/ viernes 8 de marzo de 2019

Te echaste todo el veinte

Sólo aquellos que ya pasamos de los sesenta, considero que podemos recordar la naturaleza de aquella frase que proferíamos a todo aquel que llegare expidiendo olores a perfume, a quien de inmediato en son de burla referíamos: - “Te echaste todo el 20”.

Expresión llevada a cabo en forma frecuente, en virtud que, en aquellos años, en algunas boticas y también perfumerías, se tenía el beneficio de poder adquirir por veinte centavos, un frasquito de perfume, la gran mayoría de ellos sin marca de origen.

Debemos apreciar que, esos 20 centavos, de aquella época son mil veces menores que los de hoy. Pero para los años cincuenta aún se conocían y se pagaba algunas cosas con monedas de uno y hasta las de dos centavos.

Gabriel García Márquez, el de verdad, no el Francisco mexicano que inventaron los brillantes legisladores de Veracruz pero que el pueblo bueno y sabio los eligió, nos dijo: - “La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

Por eso, recordando los centavos de aquel entonces, hoy regresa a mi mente cuando de niño para poder peinarme acudía a la farmacia Morelos ubicada en calle Juárez esquina con el Callejón de las Mariposas de mi ciudad natal Durango, para comprar “un diez de vaselina sólida”, que me daban en una especie de cajita hecha de viruta de madera.

Pero, ya que hablo de mi hermosa ciudad, el 20 de perfume por lo regular, se podía adquirir en la Perfumería París, ubicada en la calle Francisco I. Madero, entre las calles 5 de Febrero y 20 de Noviembre, lugar en el que, en cualquier momento era uno excelentemente atendido por Conchita Rivas, personaje quien nunca eliminó la sonrisa de su cara y conjuntamente con sus ayudantes, las señoritas Arellano Pérez, dejaban satisfechos a todo tipo de clientes.

En dicha perfumería no llegué nunca a comprar ningún tipo de perfume, pero sí le llegué a vender a Conchita las botellitas, de todo aquello que fuera desechado en recipientes de vidrio, en las que se pudiera llenar, precisamente los perfumes que en dicho lugar se vendían, que variaban de: Para el atractivo del sexo opuesto, para el hechizo, para la buena suerte, etc., y variaban en los aromas de: Siete Machos; Agua de Rosas; Agua de Colonia; etc.

De tal manera que, cuando se advertía a una persona expeliendo un determinado olor cargado de perfume, se le aplicaba el dicho de: - “Te echaste todo el 20”.

Desde hace más de 8 mil años, se usan los aromas olorosos, que consistían en quemar mirra, casia o nardo, usados como desodorante y también como elemento de lujo que suponía obediencia y respeto.

Los sumerios, hace más de 5 mil años que se considera fueron los primeros en crear y desarrollar perfumes y ungüentos, que los aplicaban en su cuerpo con aceites y alcohol de jazmín, madreselva, lirio y jacinto, pero cada parte de su cuerpo requería de un aroma distinto.

Se ha atribuido a los perfumes determinados poderes, como son: Para la buena suerte, las buenas vibras, incluso para el amor, comprobando que, efectivamente los buenos olores concluyentemente atraen.

En el año de 1959, el químico Peter Karlson y el zoólogo Martin Lüscher, ambos de nacionalidad alemana, quienes estudiando el comportamiento de las abejas, descubrieron que la abeja reina podía controlar a las demás emitiendo unas sustancias químicas, que los científicos le dieron el nombre de feromonas.

Esto valió para descubrir que todo ser vivo secreta feromonas, las que se ha comprobado que provocan comportamientos específicos en otros individuos de la misma especie, existiendo la feromona masculina y la femenina, cuya palabra proviene de la unión de los vocablos griegos: “Phérein”, que se traduce como llevar, y la terminación “hormone” que se traduce como hormona, y se conoce como la sustancia segregada del organismo al medio ambiente y, como se indicó anteriormente, ejerce influencia en la conducta de otros integrantes de la misma especie.

Se indica que las feromonas liberan una atracción sexual profunda en el cerebro de quienes entran en contacto con ellas, pues activan el sistema nervioso del ser humano.

En la explotación comercial, desde que tengo uso de razón, los perfumes según su aroma los venden: Para tener suerte en las relaciones; para el equilibrio interior; para tener suerte en el amor; para obtener paz interior; para tener suerte en lo material; para tener suerte contra la negatividad; para tener salud; para evitar la depresión; para tener protección; para tener suerte con nuestros pedidos, súplicas y oraciones hacia los santos; para las relaciones sociales; para tener suerte contra hechizos y maleficios; para tener suerte en la curación; para tener bonitos sueños; para tener suerte en los juegos de azar; para tener claridad mental; para tener suerte en los negocios; para lo intelectual; para la sexualidad; para la estimulación general; para los esfuerzos físicos; para el dinero, etc., hasta los podemos conseguir por catálogos y para el caso necesario del momento, y seguimos encontrando a hombres y mujeres que en ocasiones lanzan un olor sumamente agradable, pero de lo que sí estoy completamente seguro es que, el precio del aroma actual, dista mucho del que pueda por algún motivo, llegar a costar los veinte centavos de aquella época, aunque algunos conservemos la tradición de expresarles la frase: - Te echaste todo el veinte.

