/ lunes 16 de diciembre de 2019

Trascendente bienestar lega el maestro con su labor educativa

Grandes cualidades, dentro de su humana condición social y pedagógica, posee el maestro que se desarrolla con ética y con un amplio sentido de responsabilidad. Y de estos maestros que no son del montón sino escogidos por su reconocido y respetado carisma profesional, son los que reclama la Patria para mejorar la calidad de la educación.

Pero no es únicamente el compromiso del maestro en la escuela lo que determina el avance de la eficiencia, sino también la superación y actualización de la organización estructural y administrativa de la Secretaría de Educación; la modernización de los planes y programas de estudio y los libros de texto del maestro y del alumno; el apoyo moral y material que se recibe de la superioridad y por consecuencia del gobierno; la entrega decidida de los padres de familia, autoridades civiles y comunidad en general.

El hecho de atreverme a señalar irresponsabilidades de cierto número de maestros y, que se convierte en una vergüenza para el magisterio, no quiere decir que todos sean iguales y se aprovechen del comentario para considerar que todos son de la misma condición.

Sabemos que en toda organización escolar hay grandes valores, indómitos héroes desconocidos que solamente Dios y sus comunidades saben lo que el educador se distingue sirviendo con amor y responsabilidad a sus alumnos; como también hay insensatos y dolosos trabajadores que en cualquier organización, institución, sociedad, los encontramos, identificándose por lo gris de sus actos y lo antitético de su deber.

Ahora bien, si nos detenemos a reflexionar un poco sobre el trascendente bienestar que hereda el maestro con su digna e importante orientación educativa, tenemos que reconocer la magnitud y la eminente proyección de su obra en la vida de las nuevas generaciones. Una hermosa y constructiva realidad que levanta al maestro como el más grande escultor de la personalidad de los individuos, gracias a su capacidad eminente para orientar la cultura y edificarla en la conciencia de sus alumnos.

Y no obstante la obra relevante que realiza el maestro, no recibe una justa retribución por sus servicios, ni siquiera para llevar una vida medianamente con su familia. Y aún más: es discriminado por la sociedad, a pesar de que él es actor principal en la educación sociocultural de la comunidad. Pues sucede muchas veces que lo aplastan otros intereses, le atropellan sus derechos, minimizan su personalidad aun cuando influye a remodelar sus caracteres.

Y no conforme con esto, todavía con lujo de ingratitud lo sitúan como el paria de los profesionistas. Es justo y necesario que se reconozca su valiosa contribución a la humanidad y se le corresponda como su entrega profesional lo merezca.

Por supuesto que lamento mucho reconocer que haya maestros comodinos que, aparte de improvisar sus actividades, las descuidan, se encierran exclusivamente en el aula y se escandalizan y protestan cuando se programan actividades socioculturales para las cuales hay que preparar, organizar a los alumnos para su debido desenvolvimiento.

Es el clásico maestro que nunca desarrolla una interrelación en su comunidad, a la que no conoce, si siquiera a los padres de sus discípulos, porque apenas, escasa y rabonamente atiende su horario de clases de su escuela y no quiere saber de ninguna proyección o labor social en su comunidad.

Y si no tiene tiempo ni se preocupa por perfeccionar o asegurar el buen aprendizaje de su grupo, menos a va a interesar por el mejoramiento de su comunidad; lo que trae como consecuencia que también la sociedad no tiene voluntad de colaborar con la escuela; esta es una de las causas por la cual los padres de familia no sienten ningún compromiso de cooperar.

Por tanto la formación de los educandos queda a medias, incompleta, quizás atiborrada de teorías y ninguna oportunidad de práctica, participación, labor social, desenvolvimiento público; es decir, aprender haciendo, realizarse en sus habilidades y destrezas que es donde más se educa.

El alumno que participa en actividades sociales, sean festivales, hablar en público, intervenir en decisiones correspondientes, en reuniones, en organizaciones de sociabilidad, en campañas diversas, precisamente está fogueando su carácter y sale preparado para enfrentarse a la vida, mejor que aquel que solamente se dedicó a los libros.

Cabe señalar que el programa de trabajo de educación no contempla únicamente análisis, estudio y realizaciones de labores en la escuela, sino también abarca taller de creatividades y planeación y organización de actividades que cultiven y alimenten el espíritu productivo de la región. Impulsa la acción colectiva para beneficio de las nuevas generaciones y de la sociedad, a la vez que promueve la sana recreación y el deporte.

Toda una gama de objetivos con los que se persigue entre en movimiento el alumno y participe abiertamente para que aprenda a desenvolverse en sociedad y vaya iniciándose en la experiencia de resolver sus propios problemas de la vida real. Ello le ayudará a destacarse como mejor ciudadano.

