/ miércoles 11 de marzo de 2020

Una funcional supervisión del quehacer educativo

Si tan grande y meritoria es la labor del director de la escuela, lo es igual o mayor la del supervisor escolar, porque con su motivación, experiencia y conocimientos integra armónicamente todos los elementos de su comunidad educativa.

Da vida a la filosofía y a los objetivos programáticos enmarcados por la Secretaría de Educación, con orientaciones ecuánimes y un sustancial liderazgo democrático que ejerce en su zona. Es el primer responsable de enlazar diligente y eficazmente, toda información y disposición superiores, buscando con ello una apropiada retroalimentación y una coordinación inmejorables de funciones y actividades.

Propone así mismo iniciativas y nuevas opciones para mejorar el desarrollo formativo, reconociendo con entusiasmo las buenas relaciones humanas entre el personal directivo, docentes, alumnos y padres de familia, convencido de que así los resultados serán satisfactorios.

Planea, organiza, integra, dirige, controla programas de trabajo con una mentalidad progresista, pretendiendo con ello dar lugar a una concertada combinación de fines que motiven la integración de una educación de calidad y coadyuvar a elevar las condiciones de vida de las comunidades de su jurisdicción. Trata de dar la mejor solución a los conflictos que surgen de las inquietudes propias del trabajo y, como un avezado juez, toma la opción más conveniente para dar satisfacción a los problemas, de tal manera que sean al mismo tiempo una experiencia positiva para su equipo de colaboradores.

Es una justificada necesidad que constantemente se esté realizando una funcional supervisión del quehacer educativo, hasta en los más apartados rincones de nuestro suelo montañoso, donde haya una escuela que visitar, porque es de vital importancia verificar como se está desempeñando el trabajo escolar, el avance que se lleva, corregir procedimientos desviados, dar orientaciones para un mejor desarrollo e informar con toda veracidad de los resultados obtenidos.

Pero no tan sólo es este propósito, sino también es el interés de brindarle nuevos bríos al maestro, que a veces se siente sólo en la inmensidad de la sierra con sus responsabilidades y, la presencia del supervisor lo motiva para seguir adelante, fortaleciendo su diligencia e incentivándolo a entregarse con vocación a su trabajo.

Considero, y es un juicio muy personal, que no se le ha dado toda la importancia que requiere, a tan trascendente labor que realiza el supervisor escolar. Es tan valioso y conveniente su desempeño con el debido respaldo de la superioridad, ya que, aparte de ser enlace directo entre escuela-comunidad y la Secretaría de Educación Pública, es el que coordina y unifica todas las actividades educativas en torno a un mismo fin de superación.

Es la autoridad oficial que percibe más de cerca los avances y problemas educacionales. Es el representante de la SEP que más conoce, convive y se comunica con maestros, transitando junto con ellos por montes y valles, sierras y quebradas, dándose cuenta de sus necesidades y aprendiendo de sus triunfos y fracasos.

En concreto, es el que más conoce, siente, ama y comprende la obra discreta pero grandiosa del maestro, porque también recorrió los mismos caminos, también estuvo en el banquillo labrando con mucha fe una esperanza para convertirla en una deseada realidad; también desempeñó las mismas responsabilidades y, ahora, con más pericia y autoridad, sigue compartiendo sus inquietudes y problemas, satisfacciones y disgustos y, como un consumado guía, los ayuda a levantarse y con orgullo les transmite sus experiencias ya transformadas con las creaciones de la modernidad. Quizás se diga que también hay supervisores con equivocada actuación, dada la influencia de otros factores o bien, por su misma naturaleza humana que es factible de errar, por ejemplo: por soberbia o egocentrismo.

El supervisor que se reviste de madurez intelectual, de la grandeza de su humanidad, por supuesto que demuestra la gran validez e importancia de su profesionalidad, de donde podemos desprender, que si el supervisor quiere ganarse la adhesión y la verdadera lealtad de los maestros, necesita fincar sus actos de justicia, de aptitud, de sinceridad, de simpatía, conquistando el aprecio, la buena voluntad y la gratitud de todos.

Es absurdo y deshonesto imponer arbitrariamente una organización sin tomar en cuenta la dignidad de las personas; pues la coordinación es un medio para alcanzar importantes proyectos, pero no un fin para convertirse en esclavos de una institución. Además, si el supervisor desea instituir un ambiente de seguridad y confianza en su zona escolar, debe tener en primer lugar un carácter sólido, ecuánime y enérgico, capaz de tomar decisiones en el momento preciso y actuar siempre con firmeza hacia metas reales y posibles.

No es suficiente con ser perseverante y esforzado sino debe robustecer sus funciones con una valorada inteligencia que garantice las mayores posibilidades de éxito. No fundamentar la planeación de un trabajo en un juicio simplemente objetivo, sino que sea producto de una investigación a conciencia de la realidad. Debe considerar que la supervisión es un aliciente para combinar experiencias y un medio para acrecentar los vínculos de solidaridad.

