/ jueves 1 de agosto de 2019

TEMAS DE LA REPÚBLICA

El secreto del bien y del mal

La filosofía mexicana siempre ha tratado de voltear hacia países que han destacado por sus propuestas y principios dentro de este rubro, así durante las primeras dos décadas del siglo XX, la influencia principal fue la francesa.

Autores como Antonio Caso y el propio José Vasconcelos, fueron atraídos por ésta y poco a poco se convirtieron en deudores del espiritualismo francés y detrás de ellos, muchos otros adoptaron las formas de la filosofía de aquel bello país, aunque posteriormente esta influencia fue sustituida por la germana.

Los autores de la época, se volcaron a publicar estudios sobre la filosofía teutona, Samuel Ramos, Adalberto García de Mendoza, Francisco Larroyo y José Romano Muñoz, entre otros, de ellos, el primero y el último destacaron por sus actividades académicas, ambos participaron en la afamada revista “Contemporáneos”, pero el segundo tuvo una larga carrera como catedrático, de 1918 a 1965 fungió como profesor titular en la Escuela Nacional Preparatoria y como fruto de esa labor magisterial, Romano publicó en 1938 “El Secreto del Bien y del Mal”, que fungió como libro de texto para la asignatura de Ética en la Escuela Nacional Preparatoria durante décadas. No exagero al escribir que fueron docenas y docenas de generaciones las que se formaron con esta obra.

Desde hacía mucho tiempo, acaso tal vez desde que Fox desterró a la ética y a los valores del cuadro básico de materias para los alumnos del sistema educativo nacional, no había escuchado a nadie evocar la obra de José Romano Muñoz, hasta que hace poco leí en los medios el discurso de aceptación del decanato de Eduardo Campos Rodríguez y hace un par de días llegó a mis manos la fotocopia de una carta muy emotiva, que con autorización del destinatario, me permito compartirle a usted en este espacio a la letra:

“Licenciado: Me enteré por los medios de información sobre tu nombramiento como decano de la Junta Directiva de la Universidad Juárez del Estado de Durango, (UJED), a propuesta del rector Rubén Solís Ríos. Leí tus declaraciones tras haber tomado la protesta de tu cargo: ¨No seré un decano pasivo sino activo”…“Ejercer el decanato representa la dignidad que todos los Universitarios tenemos por el solo hecho de serlo”, expresaste en referencia a los exrectores Ángel Rodríguez Solórzano; José Hugo Martínez y Carlos Galindo, pero para mí, subrayaste, implica también el deseo, el anhelo de no ser un decano pasivo, sino un decano activo.

Recomendaste en tu mensaje la lectura del filósofo José Romano Muñoz y su extraordinario libro “El Secreto del Bien y del Mal”, el cual ha servido a varias generaciones. La obra fue publicada en 1938, y utilizada en la escuela nacional preparatoria de la UNAM, como libro de texto.

Al recordar la muerte del escritor, filósofo y catedrático de la UNAM, acaecida el 14 de diciembre de 1967, a los 77 años de edad, Rosa Krauze escribió en 1968, que Romano Muñoz “se adhirió a la ética valorativa y a apriorismo axiológico y consiguió que los valores como datos inmediatos de la intencionalidad emocional”.

Leí esta frase de Krauze, y evoqué tu imagen en la amada preparatoria de la UJED. Retrocedí en el tiempo y observé la trasparencia de tu mirada atenta al trato respetuoso y a la vez amistoso con quien estuvimos el privilegio de ser tus alumnos en la materia de Ética. Te recuerdo entonces como ahora, con valores asentados y el aire juvenil de aquel profesor a quien sólo separaban de sus alumnos unos cuantos años en edad, aunque con la seriedad de quien conoce la responsabilidad y el compromiso de estar frente a un grupo de muchachos y muchachas que no llegaban a los 20 años de edad.

Tu lenguaje era sencillo. Hablabas de la importancia de los valores en la vida de los seres humanos, pero más que eso “vivías” los valores que ya desde entonces te caracterizaban. Respeto hacia los demás, compromiso y responsabilidad con la Universidad, con la sociedad y sobre todo, respeto a ti mismo.

El secreto del bien y el mal, más que un libro fue para ti una guía porque analizó los problemas de la esencia y del origen del acto moral, la obligatoriedad y la valoración moral y también la realización de los valores: todo esto dentro de una posición crítica frente al empirismo y el determinismo.

Tu amplísima trayectoria en el ámbito político no minó tus valores, ni te alejó del cultivo del intelecto y el permanente ejercicio de la docencia. Tengo la certeza -porque lo he vivido- que el valor de la amistad ha sido, es y seguirá siendo para ti, un elemento esencial para la vida”.

La autora de esas líneas que reflejan un franco reconocimiento a quien fue su profesor en la preparatoria, es una destacada duranguense, originaria del municipio de Canatlán, con amplia trayectoria profesional que le ha valido la autoría de varios libros. Las líneas, al margen de ser emotivas, me cautivaron porque hoy en día, como catedrático uno no recibe más allá de un pulgar hacia arriba por medio de whats de parte de los alumnos.

Agradeciendo siempre el favor de su lectura, aprovecho para desearle un feliz día de viernes para usted y los suyos.

