/ domingo 29 de marzo de 2020

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Cuando Ismael Hernández era gobernador y José Ramón Enríquez secretario de Salud, tuvieron un fuerte enfrentamiento, que los convirtió hasta ahora en enemigos.

José Ramón declaró a la prensa que había renunciado a la Secretaría, pero el gobernador reviró: no renunció. Lo corrí.

Desde hace mucho la renuncia es un eufemismo del despido y recuerdo que cuando Eduardo Furken era secretario de Desarrollo Económico tuvo problemas de equilibrio, no podía ni abrocharse una camisa.

Sus médicos le exigieron que dejara la Secretaría por el bien de su salud.

Y se resistía, argumentando: no van a creer que renuncié, van a creer que me corrieron.

Recientemente y a nivel más pequeño, se difundió la especie de que Alfredo Vázquez había renunciado a la Tesorería Municipal de Cuencamé.

Y cierto, en una sesión de Cabildo (por cierto a puerta cerrada por eso del coronavirus) se presentó y sin más entregó el papel.

Casi todos creyeron que era renuncia, pero los cercanos sabían que la presidenta Luly Martínez se lo había pedido.

Y es que el tesorero no había podido sacudirse la camiseta del anterior presidente Ismael Guerrero, con quien acordaba, con quien consultaba y a quien obedecía pasando sobre la autoridad de la Presidenta.

Así pues, éste como muchos otros, no renunció, lo renunciaron.

Un prestigiado médico nos decía que en China en 15 días desaparecía el contagio del coronavirus, porque los chinos tienen muy arraigado el principio de autoridad.

Y como la autoridad les ordenó recluirse en sus casas, obedecieron.

Esto no pasa en México, porque por principio, el ciudadano es muy dado a darle la contra a la autoridad, además de que alega su derecho al libre albedrío, al tránsito y hasta a los derechos humanos.

Para que se dé una idea, el comandante de Policía de Canatlán advirtió a los ciudadanos que habría “toque de queda” y todo aquel que anduviera en la noche en la calle sería detenido.

¡Nunca lo hubiera dicho!, le llovieron críticas: dictador, arbitrario, que recurrirían a derechos humanos. Y la orden no se ejecutó.

Así pues, por respeto a nuestros derechos, que nos hingue el coronavirus.

Cuando Ismael Hernández era gobernador y José Ramón Enríquez secretario de Salud, tuvieron un fuerte enfrentamiento, que los convirtió hasta ahora en enemigos.

José Ramón declaró a la prensa que había renunciado a la Secretaría, pero el gobernador reviró: no renunció. Lo corrí.

Desde hace mucho la renuncia es un eufemismo del despido y recuerdo que cuando Eduardo Furken era secretario de Desarrollo Económico tuvo problemas de equilibrio, no podía ni abrocharse una camisa.

Sus médicos le exigieron que dejara la Secretaría por el bien de su salud.

Y se resistía, argumentando: no van a creer que renuncié, van a creer que me corrieron.

Recientemente y a nivel más pequeño, se difundió la especie de que Alfredo Vázquez había renunciado a la Tesorería Municipal de Cuencamé.

Y cierto, en una sesión de Cabildo (por cierto a puerta cerrada por eso del coronavirus) se presentó y sin más entregó el papel.

Casi todos creyeron que era renuncia, pero los cercanos sabían que la presidenta Luly Martínez se lo había pedido.

Y es que el tesorero no había podido sacudirse la camiseta del anterior presidente Ismael Guerrero, con quien acordaba, con quien consultaba y a quien obedecía pasando sobre la autoridad de la Presidenta.

Así pues, éste como muchos otros, no renunció, lo renunciaron.

Un prestigiado médico nos decía que en China en 15 días desaparecía el contagio del coronavirus, porque los chinos tienen muy arraigado el principio de autoridad.

Y como la autoridad les ordenó recluirse en sus casas, obedecieron.

Esto no pasa en México, porque por principio, el ciudadano es muy dado a darle la contra a la autoridad, además de que alega su derecho al libre albedrío, al tránsito y hasta a los derechos humanos.

Para que se dé una idea, el comandante de Policía de Canatlán advirtió a los ciudadanos que habría “toque de queda” y todo aquel que anduviera en la noche en la calle sería detenido.

¡Nunca lo hubiera dicho!, le llovieron críticas: dictador, arbitrario, que recurrirían a derechos humanos. Y la orden no se ejecutó.

Así pues, por respeto a nuestros derechos, que nos hingue el coronavirus.

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