/ martes 26 de julio de 2022

Soberanía nacional y la CFE

Empresas extranjeras y nacionales dicen que son excluidas en la producción de energía eléctrica y otros rubros. El gobierno argumenta hacer uso de la soberanía en la materia. Los demandantes alegan se viola el T-MEC. Hay desaciertos de forma y de fondo.

En el sexenio de Miguel De La Madrid se reformó la Constitución, y operada por Manuel Bartlett se amplió el capítulo económico en los Art. 25, 26 27 y 28, en planeación económica con rectoría del Estado; la propiedad de las tierras, aguas, productos del subsuelo y el espacio aéreo. Después los gobiernos tecnócratas de Salinas a Peña Nieto, de varias formas lo tergiversaron, unos inocentes, otros no. Aquellos creyeron en Fukuyama y la desaparición del Estado frente al reino del Libre mercado. La caída de la URSS o socialismo real, así los hizo creer. Desde los 90 sobraron voces y escritos que anticiparon el fracaso del neoliberalismo y su consenso Washington. Advirtieron que el modelo es para países pobres; conservar las ganancias de capitales mermados por recursos ociosos, sin guerra fría y espionaje con la URSS.

Y así fue, las democracias avanzadas no tuvieron ni neoliberalismo ni populismo. Nuestros tecnócratas negaron las advertencias de José Luis Calva, de Enrique Semo, de Guillermo Knochenhauer, de Arnaldo Córdoba, Joseph Stiglitz, Paul Krugman, de Keneth Galbraith y otros que se cansaron de prevenirlo.

Los tecnócratas y su herencia en la crisis mundial son argumentos de López Obrador para retomar el control del gobierno sobre los energéticos e hidrocarburos. El abandono de la CFE y de PEMEX, o no reforzarlas, no sólo fue corrupción oficial; nunca hicieron alguna acción para elevar la productividad de las empresas, deficientes y azoladas por la corrupción oficial y sindical. Por el contrario, aprovecharon para desprestigiarlas y abrir caminos al capital extranjero contra los intereses y la soberanía del Estado y perjuicio nacional a la postre. Le compraron la importación de gas a Repsol e impidieron que las presas de México surtieran agua a las hidroeléctricas para beneficiar a empresas españolas. Aquí Peña y Calderón caminaron de la mano.

En la información oficial es un conflicto entre las ganancias de empresas extranjeras calificadas de ilícitas, de los nacionales y sus prestanombres contra el patrimonio nacional. Es interesante precisar si el Senado de la República de mayoría Morena, aprobó tales condiciones en el T-MEC que ahora juzga anticonstitucional, tratado de mayor jerarquía que la ley de energía eléctrica. La cláusula que aduce el gobierno puede no ser suficiente; los contratos del problema en cuestión no violan dominio de la nación sobre sus energéticos. Comparar la disputa de consultas y paneles con la industria automotriz, la del aguacate que se dieron antes, es un sofisma, ahora las circunstancias económicas y políticas le dan mayor grado de dificultad. Se olvida que la soberanía se defiende más con técnicos y científicos capaces de sustituir la dependencia en maquinaria, refacciones, procesos de productividad. Por cada barril de petróleo que compara Japón, los convierte en 3,000 subproductos, desde plásticos, ropa, fertilizantes, etc. Que la soberanía exterior se fundamenta en la interior, y ésta descansa en la aplicación estricta del Estado de derecho. Aquí el gobierno es permisivo con la delincuencia organizada.

Es muy serio que el presidente tilde de traidores a la patria a sus detractores, y se pierda en el vacío de la opinión pública. Parece que hay confusión en categorías de nacionalismo, patriotismo, pueblo y otras que por muchas razones se debilitan en la idiosincrasia mexicana.

El 15 de septiembre el presidente puede convocar a la solidaridad nacional y freno al imperio. Puede ser una estrategia de alto riesgo, en donde se banaliza la mañanera o millones de familias dependen de remesas en dólares.

Los tecnócratas y su herencia en la crisis mundial son argumentos de López Obrador para retomar el control sobre los energéticos e hidrocarburos. El abandono de CFE y PEMEX, no sólo fue corrupción oficial.