El secreto del bien y del mal

La filosofía mexicana siempre ha tratado de voltear hacia países que han destacado por sus propuestas y principios dentro de este rubro, así durante las primeras dos décadas del siglo XX, la influencia principal fue la francesa.

Autores como Antonio Caso y el propio José Vasconcelos, fueron atraídos por ésta y poco a poco se convirtieron en deudores del espiritualismo francés y detrás de ellos, muchos otros adoptaron las formas de la filosofía de aquel bello país, aunque posteriormente esta influencia fue sustituida por la germana.

Los autores de la época, se volcaron a publicar estudios sobre la filosofía teutona, Samuel Ramos, Adalberto García de Mendoza, Francisco Larroyo y José Romano Muñoz, entre otros, de ellos, el primero y el último destacaron por sus actividades académicas, ambos participaron en la afamada revista “Contemporáneos”, pero el segundo tuvo una larga carrera como catedrático, de 1918 a 1965 fungió como profesor titular en la Escuela Nacional Preparatoria y como fruto de esa labor magisterial, Romano publicó en 1938 “El Secreto del Bien y del Mal”, que fungió como libro de texto para la asignatura de Ética en la Escuela Nacional Preparatoria durante décadas. No exagero al escribir que fueron docenas y docenas de generaciones las que se formaron con esta obra.

Desde hacía mucho tiempo, acaso tal vez desde que Fox desterró a la ética y a los valores del cuadro básico de materias para los alumnos del sistema educativo nacional, no había escuchado a nadie evocar la obra de José Romano Muñoz, hasta que hace poco leí en los medios el discurso de aceptación del decanato de Eduardo Campos Rodríguez y hace un par de días llegó a mis manos la fotocopia de una carta muy emotiva, que con autorización del destinatario, me permito compartirle a usted en este espacio a la letra:

“Licenciado: Me enteré por los medios de información sobre tu nombramiento como decano de la Junta Directiva de la Universidad Juárez del Estado de Durango, (UJED), a propuesta del rector Rubén Solís Ríos. Leí tus declaraciones tras haber tomado la protesta de tu cargo: ¨No seré un decano pasivo sino activo”…“Ejercer el decanato representa la dignidad que todos los Universitarios tenemos por el solo hecho de serlo”, expresaste en referencia a los exrectores Ángel Rodríguez Solórzano; José Hugo Martínez y Carlos Galindo, pero para mí, subrayaste, implica también el deseo, el anhelo de no ser un decano pasivo, sino un decano activo.

Recomendaste en tu mensaje la lectura del filósofo José Romano Muñoz y su extraordinario libro “El Secreto del Bien y del Mal”, el cual ha servido a varias generaciones. La obra fue publicada en 1938, y utilizada en la escuela nacional preparatoria de la UNAM, como libro de texto.

Al recordar la muerte del escritor, filósofo y catedrático de la UNAM, acaecida el 14 de diciembre de 1967, a los 77 años de edad, Rosa Krauze escribió en 1968, que Romano Muñoz “se adhirió a la ética valorativa y a apriorismo axiológico y consiguió que los valores como datos inmediatos de la intencionalidad emocional”.

Leí esta frase de Krauze, y evoqué tu imagen en la amada preparatoria de la UJED. Retrocedí en el tiempo y observé la trasparencia de tu mirada atenta al trato respetuoso y a la vez amistoso con quien estuvimos el privilegio de ser tus alumnos en la materia de Ética. Te recuerdo entonces como ahora, con valores asentados y el aire juvenil de aquel profesor a quien sólo separaban de sus alumnos unos cuantos años en edad, aunque con la seriedad de quien conoce la responsabilidad y el compromiso de estar frente a un grupo de muchachos y muchachas que no llegaban a los 20 años de edad.

Tu lenguaje era sencillo. Hablabas de la importancia de los valores en la vida de los seres humanos, pero más que eso “vivías” los valores que ya desde entonces te caracterizaban. Respeto hacia los demás, compromiso y responsabilidad con la Universidad, con la sociedad y sobre todo, respeto a ti mismo.

El secreto del bien y el mal, más que un libro fue para ti una guía porque analizó los problemas de la esencia y del origen del acto moral, la obligatoriedad y la valoración moral y también la realización de los valores: todo esto dentro de una posición crítica frente al empirismo y el determinismo.

Tu amplísima trayectoria en el ámbito político no minó tus valores, ni te alejó del cultivo del intelecto y el permanente ejercicio de la docencia. Tengo la certeza -porque lo he vivido- que el valor de la amistad ha sido, es y seguirá siendo para ti, un elemento esencial para la vida”.

La autora de esas líneas que reflejan un franco reconocimiento a quien fue su profesor en la preparatoria, es una destacada duranguense, originaria del municipio de Canatlán, con amplia trayectoria profesional que le ha valido la autoría de varios libros. Las líneas, al margen de ser emotivas, me cautivaron porque hoy en día, como catedrático uno no recibe más allá de un pulgar hacia arriba por medio de whats de parte de los alumnos.

Agradeciendo siempre el favor de su lectura, aprovecho para desearle un feliz día de viernes para usted y los suyos.

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