/ domingo 7 de marzo de 2021

Siria: un complejo juego geopolítico






Fue el pasado jueves 25 de febrero que el presidente estadounidense Joe Biden ejecutó su primera acción militar de política exterior, al lanzar misiles a instalaciones que se encuentran al este de Siria y que son controladas por milicias apoyadas por Irán.

Como todas las administraciones pasadas, uno de los intereses nacionales de política exterior es la seguridad nacional. No es de sorprender que Irán ha sido una de las mayores preocupaciones para Estados Unidos en Medio Oriente. Los choques entre los dos actores han hecho que los esfuerzos diplomáticos no sean suficientes entre Teherán y Washington y que los recursos militares desplegados alrededor de Irán no se reduzcan.

Asimismo, el deseo de Irán por expulsar a Estados Unidos de Medio Oriente se ha materializado en diversos ataques hacia bases militares. Las fuerzas iraníes no sólo se han limitado a atacar estos complejos militares, sino también instalaciones diplomáticas. Uno de los ataques a la embajada de Estados Unidos en Irak se dio inmediatamente después del asesinato del general iraní Soleimani, siendo esta la primera venganza de Teherán contra Washington.

Como resultado de tales continuos y mutuos ataques, la nueva administración de Estados Unidos consideró imprescindible tomar la primera acción militar contra Teherán. El apoyo que el gobierno iraní ha brindado a milicias en Siria y al régimen de al-Ásad ha convertido a Siria en un foco rojo. Así, Biden dio luz verde al ataque contra las milicias Kataeb Hezbolá y Kataib Sayyid al-Shuhada en Siria y anunció que proteger al personal de Estados Unidos y de la coalición con Irak era su principal objetivo.

Sin embargo, sobra decir que no es tanto la vida de los soldados en las bases militares la principal preocupación Biden, tampoco lo es el pueblo sirio bajo el régimen de al-Ásad, sino el juego geopolítico en el que Siria está inmerso. Si se observa bien, los enfrentamientos de Teherán y Washington huelen a gas natural, petróleo y control sobre rutas geoestratégicas para su comercialización. Es claro que la apropiación de estos recursos energéticos es lo que ha puesto en marcha la Guerra Fría del siglo XXI entre Estados Unidos e Irán.

Por otra parte, Biden tiene un discurso agradable a idealistas. El excepcionalismo americano, la libertad de los ciudadanos, la erradicación de la tiranía y el impulso de la democracia a nivel global, tan sólo esconden un poco por lo que su país en realidad vela. El imperialismo, la unipolaridad del sistema internacional y el mantenimiento de su hegemonía son los verdaderos tintes occidentales que se ven en Medio Oriente. Estados Unidos sí ha logrado mantener una relativa paz entre la comunidad internacional, o al menos entre los países alineados a su poderío, pero no entre aquellos actores cuyos intereses nacionales se contraponen a los de Washington.

De esta manera, el ataque autorizado por Biden hacia estas milicias chiitas tiene como propósito enviar un mensaje de firmeza sobre Medio Oriente a Irán. Aunque Estados Unidos está dispuesto a establecer un diálogo diplomático para la renegociación del acuerdo nuclear, mantener su dominio en Medio Oriente es de vital importancia para su seguridad energética. Se debe recalcar que, esto resulta del mismo nivel de importancia para Irán. El deseo de expulsar a Estados Unidos de la región y explotar su potencial energético, sin que las potencias occidentales se contrapongan, significaría un desarrollo y crecimiento inmediato.

Sería idealista pensar que Washington se preocupa más por proteger al personal estadounidense y de la coalición en Irak, que por su abastecimiento energético para la subsistencia del país. Así como también sería poco preciso pensar que Irán se preocupa desinteresadamente por proteger al régimen de al-Ásad y fieles chiitas. No cabe duda que Teherán y Washington defienden sus intereses nacionales, pero finalmente, dentro de todos estos intereses nacionales, ¿dónde está el bienestar de los sirios? ¿quién vela por los sirios dentro de este juego geopolítico?, ¿quién protege los derechos humanos del pueblo sirio?