Grandes cualidades, dentro de su humana condición social y pedagógica, posee el maestro que se desarrolla con ética y con un amplio sentido de responsabilidad. Y de estos maestros que no son del montón sino escogidos por su reconocido y respetado carisma profesional, son los que reclama la Patria para mejorar la calidad de la educación.

Pero no es únicamente el compromiso del maestro en la escuela lo que determina el avance de la eficiencia, sino también la superación y actualización de la organización estructural y administrativa de la Secretaría de Educación; la modernización de los planes y programas de estudio y los libros de texto del maestro y del alumno; el apoyo moral y material que se recibe de la superioridad y por consecuencia del gobierno; la entrega decidida de los padres de familia, autoridades civiles y comunidad en general.

El hecho de atreverme a señalar irresponsabilidades de cierto número de maestros y, que se convierte en una vergüenza para el magisterio, no quiere decir que todos sean iguales y se aprovechen del comentario para considerar que todos son de la misma condición.

Sabemos que en toda organización escolar hay grandes valores, indómitos héroes desconocidos que solamente Dios y sus comunidades saben lo que el educador se distingue sirviendo con amor y responsabilidad a sus alumnos; como también hay insensatos y dolosos trabajadores que en cualquier organización, institución, sociedad, los encontramos, identificándose por lo gris de sus actos y lo antitético de su deber.

Ahora bien, si nos detenemos a reflexionar un poco sobre el trascendente bienestar que hereda el maestro con su digna e importante orientación educativa, tenemos que reconocer la magnitud y la eminente proyección de su obra en la vida de las nuevas generaciones. Una hermosa y constructiva realidad que levanta al maestro como el más grande escultor de la personalidad de los individuos, gracias a su capacidad eminente para orientar la cultura y edificarla en la conciencia de sus alumnos.

Y no obstante la obra relevante que realiza el maestro, no recibe una justa retribución por sus servicios, ni siquiera para llevar una vida medianamente con su familia. Y aún más: es discriminado por la sociedad, a pesar de que él es actor principal en la educación sociocultural de la comunidad. Pues sucede muchas veces que lo aplastan otros intereses, le atropellan sus derechos, minimizan su personalidad aun cuando influye a remodelar sus caracteres.

Y no conforme con esto, todavía con lujo de ingratitud lo sitúan como el paria de los profesionistas. Es justo y necesario que se reconozca su valiosa contribución a la humanidad y se le corresponda como su entrega profesional lo merezca.

Por supuesto que lamento mucho reconocer que haya maestros comodinos que, aparte de improvisar sus actividades, las descuidan, se encierran exclusivamente en el aula y se escandalizan y protestan cuando se programan actividades socioculturales para las cuales hay que preparar, organizar a los alumnos para su debido desenvolvimiento.

Es el clásico maestro que nunca desarrolla una interrelación en su comunidad, a la que no conoce, si siquiera a los padres de sus discípulos, porque apenas, escasa y rabonamente atiende su horario de clases de su escuela y no quiere saber de ninguna proyección o labor social en su comunidad.

Y si no tiene tiempo ni se preocupa por perfeccionar o asegurar el buen aprendizaje de su grupo, menos a va a interesar por el mejoramiento de su comunidad; lo que trae como consecuencia que también la sociedad no tiene voluntad de colaborar con la escuela; esta es una de las causas por la cual los padres de familia no sienten ningún compromiso de cooperar.

Por tanto la formación de los educandos queda a medias, incompleta, quizás atiborrada de teorías y ninguna oportunidad de práctica, participación, labor social, desenvolvimiento público; es decir, aprender haciendo, realizarse en sus habilidades y destrezas que es donde más se educa.

El alumno que participa en actividades sociales, sean festivales, hablar en público, intervenir en decisiones correspondientes, en reuniones, en organizaciones de sociabilidad, en campañas diversas, precisamente está fogueando su carácter y sale preparado para enfrentarse a la vida, mejor que aquel que solamente se dedicó a los libros.

Cabe señalar que el programa de trabajo de educación no contempla únicamente análisis, estudio y realizaciones de labores en la escuela, sino también abarca taller de creatividades y planeación y organización de actividades que cultiven y alimenten el espíritu productivo de la región. Impulsa la acción colectiva para beneficio de las nuevas generaciones y de la sociedad, a la vez que promueve la sana recreación y el deporte.

Toda una gama de objetivos con los que se persigue entre en movimiento el alumno y participe abiertamente para que aprenda a desenvolverse en sociedad y vaya iniciándose en la experiencia de resolver sus propios problemas de la vida real. Ello le ayudará a destacarse como mejor ciudadano.