/ viernes 15 de marzo de 2019

Tiempos de reivindicación de la mujer

Estamos en el mes de la mujer, justo a una semana de la conmemoración del día de la mujer, el pasado 8 de marzo, fecha en la que recordamos que fue el 28 de febrero de 1909 cuando se conmemoró el primer Día Internacional de la Mujer, en los Estados Unidos y un año después en Dinamarca, como homenaje al movimiento a favor de sus derechos, al logro del sufragio femenino universal, a exigir el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.

De entonces a la fecha, se han ido generando múltiples ideas, programas, proyectos y acciones que han ido transformando la vida de las mujeres, aunque todavía siguen siendo insuficientes; tal vez por eso la UNESCO, en este año de 2019 nos invita a pensar con igualdad, para construir con inteligencia e innovar para el cambio, a favor de políticas públicas y acciones concretas que beneficien directamente a las mujeres.

La mujer en el ámbito laboral actual sigue viviendo y sufriendo por las diferencias étnicas, lingüísticas, educativas, culturales, económicas y políticas que limitan su actuar en un mundo dominado por los hombres, que se resisten a la apertura de espacios para las mujeres en los distintos ámbitos de la vida pública y social.

En un mundo industrializado que se caracteriza por la expansión y la turbulencia, así como por el crecimiento fulgurante de la población y el advenimiento de ideologías radicales, al amparo y al mismo tiempo en el desencuentro entre la globalización y el nacionalismo, se advierten realidades diferentes para las mujeres, en función de distintos factores y situaciones que les afectan.

Por eso, es importante reducir la vulnerabilidad, la violencia y el conflicto contra las mujeres en todos los ámbitos de la vida familiar, laboral y social, a fin de instaurar una igualdad efectiva, con respeto a la diversidad, que considere a las mujeres como activos valiosos para el crecimiento y desarrollo de las sociedades del mundo.

Hoy podemos decir que la autonomía de la mujer es equivalente o directamente proporcional a su independencia económica, de tal manera que es imperativo que los gobiernos garanticen mayores oportunidades de empleo y remuneración igualitaria para las mujeres, especialmente si pensamos en que del total de la población en México, por ejemplo, aunque las cifras se replican a nivel internacional, el 51.4% son mujeres, mientras que 48.6% son hombres.

Adicionalmente, con respecto a la esperanza de vida promedio de los mexicanos, que es de 75 años, la edad de la mujer alcanza un promedio de vida de 78 años, mientras que la del hombre es de 73 años.

Una simple operación matemática nos indica que son más las mujeres que habitan el país y que además, viven en promedio cinco años más que los hombres, por tanto, pareciera lógico que ellas tuvieran mayores oportunidades de ser protagonistas sociales, de tener mayor representatividad política y porque no, ser más solventes económicamente hablando.

Con base en el referente previo, es evidente la necesidad de proponer políticas públicas para el desarrollo e inclusión laboral de la mujer, dado que las cifras indican que la incorporación de la mujer a la economía, en apenas de un 43.7%, mientras que en los hombres representa un 56.3%, cifras engañosas pues aparentan una diferencia no muy significativa porcentualmente hablando, de alrededor de 12%; sin embargo, la diferencia estriba en el tipo y remuneración laboral que las mujeres perciben, pues persiste la diferenciación salarial a favor del hombre, con referencia al mismo tipo de trabajo que se realiza.

Cabe destacar que en el ámbito educativo la participación de la mujer es de un 52.9%, mientras que la de los hombres es de 47.1%, compitiendo aquí sí con salarios igualitarios por la misma función, teniendo por lo general las mujeres un mejor desempeño académico que los hombres, especialmente en los niveles educativos correspondientes a la educación básica.

Por lo que respecta al papel de la mujer en la política, en lo general se ha observado que las servidoras públicas o las representantes populares elegidas por voto directo trabajan más a favor de la transparencia, lo que conlleva a la vez menor corrupción en las tareas o funciones que realizan; es decir, su desempeño es mucho mejor valorado social y políticamente, lo que augura cada vez más una mayor participación de las mujeres en tareas legislativas, judiciales y de gobierno.

Hoy día, al amparo de leyes y políticas públicas que promueven la equidad de género, la mujer participa en la toma de decisiones y la participación ha ido cambiando paulatinamente a su favor, incorporándose activamente a los sectores de vida social, política, económica y laboral.

Así, la mujer trabaja en el hogar, las oficinas, las escuelas, las fábricas, en el campo, pero también en la mecánica, en la minería, en la forestería, en la construcción de carreteras y presas, en plataformas petroleras y en múltiples tareas que antes estaban señaladas como específicas para los hombres.

En la actualidad podemos decir que son ya múltiples las acciones que promueven los derechos de las mujeres en la actividad socioeconómica y que los cambios señalados distinguen el papel de la mujer en los distintos ámbitos de la vida social, política y laboral, que generalmente se caracteriza por el empeño, la iniciativa, la disposición y el entusiasmo, aunque hay sus excepciones.

Por todo lo dicho, es necesario no bajar la guardia e intensificar los programas y las acciones tendentes a dignificar el papel de la mujer en la sociedad actual, valorando sus aportes, respetando sus derechos y abriendo cada vez mayores espacios de participación en todas las esferas del desarrollo de países y sociedades.