*Nota editorial: Estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México.






Fue el pasado jueves 25 de febrero que el presidente estadounidense Joe Biden ejecutó su primera acción militar de política exterior, al lanzar misiles a instalaciones que se encuentran al este de Siria y que son controladas por milicias apoyadas por Irán.

Como todas las administraciones pasadas, uno de los intereses nacionales de política exterior es la seguridad nacional. No es de sorprender que Irán ha sido una de las mayores preocupaciones para Estados Unidos en Medio Oriente. Los choques entre los dos actores han hecho que los esfuerzos diplomáticos no sean suficientes entre Teherán y Washington y que los recursos militares desplegados alrededor de Irán no se reduzcan.

Asimismo, el deseo de Irán por expulsar a Estados Unidos de Medio Oriente se ha materializado en diversos ataques hacia bases militares. Las fuerzas iraníes no sólo se han limitado a atacar estos complejos militares, sino también instalaciones diplomáticas. Uno de los ataques a la embajada de Estados Unidos en Irak se dio inmediatamente después del asesinato del general iraní Soleimani, siendo esta la primera venganza de Teherán contra Washington.

Como resultado de tales continuos y mutuos ataques, la nueva administración de Estados Unidos consideró imprescindible tomar la primera acción militar contra Teherán. El apoyo que el gobierno iraní ha brindado a milicias en Siria y al régimen de al-Ásad ha convertido a Siria en un foco rojo. Así, Biden dio luz verde al ataque contra las milicias Kataeb Hezbolá y Kataib Sayyid al-Shuhada en Siria y anunció que proteger al personal de Estados Unidos y de la coalición con Irak era su principal objetivo.

Sin embargo, sobra decir que no es tanto la vida de los soldados en las bases militares la principal preocupación Biden, tampoco lo es el pueblo sirio bajo el régimen de al-Ásad, sino el juego geopolítico en el que Siria está inmerso. Si se observa bien, los enfrentamientos de Teherán y Washington huelen a gas natural, petróleo y control sobre rutas geoestratégicas para su comercialización. Es claro que la apropiación de estos recursos energéticos es lo que ha puesto en marcha la Guerra Fría del siglo XXI entre Estados Unidos e Irán.

Por otra parte, Biden tiene un discurso agradable a idealistas. El excepcionalismo americano, la libertad de los ciudadanos, la erradicación de la tiranía y el impulso de la democracia a nivel global, tan sólo esconden un poco por lo que su país en realidad vela. El imperialismo, la unipolaridad del sistema internacional y el mantenimiento de su hegemonía son los verdaderos tintes occidentales que se ven en Medio Oriente. Estados Unidos sí ha logrado mantener una relativa paz entre la comunidad internacional, o al menos entre los países alineados a su poderío, pero no entre aquellos actores cuyos intereses nacionales se contraponen a los de Washington.

De esta manera, el ataque autorizado por Biden hacia estas milicias chiitas tiene como propósito enviar un mensaje de firmeza sobre Medio Oriente a Irán. Aunque Estados Unidos está dispuesto a establecer un diálogo diplomático para la renegociación del acuerdo nuclear, mantener su dominio en Medio Oriente es de vital importancia para su seguridad energética. Se debe recalcar que, esto resulta del mismo nivel de importancia para Irán. El deseo de expulsar a Estados Unidos de la región y explotar su potencial energético, sin que las potencias occidentales se contrapongan, significaría un desarrollo y crecimiento inmediato.

Sería idealista pensar que Washington se preocupa más por proteger al personal estadounidense y de la coalición en Irak, que por su abastecimiento energético para la subsistencia del país. Así como también sería poco preciso pensar que Irán se preocupa desinteresadamente por proteger al régimen de al-Ásad y fieles chiitas. No cabe duda que Teherán y Washington defienden sus intereses nacionales, pero finalmente, dentro de todos estos intereses nacionales, ¿dónde está el bienestar de los sirios? ¿quién vela por los sirios dentro de este juego geopolítico?, ¿quién protege los derechos humanos del pueblo sirio?

*Nota editorial: Estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México.

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