Empresas extranjeras y nacionales dicen que son excluidas en la producción de energía eléctrica y otros rubros. El gobierno argumenta hacer uso de la soberanía en la materia. Los demandantes alegan se viola el T-MEC. Hay desaciertos de forma y de fondo.

En el sexenio de Miguel De La Madrid se reformó la Constitución, y operada por Manuel Bartlett se amplió el capítulo económico en los Art. 25, 26 27 y 28, en planeación económica con rectoría del Estado; la propiedad de las tierras, aguas, productos del subsuelo y el espacio aéreo. Después los gobiernos tecnócratas de Salinas a Peña Nieto, de varias formas lo tergiversaron, unos inocentes, otros no. Aquellos creyeron en Fukuyama y la desaparición del Estado frente al reino del Libre mercado. La caída de la URSS o socialismo real, así los hizo creer. Desde los 90 sobraron voces y escritos que anticiparon el fracaso del neoliberalismo y su consenso Washington. Advirtieron que el modelo es para países pobres; conservar las ganancias de capitales mermados por recursos ociosos, sin guerra fría y espionaje con la URSS.

Y así fue, las democracias avanzadas no tuvieron ni neoliberalismo ni populismo. Nuestros tecnócratas negaron las advertencias de José Luis Calva, de Enrique Semo, de Guillermo Knochenhauer, de Arnaldo Córdoba, Joseph Stiglitz, Paul Krugman, de Keneth Galbraith y otros que se cansaron de prevenirlo.

Los tecnócratas y su herencia en la crisis mundial son argumentos de López Obrador para retomar el control del gobierno sobre los energéticos e hidrocarburos. El abandono de la CFE y de PEMEX, o no reforzarlas, no sólo fue corrupción oficial; nunca hicieron alguna acción para elevar la productividad de las empresas, deficientes y azoladas por la corrupción oficial y sindical. Por el contrario, aprovecharon para desprestigiarlas y abrir caminos al capital extranjero contra los intereses y la soberanía del Estado y perjuicio nacional a la postre. Le compraron la importación de gas a Repsol e impidieron que las presas de México surtieran agua a las hidroeléctricas para beneficiar a empresas españolas. Aquí Peña y Calderón caminaron de la mano.

En la información oficial es un conflicto entre las ganancias de empresas extranjeras calificadas de ilícitas, de los nacionales y sus prestanombres contra el patrimonio nacional. Es interesante precisar si el Senado de la República de mayoría Morena, aprobó tales condiciones en el T-MEC que ahora juzga anticonstitucional, tratado de mayor jerarquía que la ley de energía eléctrica. La cláusula que aduce el gobierno puede no ser suficiente; los contratos del problema en cuestión no violan dominio de la nación sobre sus energéticos. Comparar la disputa de consultas y paneles con la industria automotriz, la del aguacate que se dieron antes, es un sofisma, ahora las circunstancias económicas y políticas le dan mayor grado de dificultad. Se olvida que la soberanía se defiende más con técnicos y científicos capaces de sustituir la dependencia en maquinaria, refacciones, procesos de productividad. Por cada barril de petróleo que compara Japón, los convierte en 3,000 subproductos, desde plásticos, ropa, fertilizantes, etc. Que la soberanía exterior se fundamenta en la interior, y ésta descansa en la aplicación estricta del Estado de derecho. Aquí el gobierno es permisivo con la delincuencia organizada.

Es muy serio que el presidente tilde de traidores a la patria a sus detractores, y se pierda en el vacío de la opinión pública. Parece que hay confusión en categorías de nacionalismo, patriotismo, pueblo y otras que por muchas razones se debilitan en la idiosincrasia mexicana.

El 15 de septiembre el presidente puede convocar a la solidaridad nacional y freno al imperio. Puede ser una estrategia de alto riesgo, en donde se banaliza la mañanera o millones de familias dependen de remesas en dólares.

Los tecnócratas y su herencia en la crisis mundial son argumentos de López Obrador para retomar el control sobre los energéticos e hidrocarburos. El abandono de CFE y PEMEX, no sólo fue corrupción oficial.

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