Estamos en el mes de la mujer, justo a una semana de la conmemoración del día de la mujer, el pasado 8 de marzo, fecha en la que recordamos que fue el 28 de febrero de 1909 cuando se conmemoró el primer Día Internacional de la Mujer, en los Estados Unidos y un año después en Dinamarca, como homenaje al movimiento a favor de sus derechos, al logro del sufragio femenino universal, a exigir el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.

De entonces a la fecha, se han ido generando múltiples ideas, programas, proyectos y acciones que han ido transformando la vida de las mujeres, aunque todavía siguen siendo insuficientes; tal vez por eso la UNESCO, en este año de 2019 nos invita a pensar con igualdad, para construir con inteligencia e innovar para el cambio, a favor de políticas públicas y acciones concretas que beneficien directamente a las mujeres.

La mujer en el ámbito laboral actual sigue viviendo y sufriendo por las diferencias étnicas, lingüísticas, educativas, culturales, económicas y políticas que limitan su actuar en un mundo dominado por los hombres, que se resisten a la apertura de espacios para las mujeres en los distintos ámbitos de la vida pública y social.

En un mundo industrializado que se caracteriza por la expansión y la turbulencia, así como por el crecimiento fulgurante de la población y el advenimiento de ideologías radicales, al amparo y al mismo tiempo en el desencuentro entre la globalización y el nacionalismo, se advierten realidades diferentes para las mujeres, en función de distintos factores y situaciones que les afectan.

Por eso, es importante reducir la vulnerabilidad, la violencia y el conflicto contra las mujeres en todos los ámbitos de la vida familiar, laboral y social, a fin de instaurar una igualdad efectiva, con respeto a la diversidad, que considere a las mujeres como activos valiosos para el crecimiento y desarrollo de las sociedades del mundo.

Hoy podemos decir que la autonomía de la mujer es equivalente o directamente proporcional a su independencia económica, de tal manera que es imperativo que los gobiernos garanticen mayores oportunidades de empleo y remuneración igualitaria para las mujeres, especialmente si pensamos en que del total de la población en México, por ejemplo, aunque las cifras se replican a nivel internacional, el 51.4% son mujeres, mientras que 48.6% son hombres.

Adicionalmente, con respecto a la esperanza de vida promedio de los mexicanos, que es de 75 años, la edad de la mujer alcanza un promedio de vida de 78 años, mientras que la del hombre es de 73 años.

Una simple operación matemática nos indica que son más las mujeres que habitan el país y que además, viven en promedio cinco años más que los hombres, por tanto, pareciera lógico que ellas tuvieran mayores oportunidades de ser protagonistas sociales, de tener mayor representatividad política y porque no, ser más solventes económicamente hablando.

Con base en el referente previo, es evidente la necesidad de proponer políticas públicas para el desarrollo e inclusión laboral de la mujer, dado que las cifras indican que la incorporación de la mujer a la economía, en apenas de un 43.7%, mientras que en los hombres representa un 56.3%, cifras engañosas pues aparentan una diferencia no muy significativa porcentualmente hablando, de alrededor de 12%; sin embargo, la diferencia estriba en el tipo y remuneración laboral que las mujeres perciben, pues persiste la diferenciación salarial a favor del hombre, con referencia al mismo tipo de trabajo que se realiza.

Cabe destacar que en el ámbito educativo la participación de la mujer es de un 52.9%, mientras que la de los hombres es de 47.1%, compitiendo aquí sí con salarios igualitarios por la misma función, teniendo por lo general las mujeres un mejor desempeño académico que los hombres, especialmente en los niveles educativos correspondientes a la educación básica.

Por lo que respecta al papel de la mujer en la política, en lo general se ha observado que las servidoras públicas o las representantes populares elegidas por voto directo trabajan más a favor de la transparencia, lo que conlleva a la vez menor corrupción en las tareas o funciones que realizan; es decir, su desempeño es mucho mejor valorado social y políticamente, lo que augura cada vez más una mayor participación de las mujeres en tareas legislativas, judiciales y de gobierno.

Hoy día, al amparo de leyes y políticas públicas que promueven la equidad de género, la mujer participa en la toma de decisiones y la participación ha ido cambiando paulatinamente a su favor, incorporándose activamente a los sectores de vida social, política, económica y laboral.

Así, la mujer trabaja en el hogar, las oficinas, las escuelas, las fábricas, en el campo, pero también en la mecánica, en la minería, en la forestería, en la construcción de carreteras y presas, en plataformas petroleras y en múltiples tareas que antes estaban señaladas como específicas para los hombres.

En la actualidad podemos decir que son ya múltiples las acciones que promueven los derechos de las mujeres en la actividad socioeconómica y que los cambios señalados distinguen el papel de la mujer en los distintos ámbitos de la vida social, política y laboral, que generalmente se caracteriza por el empeño, la iniciativa, la disposición y el entusiasmo, aunque hay sus excepciones.

Por todo lo dicho, es necesario no bajar la guardia e intensificar los programas y las acciones tendentes a dignificar el papel de la mujer en la sociedad actual, valorando sus aportes, respetando sus derechos y abriendo cada vez mayores espacios de participación en todas las esferas del desarrollo de países y sociedades.