/ domingo 14 de abril de 2019

Un futuro incierto

Hay un refrán popular que reza que “todo pasado fue mejor” y cuanto más crítico es el presente e incierto el futuro más se refuerza este dicho.

Será por ello que el actual presidente en sus últimos años de campaña se mantuvo firme en sus convicciones y se aferró a esa estrategia de nostalgia por el pasado, sabedor de que los datos de crecimiento económico eran mediocres acompañados de desempleo, pobreza y desigualdad; y que la creciente violencia e inseguridad que se iban afianzando en nuestro país harían que los adultos añoraran el México de progreso económico, empleos, progresividad social respeto a valores en la sociedad, etcétera y que la última generación, los jóvenes, sólo han conocido la crisis económica el desempleo, pobreza, desigualdad social y mucha violencia e inseguridad.

Pero esa nostalgia por el modelo de desarrollo estabilizador también conocido como “el milagro mexicano” se puede explicar por un contexto internacional y no sólo por la política económica y las políticas públicas aplicadas en ese periodo del México de los años 40 a los 70s, y ambos (México y el mundo) mucho han cambiado.

Pero también las condiciones materiales de la producción y el comercio y el avance tecnológico con la automatización han llevado a cambios profundos no sólo de la planta productiva sino también del mundo laboral y del trabajo y ni que decir del impacto que el internet y de manera particular las redes sociales ejercen en nuestra sociedad para su comportamiento.

Así es que volver al pasado no sólo sería un error sino un retroceso y una misión imposible dado el grado de interconexión de las cadenas productivas para la elaboración de un producto o la prestación de un servicio en este mundo global.

Pero además hay que señalar que el avance tecnológico sí ha traído también un progreso global y amplió por un buen tiempo la llamada clase media aunque después de la crisis del 2008 y las políticas de ajuste según el último informe de la OCDE está “evaporándose” hacia una mayor precarización haciendo más amplia la brecha de la desigualdad social en el mundo.

Los deseos del presidente por ese México de ayer y por un crecimiento económico del PIB del cuatro por ciento expresado en la campaña y ratificado como presidente ha quedado muy por abajo de las expectativas reales pero él se niega a ver la realidad de que la economía global también está desacelerándose, lo mismo que la de nuestro principal socio comercial, que además el tratado de libre comercio principal instrumento de nuestra economía internacional no se ha firmado y lo más importante, que las señales de política económica de su gobierno y sus acciones en la ruta de consolidar un Estado de Derecho no dan la confianza suficiente al inversor local y extranjero, así que la conclusión es de que este año si seguimos en la misma lógica y la misma tozudez acaso estaremos creciendo a un punto porcentual, muy por abajo obvio de su famoso cuarto por ciento del Presidente pero también del y de por sí mediocre dos por ciento de los últimos años.

Con todo ello se antoja que la decepción del elector estará ya manifestándose en estas elecciones locales (sumándole por supuesto la ya evidente ruptura en el bloque en el poder) y que los problemas en el mediano y largo plazo se agudicen porque si se quieren mantener los programas sociales comprometidos por el presidente sin unas finanzas públicas sólidas lo más probable es que estemos empeñando un futuro con déficit fiscal y por otro lado seguimos atrapados en una vorágine espantosa de violencia pues el primer trimestre de este año fue el más violento de los últimos 20 años.

Así pues el presente es crítico y el futuro incierto pero eso no justifica mirar al pasado, mejor aplicarnos a resolver los problemas actuales y a mirar el futuro con responsabilidad y actuar en consecuencia sin continuar polarizando a la sociedad ni echando culpas porque la responsabilidad es de quien ahora ya ejerce el poder y seguir metiéndole más “fierros a la lumbre” puede generar aún más problemas de los que ya de por sí tenemos.

Hay un refrán popular que reza que “todo pasado fue mejor” y cuanto más crítico es el presente e incierto el futuro más se refuerza este dicho.

Será por ello que el actual presidente en sus últimos años de campaña se mantuvo firme en sus convicciones y se aferró a esa estrategia de nostalgia por el pasado, sabedor de que los datos de crecimiento económico eran mediocres acompañados de desempleo, pobreza y desigualdad; y que la creciente violencia e inseguridad que se iban afianzando en nuestro país harían que los adultos añoraran el México de progreso económico, empleos, progresividad social respeto a valores en la sociedad, etcétera y que la última generación, los jóvenes, sólo han conocido la crisis económica el desempleo, pobreza, desigualdad social y mucha violencia e inseguridad.

Pero esa nostalgia por el modelo de desarrollo estabilizador también conocido como “el milagro mexicano” se puede explicar por un contexto internacional y no sólo por la política económica y las políticas públicas aplicadas en ese periodo del México de los años 40 a los 70s, y ambos (México y el mundo) mucho han cambiado.

Pero también las condiciones materiales de la producción y el comercio y el avance tecnológico con la automatización han llevado a cambios profundos no sólo de la planta productiva sino también del mundo laboral y del trabajo y ni que decir del impacto que el internet y de manera particular las redes sociales ejercen en nuestra sociedad para su comportamiento.

Así es que volver al pasado no sólo sería un error sino un retroceso y una misión imposible dado el grado de interconexión de las cadenas productivas para la elaboración de un producto o la prestación de un servicio en este mundo global.

Pero además hay que señalar que el avance tecnológico sí ha traído también un progreso global y amplió por un buen tiempo la llamada clase media aunque después de la crisis del 2008 y las políticas de ajuste según el último informe de la OCDE está “evaporándose” hacia una mayor precarización haciendo más amplia la brecha de la desigualdad social en el mundo.

Los deseos del presidente por ese México de ayer y por un crecimiento económico del PIB del cuatro por ciento expresado en la campaña y ratificado como presidente ha quedado muy por abajo de las expectativas reales pero él se niega a ver la realidad de que la economía global también está desacelerándose, lo mismo que la de nuestro principal socio comercial, que además el tratado de libre comercio principal instrumento de nuestra economía internacional no se ha firmado y lo más importante, que las señales de política económica de su gobierno y sus acciones en la ruta de consolidar un Estado de Derecho no dan la confianza suficiente al inversor local y extranjero, así que la conclusión es de que este año si seguimos en la misma lógica y la misma tozudez acaso estaremos creciendo a un punto porcentual, muy por abajo obvio de su famoso cuarto por ciento del Presidente pero también del y de por sí mediocre dos por ciento de los últimos años.

Con todo ello se antoja que la decepción del elector estará ya manifestándose en estas elecciones locales (sumándole por supuesto la ya evidente ruptura en el bloque en el poder) y que los problemas en el mediano y largo plazo se agudicen porque si se quieren mantener los programas sociales comprometidos por el presidente sin unas finanzas públicas sólidas lo más probable es que estemos empeñando un futuro con déficit fiscal y por otro lado seguimos atrapados en una vorágine espantosa de violencia pues el primer trimestre de este año fue el más violento de los últimos 20 años.

Así pues el presente es crítico y el futuro incierto pero eso no justifica mirar al pasado, mejor aplicarnos a resolver los problemas actuales y a mirar el futuro con responsabilidad y actuar en consecuencia sin continuar polarizando a la sociedad ni echando culpas porque la responsabilidad es de quien ahora ya ejerce el poder y seguir metiéndole más “fierros a la lumbre” puede generar aún más problemas de los que ya de por sí tenemos.