/ lunes 9 de diciembre de 2019

Sin educación no hay democracia

La semana pasada se dieron a conocer los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes 2018 -Prueba PISA por sus siglas en inglés-, en donde México se ubicó, una vez más, por debajo del promedio de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Como sabemos, el programa evalúa tres competencias: Matemáticas, ciencias y lectura, aunque en cada estudio se elige valorar más a profundidad una competencia. En 2018 fue la lectura, así que ocupó la mitad del tiempo de la prueba, esto es, se puso mayor atención a la capacidad de los estudiantes de comprender, emplear, valorar, reflexionar e interesarse por los textos escritos para alcanzar unos objetivos, desarrollar el conocimiento y potencial propios y participar en la sociedad.

Luego de que la OCDE evaluara a 1 millón 480 mil 904 estudiantes mexicanos de 15 años, los resultados son los siguientes: En lectura se lograron 420 puntos, en matemáticas 409 y en ciencias 419. La media de los países miembros de la OCDE es: Lectura 487 puntos, matemáticas y ciencias 489. Así pues, estamos muy lejos de alcanzar cuando menos la media de la OCDE, ya ni pensar en acercarnos a Estonia, Canadá o Finlandia, países que ocupan los tres primeros lugares con un promedio que ronda los 520 puntos.

Lo preocupante de los resultados es que la mayoría de los jóvenes de entre tercero de secundaria y primer año de preparatoria no tienen habilidades, pericia ni aptitudes para analizar y resolver problemas, para manejar información y para enfrentar situaciones que se les presentarán en la vida adulta, que es lo que evalúa PISA. En 2018, sólo el 1% de los estudiantes mexicanos mostró habilidades para comprender textos largos, cuando la media es del 16%.

Resulta por demás evidente que México padece severos problemas en el ámbito educativo; el haber permitido que el sindicato o los sindicatos (SNTE y CNTE) controlen la educación ha sido en extremo perjudicial, así lo demuestran los resultados que desde el año 2000 hemos tenido como país en esta evaluación, siempre por debajo de la media de la OCDE.

Desde entonces y hasta ahora no hemos avanzado porque no hemos hecho cosas diferentes, cuando se intentó, los sindicatos salieron a la calle a protestar porque querían evaluar a los “profes”; el ardid les funcionó y el gobierno de la 4T les ha regresado lo que les había quitado la reforma educativa: El control de la educación en México.

Cuando se tiene estos paupérrimos niveles de educación, es imposible pensar en que la democracia sea una realidad palmaria en nuestro país. En efecto, sin educación no hay democracia, la yuxtaposición es indisoluble, es una especie de principio que alcanza niveles de axioma.

La democracia, entendida como la capacidad ciudadana de participar en la toma de decisiones o en la elección de quienes las tomarán por nosotros, requiere que los decisores tengan la aptitud de discernimiento, de reflexión, de crítica, de razonamiento, sin ello estaremos en presencia de una oclocracia, locución que se utiliza para designar al gobierno de la muchedumbre.

Y es que si no somos capaces de comprender un texto, de interesarnos en un escrito para resolver un problema, es lógico suponer que no seremos capaces de identificar propuestas falaces o políticos mentirosos, quienes a través de la disuasión del discurso retórico venden una realidad que solo existe en su perversa imaginación.

Mientras no exista una educación que potencialice las capacidades de los jóvenes mexicanos, nuestra democracia seguirá siendo mediocre, seguiremos creyendo en redentores, en políticos que compran votos baratos para luego regresarnos deuda cara, en gobernantes que gobiernan destruyendo lo que ya existe para construir lo que no funcionará, en fin, seguiremos viviendo en el México de los 1800, de los 1900, cuando ya se vislumbra a la vuelta de la esquina el 2020.

La semana pasada se dieron a conocer los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes 2018 -Prueba PISA por sus siglas en inglés-, en donde México se ubicó, una vez más, por debajo del promedio de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Como sabemos, el programa evalúa tres competencias: Matemáticas, ciencias y lectura, aunque en cada estudio se elige valorar más a profundidad una competencia. En 2018 fue la lectura, así que ocupó la mitad del tiempo de la prueba, esto es, se puso mayor atención a la capacidad de los estudiantes de comprender, emplear, valorar, reflexionar e interesarse por los textos escritos para alcanzar unos objetivos, desarrollar el conocimiento y potencial propios y participar en la sociedad.

Luego de que la OCDE evaluara a 1 millón 480 mil 904 estudiantes mexicanos de 15 años, los resultados son los siguientes: En lectura se lograron 420 puntos, en matemáticas 409 y en ciencias 419. La media de los países miembros de la OCDE es: Lectura 487 puntos, matemáticas y ciencias 489. Así pues, estamos muy lejos de alcanzar cuando menos la media de la OCDE, ya ni pensar en acercarnos a Estonia, Canadá o Finlandia, países que ocupan los tres primeros lugares con un promedio que ronda los 520 puntos.

Lo preocupante de los resultados es que la mayoría de los jóvenes de entre tercero de secundaria y primer año de preparatoria no tienen habilidades, pericia ni aptitudes para analizar y resolver problemas, para manejar información y para enfrentar situaciones que se les presentarán en la vida adulta, que es lo que evalúa PISA. En 2018, sólo el 1% de los estudiantes mexicanos mostró habilidades para comprender textos largos, cuando la media es del 16%.

Resulta por demás evidente que México padece severos problemas en el ámbito educativo; el haber permitido que el sindicato o los sindicatos (SNTE y CNTE) controlen la educación ha sido en extremo perjudicial, así lo demuestran los resultados que desde el año 2000 hemos tenido como país en esta evaluación, siempre por debajo de la media de la OCDE.

Desde entonces y hasta ahora no hemos avanzado porque no hemos hecho cosas diferentes, cuando se intentó, los sindicatos salieron a la calle a protestar porque querían evaluar a los “profes”; el ardid les funcionó y el gobierno de la 4T les ha regresado lo que les había quitado la reforma educativa: El control de la educación en México.

Cuando se tiene estos paupérrimos niveles de educación, es imposible pensar en que la democracia sea una realidad palmaria en nuestro país. En efecto, sin educación no hay democracia, la yuxtaposición es indisoluble, es una especie de principio que alcanza niveles de axioma.

La democracia, entendida como la capacidad ciudadana de participar en la toma de decisiones o en la elección de quienes las tomarán por nosotros, requiere que los decisores tengan la aptitud de discernimiento, de reflexión, de crítica, de razonamiento, sin ello estaremos en presencia de una oclocracia, locución que se utiliza para designar al gobierno de la muchedumbre.

Y es que si no somos capaces de comprender un texto, de interesarnos en un escrito para resolver un problema, es lógico suponer que no seremos capaces de identificar propuestas falaces o políticos mentirosos, quienes a través de la disuasión del discurso retórico venden una realidad que solo existe en su perversa imaginación.

Mientras no exista una educación que potencialice las capacidades de los jóvenes mexicanos, nuestra democracia seguirá siendo mediocre, seguiremos creyendo en redentores, en políticos que compran votos baratos para luego regresarnos deuda cara, en gobernantes que gobiernan destruyendo lo que ya existe para construir lo que no funcionará, en fin, seguiremos viviendo en el México de los 1800, de los 1900, cuando ya se vislumbra a la vuelta de la esquina el 2020.