Sólo aquellos que ya pasamos de los sesenta, considero que podemos recordar la naturaleza de aquella frase que proferíamos a todo aquel que llegare expidiendo olores a perfume, a quien de inmediato en son de burla referíamos: - “Te echaste todo el 20”.

Expresión llevada a cabo en forma frecuente, en virtud que, en aquellos años, en algunas boticas y también perfumerías, se tenía el beneficio de poder adquirir por veinte centavos, un frasquito de perfume, la gran mayoría de ellos sin marca de origen.

Debemos apreciar que, esos 20 centavos, de aquella época son mil veces menores que los de hoy. Pero para los años cincuenta aún se conocían y se pagaba algunas cosas con monedas de uno y hasta las de dos centavos.

Gabriel García Márquez, el de verdad, no el Francisco mexicano que inventaron los brillantes legisladores de Veracruz pero que el pueblo bueno y sabio los eligió, nos dijo: - “La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

Por eso, recordando los centavos de aquel entonces, hoy regresa a mi mente cuando de niño para poder peinarme acudía a la farmacia Morelos ubicada en calle Juárez esquina con el Callejón de las Mariposas de mi ciudad natal Durango, para comprar “un diez de vaselina sólida”, que me daban en una especie de cajita hecha de viruta de madera.

Pero, ya que hablo de mi hermosa ciudad, el 20 de perfume por lo regular, se podía adquirir en la Perfumería París, ubicada en la calle Francisco I. Madero, entre las calles 5 de Febrero y 20 de Noviembre, lugar en el que, en cualquier momento era uno excelentemente atendido por Conchita Rivas, personaje quien nunca eliminó la sonrisa de su cara y conjuntamente con sus ayudantes, las señoritas Arellano Pérez, dejaban satisfechos a todo tipo de clientes.

En dicha perfumería no llegué nunca a comprar ningún tipo de perfume, pero sí le llegué a vender a Conchita las botellitas, de todo aquello que fuera desechado en recipientes de vidrio, en las que se pudiera llenar, precisamente los perfumes que en dicho lugar se vendían, que variaban de: Para el atractivo del sexo opuesto, para el hechizo, para la buena suerte, etc., y variaban en los aromas de: Siete Machos; Agua de Rosas; Agua de Colonia; etc.

De tal manera que, cuando se advertía a una persona expeliendo un determinado olor cargado de perfume, se le aplicaba el dicho de: - “Te echaste todo el 20”.

Desde hace más de 8 mil años, se usan los aromas olorosos, que consistían en quemar mirra, casia o nardo, usados como desodorante y también como elemento de lujo que suponía obediencia y respeto.

Los sumerios, hace más de 5 mil años que se considera fueron los primeros en crear y desarrollar perfumes y ungüentos, que los aplicaban en su cuerpo con aceites y alcohol de jazmín, madreselva, lirio y jacinto, pero cada parte de su cuerpo requería de un aroma distinto.

Se ha atribuido a los perfumes determinados poderes, como son: Para la buena suerte, las buenas vibras, incluso para el amor, comprobando que, efectivamente los buenos olores concluyentemente atraen.

En el año de 1959, el químico Peter Karlson y el zoólogo Martin Lüscher, ambos de nacionalidad alemana, quienes estudiando el comportamiento de las abejas, descubrieron que la abeja reina podía controlar a las demás emitiendo unas sustancias químicas, que los científicos le dieron el nombre de feromonas.

Esto valió para descubrir que todo ser vivo secreta feromonas, las que se ha comprobado que provocan comportamientos específicos en otros individuos de la misma especie, existiendo la feromona masculina y la femenina, cuya palabra proviene de la unión de los vocablos griegos: “Phérein”, que se traduce como llevar, y la terminación “hormone” que se traduce como hormona, y se conoce como la sustancia segregada del organismo al medio ambiente y, como se indicó anteriormente, ejerce influencia en la conducta de otros integrantes de la misma especie.

Se indica que las feromonas liberan una atracción sexual profunda en el cerebro de quienes entran en contacto con ellas, pues activan el sistema nervioso del ser humano.

En la explotación comercial, desde que tengo uso de razón, los perfumes según su aroma los venden: Para tener suerte en las relaciones; para el equilibrio interior; para tener suerte en el amor; para obtener paz interior; para tener suerte en lo material; para tener suerte contra la negatividad; para tener salud; para evitar la depresión; para tener protección; para tener suerte con nuestros pedidos, súplicas y oraciones hacia los santos; para las relaciones sociales; para tener suerte contra hechizos y maleficios; para tener suerte en la curación; para tener bonitos sueños; para tener suerte en los juegos de azar; para tener claridad mental; para tener suerte en los negocios; para lo intelectual; para la sexualidad; para la estimulación general; para los esfuerzos físicos; para el dinero, etc., hasta los podemos conseguir por catálogos y para el caso necesario del momento, y seguimos encontrando a hombres y mujeres que en ocasiones lanzan un olor sumamente agradable, pero de lo que sí estoy completamente seguro es que, el precio del aroma actual, dista mucho del que pueda por algún motivo, llegar a costar los veinte centavos de aquella época, aunque algunos conservemos la tradición de expresarles la frase: - Te echaste todo el veinte.