/ martes 3 de agosto de 2021

Sin demócratas no hay democracia

La locución “democracia” tiene una doble vertiente: 1. Como sistema o método que se establece para la toma de decisiones dentro de una organización, grupo o asociación; y 2.

Como ejercicio libre y en igualdad de condiciones del derecho efectivo de participación. Así entonces, para que un sistema pueda ser considerado como democrático, es menester, por un lado, que se establezcan las menores restricciones posibles para participar en los procesos de toma de decisiones, y por el otro, que los miembros de la organización, grupo o asociación ejerzan su derecho con plena libertad e igualdad, pero sobre todo, que lo hagan de forma espontanea.

Este modelo de democracia está muy lejos de alcanzarse en México, si bien en la ley no existen mayores limitaciones para que el ciudadano intervenga en la vida pública, si encontramos un defecto al momento de ejercer el derecho: la libertad e igualdad están sesgadas al igual que la espontaneidad.

Para nadie es un secreto que los procesos electorales son auténticas transacciones de mercadeo en donde la promoción y compra del voto, así como la conveniencia particular, son los resortes que impulsan a la gran mayoría de los ciudadanos a salir a votar, de tal suerte que cuando no hay recompensa ni manipulación, las urnas se quedan vacías.

Esto fue lo que ocurrió en la consulta popular del pasado domingo 1 de agosto, más allá de la banalidad, de la pregunta, del objetivo y de las formas, el ciudadano no salió a votar porque no existieron los resortes acostumbrados: Dinero, láminas, despensas, tinacos, promesas de empleo; no hubo quien lo llevara a la casilla o lo integrara en una red de amigos del candidato para recibir las llamadas de los promotores del voto que lo instaran a ir a votar.

Calificar de fracaso la consulta popular es escupir al cielo; MORENA y el presidente culparán al INE, aunque los verdaderos culpables son ellos al igual que los demás partidos políticos, juntos han diseñado un entramado electoral-mercantil que ha malacostumbrado al ciudadano.

Hablar de democracia efectiva en México es de un tiempo relativamente corto, de finales de los noventa si acaso, pero desafortunadamente no podemos hablar aún de demócratas, no los encontramos por ninguna parte, no están del lado del gobierno ni de los partidos, pero tampoco los encontramos del lado del pueblo, y eso, eso es muy lamentable.

La locución “democracia” tiene una doble vertiente: 1. Como sistema o método que se establece para la toma de decisiones dentro de una organización, grupo o asociación; y 2.

Como ejercicio libre y en igualdad de condiciones del derecho efectivo de participación. Así entonces, para que un sistema pueda ser considerado como democrático, es menester, por un lado, que se establezcan las menores restricciones posibles para participar en los procesos de toma de decisiones, y por el otro, que los miembros de la organización, grupo o asociación ejerzan su derecho con plena libertad e igualdad, pero sobre todo, que lo hagan de forma espontanea.

Este modelo de democracia está muy lejos de alcanzarse en México, si bien en la ley no existen mayores limitaciones para que el ciudadano intervenga en la vida pública, si encontramos un defecto al momento de ejercer el derecho: la libertad e igualdad están sesgadas al igual que la espontaneidad.

Para nadie es un secreto que los procesos electorales son auténticas transacciones de mercadeo en donde la promoción y compra del voto, así como la conveniencia particular, son los resortes que impulsan a la gran mayoría de los ciudadanos a salir a votar, de tal suerte que cuando no hay recompensa ni manipulación, las urnas se quedan vacías.

Esto fue lo que ocurrió en la consulta popular del pasado domingo 1 de agosto, más allá de la banalidad, de la pregunta, del objetivo y de las formas, el ciudadano no salió a votar porque no existieron los resortes acostumbrados: Dinero, láminas, despensas, tinacos, promesas de empleo; no hubo quien lo llevara a la casilla o lo integrara en una red de amigos del candidato para recibir las llamadas de los promotores del voto que lo instaran a ir a votar.

Calificar de fracaso la consulta popular es escupir al cielo; MORENA y el presidente culparán al INE, aunque los verdaderos culpables son ellos al igual que los demás partidos políticos, juntos han diseñado un entramado electoral-mercantil que ha malacostumbrado al ciudadano.

Hablar de democracia efectiva en México es de un tiempo relativamente corto, de finales de los noventa si acaso, pero desafortunadamente no podemos hablar aún de demócratas, no los encontramos por ninguna parte, no están del lado del gobierno ni de los partidos, pero tampoco los encontramos del lado del pueblo, y eso, eso es muy lamentable.