lunes. Estas medidas de carácter administrativo, si los ciudadanos no las cumplimos seremos sancionados.

A nadie nos gusta la aplicación de una ley o de un reglamento, pero si nosotros no acatamos el orden legal, entonces el Estado tiene facultades para obligarnos a cumplir la observancia de la ley. Y si su aplicación afecta nuestros derechos, también tenemos recursos para nuestra defensa.

Pero en esta vorágine de anarquía y de irresponsabilidad social, hay algo a lo que no tenemos derecho: a colapsar el sector salud. Se nos ha dicho hasta el cansancio que no estamos preparados para esta crisis sanitaria. No tenemos suficiente infraestructura hospitalaria, tampoco médicos especialistas, sin embargo nuestras enfermeras, médicos y todo el personal que integra dicho sector nos han dado ejemplo de vida.

Hoy lloramos y lamentamos la muerte de médicos que pagaron con su vida por salvar las nuestras. Todos los días se nos recuerda que las enfermeras y los médicos están agotados física y mentalmente, que ya no hay lugares en los hospitales públicos, los respiradores son insuficientes, pero nosotros queremos seguir como si nada pasara y con ello contribuimos a seguir colapsando nuestro sistema de salud y poniendo en riesgo a quienes nos cuidan y salvan.

No hay peor ciego que el que no ve. Y eso nos viene como anillo al dedo. Por más decretos que emita la autoridad competente para controlar los contagios, si nosotros como ciudadanos no asumimos nuestra responsabilidad social en esta crisis, no le estamos dejando otro camino a la autoridad más que nos obligue a ser responsables.

En otros estados del país, por ejemplo Chihuahua, el gobernador ha tomado medidas mucho más estrictas que las que se han tomado en Durango. Pero no todo está perdido, hoy tenemos una oportunidad histórica para demostrarle al Estado que no tiene que publicar decretos para asumir nuestra responsabilidad.

Podemos de la misma manera ser una sociedad socialmente responsable, y entender que en nuestras manos está salvarnos todos. No ser responsables de alguna manera de que sigan muriendo doctoras y enfermeras que salvan nuestras vidas, no nos queda otra más que contener los contagios, y si esto implica, como alguien dijo, sangre, sudor y lágrimas, hagamos esos sacrificios, como lo han hecho y lo siguen haciendo nuestros médicos y enfermeras.

Es hora de demostrar de qué estamos hechos.