Si tan grande y meritoria es la labor del director de la escuela, lo es igual o mayor la del supervisor escolar, porque con su motivación, experiencia y conocimientos integra armónicamente todos los elementos de su comunidad educativa.

Da vida a la filosofía y a los objetivos programáticos enmarcados por la Secretaría de Educación, con orientaciones ecuánimes y un sustancial liderazgo democrático que ejerce en su zona. Es el primer responsable de enlazar diligente y eficazmente, toda información y disposición superiores, buscando con ello una apropiada retroalimentación y una coordinación inmejorables de funciones y actividades.

Propone así mismo iniciativas y nuevas opciones para mejorar el desarrollo formativo, reconociendo con entusiasmo las buenas relaciones humanas entre el personal directivo, docentes, alumnos y padres de familia, convencido de que así los resultados serán satisfactorios.

Planea, organiza, integra, dirige, controla programas de trabajo con una mentalidad progresista, pretendiendo con ello dar lugar a una concertada combinación de fines que motiven la integración de una educación de calidad y coadyuvar a elevar las condiciones de vida de las comunidades de su jurisdicción. Trata de dar la mejor solución a los conflictos que surgen de las inquietudes propias del trabajo y, como un avezado juez, toma la opción más conveniente para dar satisfacción a los problemas, de tal manera que sean al mismo tiempo una experiencia positiva para su equipo de colaboradores.

Es una justificada necesidad que constantemente se esté realizando una funcional supervisión del quehacer educativo, hasta en los más apartados rincones de nuestro suelo montañoso, donde haya una escuela que visitar, porque es de vital importancia verificar como se está desempeñando el trabajo escolar, el avance que se lleva, corregir procedimientos desviados, dar orientaciones para un mejor desarrollo e informar con toda veracidad de los resultados obtenidos.

Pero no tan sólo es este propósito, sino también es el interés de brindarle nuevos bríos al maestro, que a veces se siente sólo en la inmensidad de la sierra con sus responsabilidades y, la presencia del supervisor lo motiva para seguir adelante, fortaleciendo su diligencia e incentivándolo a entregarse con vocación a su trabajo.

Considero, y es un juicio muy personal, que no se le ha dado toda la importancia que requiere, a tan trascendente labor que realiza el supervisor escolar. Es tan valioso y conveniente su desempeño con el debido respaldo de la superioridad, ya que, aparte de ser enlace directo entre escuela-comunidad y la Secretaría de Educación Pública, es el que coordina y unifica todas las actividades educativas en torno a un mismo fin de superación.

Es la autoridad oficial que percibe más de cerca los avances y problemas educacionales. Es el representante de la SEP que más conoce, convive y se comunica con maestros, transitando junto con ellos por montes y valles, sierras y quebradas, dándose cuenta de sus necesidades y aprendiendo de sus triunfos y fracasos.

En concreto, es el que más conoce, siente, ama y comprende la obra discreta pero grandiosa del maestro, porque también recorrió los mismos caminos, también estuvo en el banquillo labrando con mucha fe una esperanza para convertirla en una deseada realidad; también desempeñó las mismas responsabilidades y, ahora, con más pericia y autoridad, sigue compartiendo sus inquietudes y problemas, satisfacciones y disgustos y, como un consumado guía, los ayuda a levantarse y con orgullo les transmite sus experiencias ya transformadas con las creaciones de la modernidad. Quizás se diga que también hay supervisores con equivocada actuación, dada la influencia de otros factores o bien, por su misma naturaleza humana que es factible de errar, por ejemplo: por soberbia o egocentrismo.

El supervisor que se reviste de madurez intelectual, de la grandeza de su humanidad, por supuesto que demuestra la gran validez e importancia de su profesionalidad, de donde podemos desprender, que si el supervisor quiere ganarse la adhesión y la verdadera lealtad de los maestros, necesita fincar sus actos de justicia, de aptitud, de sinceridad, de simpatía, conquistando el aprecio, la buena voluntad y la gratitud de todos.

Es absurdo y deshonesto imponer arbitrariamente una organización sin tomar en cuenta la dignidad de las personas; pues la coordinación es un medio para alcanzar importantes proyectos, pero no un fin para convertirse en esclavos de una institución. Además, si el supervisor desea instituir un ambiente de seguridad y confianza en su zona escolar, debe tener en primer lugar un carácter sólido, ecuánime y enérgico, capaz de tomar decisiones en el momento preciso y actuar siempre con firmeza hacia metas reales y posibles.

No es suficiente con ser perseverante y esforzado sino debe robustecer sus funciones con una valorada inteligencia que garantice las mayores posibilidades de éxito. No fundamentar la planeación de un trabajo en un juicio simplemente objetivo, sino que sea producto de una investigación a conciencia de la realidad. Debe considerar que la supervisión es un aliciente para combinar experiencias y un medio para acrecentar los vínculos de solidaridad.