/ jueves 5 de mayo de 2022

Todos tenemos radiactividad

El jugo de zanahoria contiene una pequeña cantidad de potasio radiactivo y muchas personas le temen a la radiación, piensan que es una fuerza invisible, letal, creada por el hombre y este miedo a menudo sustenta la oposición a la energía nuclear.

De hecho, la mayor parte de la radiación es natural y la vida en la Tierra no sería posible sin ella, el ejemplo de su uso lo vemos en la energía y la medicina nuclear. Simplemente hemos aprovechado la radiación para nuestro propio uso, al igual que aprovechamos el fuego o las propiedades medicinales de las plantas, más cuando los humanos hemos evolucionado para vivir expuestos a dosis bajas de radiación.

El Big Bang ocurrido hace casi 14,000 millones de años, generó radiación en forma de átomos conocidos como radionúclidos primordiales y ahora éstos son parte de todo en el universo. Algunos tienen vidas medias físicas muy largas.

La vida media es la medida de cuánto tarda en desintegrarse la mitad de su radiactividad: para una forma radiactiva de torio son 14,000 millones de años, para una de uranio 4,500 millones y una de potasio 1,300 millones.

Su descomposición supone una fuente de calor en el interior de la Tierra, convirtiendo su núcleo de hierro fundido en un dínamo de convección que mantiene un campo magnético lo suficientemente fuerte como para protegernos de la radiación cósmica que de lo contrario, eliminaría la vida en el planeta.

La radiación del espacio interactúa con los elementos de la atmósfera superior de la Tierra y algunos minerales de la superficie para producir nuevos radionúclidos “cosmogénicos”, que incluyen formas de hidrógeno, carbono, aluminio y otros elementos bien conocidos.

Las plantas absorben la radiación del suelo y esta se encuentra en alimentos como plátanos, frijoles, zanahorias, papas, maní y nueces de Brasil; la cerveza, por ejemplo, contiene una forma radiactiva de potasio, pero sólo alrededor de una décima parte de la que se encuentra en el jugo de zanahoria.

La mayor parte de los radionúclidos de los alimentos pasan por nuestro cuerpo y se eliminan, pero algunos permanecen durante un tiempo, su vida media biológica es el tiempo que tarda nuestro cuerpo en eliminarlos y esa misma forma radiactiva de potasio emite rayos gamma de alta energía a medida que se desintegra y escapan del cuerpo humano, asegurando que todos seamos ligeramente radiactivos.

Históricamente no hemos sido conscientes de la presencia de radiactividad en nuestro entorno, pero nuestros cuerpos evolucionaron naturalmente para vivir con ella.

Los primeros materiales radiactivos artificiales fueron producidos por Marie y Pierre Curie en la década de 1930 y desde entonces se han utilizado en la ciencia, la industria, la agricultura y la medicina.

Por ejemplo, la radioterapia sigue siendo uno de los métodos más importantes para el tratamiento del cáncer y para aumentar la potencia de la radiación terapéutica. Los investigadores actualmente están tratando de modificar las células cancerosas para que sean menos capaces de repararse a sí mismas.

A pesar de los beneficios que nos ofrecen los reactores nucleares, las personas temen la radiación que generan, ya sea por los desechos nucleares o por accidentes como el de Chernobyl o Fukushima, pero muy pocas personas han muerto debido a la generación de energía nuclear o accidentes en comparación con otras fuentes de energía primaria.

Ahora tenemos la comprensión para aprovechar la radiación de manera segura y usarla para nuestro beneficio y el de nuestro planeta.

El jugo de zanahoria contiene una pequeña cantidad de potasio radiactivo y muchas personas le temen a la radiación, piensan que es una fuerza invisible, letal, creada por el hombre y este miedo a menudo sustenta la oposición a la energía nuclear.

De hecho, la mayor parte de la radiación es natural y la vida en la Tierra no sería posible sin ella, el ejemplo de su uso lo vemos en la energía y la medicina nuclear. Simplemente hemos aprovechado la radiación para nuestro propio uso, al igual que aprovechamos el fuego o las propiedades medicinales de las plantas, más cuando los humanos hemos evolucionado para vivir expuestos a dosis bajas de radiación.

El Big Bang ocurrido hace casi 14,000 millones de años, generó radiación en forma de átomos conocidos como radionúclidos primordiales y ahora éstos son parte de todo en el universo. Algunos tienen vidas medias físicas muy largas.

La vida media es la medida de cuánto tarda en desintegrarse la mitad de su radiactividad: para una forma radiactiva de torio son 14,000 millones de años, para una de uranio 4,500 millones y una de potasio 1,300 millones.

Su descomposición supone una fuente de calor en el interior de la Tierra, convirtiendo su núcleo de hierro fundido en un dínamo de convección que mantiene un campo magnético lo suficientemente fuerte como para protegernos de la radiación cósmica que de lo contrario, eliminaría la vida en el planeta.

La radiación del espacio interactúa con los elementos de la atmósfera superior de la Tierra y algunos minerales de la superficie para producir nuevos radionúclidos “cosmogénicos”, que incluyen formas de hidrógeno, carbono, aluminio y otros elementos bien conocidos.

Las plantas absorben la radiación del suelo y esta se encuentra en alimentos como plátanos, frijoles, zanahorias, papas, maní y nueces de Brasil; la cerveza, por ejemplo, contiene una forma radiactiva de potasio, pero sólo alrededor de una décima parte de la que se encuentra en el jugo de zanahoria.

La mayor parte de los radionúclidos de los alimentos pasan por nuestro cuerpo y se eliminan, pero algunos permanecen durante un tiempo, su vida media biológica es el tiempo que tarda nuestro cuerpo en eliminarlos y esa misma forma radiactiva de potasio emite rayos gamma de alta energía a medida que se desintegra y escapan del cuerpo humano, asegurando que todos seamos ligeramente radiactivos.

Históricamente no hemos sido conscientes de la presencia de radiactividad en nuestro entorno, pero nuestros cuerpos evolucionaron naturalmente para vivir con ella.

Los primeros materiales radiactivos artificiales fueron producidos por Marie y Pierre Curie en la década de 1930 y desde entonces se han utilizado en la ciencia, la industria, la agricultura y la medicina.

Por ejemplo, la radioterapia sigue siendo uno de los métodos más importantes para el tratamiento del cáncer y para aumentar la potencia de la radiación terapéutica. Los investigadores actualmente están tratando de modificar las células cancerosas para que sean menos capaces de repararse a sí mismas.

A pesar de los beneficios que nos ofrecen los reactores nucleares, las personas temen la radiación que generan, ya sea por los desechos nucleares o por accidentes como el de Chernobyl o Fukushima, pero muy pocas personas han muerto debido a la generación de energía nuclear o accidentes en comparación con otras fuentes de energía primaria.

Ahora tenemos la comprensión para aprovechar la radiación de manera segura y usarla para nuestro beneficio y el de nuestro planeta.